COLUMNISTAS

La casta y la antipolítica

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Los Milei. U otros como él, representan a los que pretenden una grieta más profunda y definitiva. | NA

Los políticos son herramientas que maneja la historia, pero sus errores y aciertos pueden demorar o acelerar los procesos históricos.

Su aptitud no garantiza por sí sola un resultado exitoso, pero su ineptitud, su internismo exacerbado, es capaz de generar incertidumbre económica y social.

Por ejemplo, el principal cambio entre Guzmán y Massa no es el modelo económico. Ambos comparten el objetivo de cumplir con las metas del Fondo Monetario Internacional.

El principal cambio es la determinación del peronismo de dejar los enfrentamientos para otro momento y elegir a uno de ellos para conducir la economía, sin ponerlo en la mira todos los días.

La angustia económica y social que generaron tantos meses de enfrentamientos entre los líderes de la alianza gobernante, se habría podido evitar para restarle un ruido adicional a los ruidos que de por sí ya tiene la Argentina.

Son los políticos los que deben reivindicar la política. Antes que la antipolítica se encargue de ellos.

Triunfos pírricos. Cristina Kirchner y Mauricio Macri cavaron durante años en la grieta en busca de resultados coyunturales. En parte los consiguieron.

Sacar ventajas electorales de la polarización social. Crear un foco del Mal por afuera de sus gestiones para disimular los errores propios. Alimentar a medios y comunicadores, para que a su vez realimentaran a audiencias que más tarde pedirían más gritos y más grieta. Porque de lo contrario buscarían ese alimento en otros políticos, medios y comunicadores.

Pero fueron pobres triunfos pírricos, pasajeros. Triunfos de suma cero por los que, quien ganaba, se quedaba con el poder y quien perdía pasaba a ser parte del eje del Mal.

Fue un pacto suicida por el que, en el largo plazo, ambos iban a terminar perdiendo.

El largo plazo llegó y, después de una década de apostar por la polarización, la toxicidad que derramaron –en distinta dosis cada uno– sobre la sociedad y la economía se tradujo en un desprestigio de la política y de toda la clase política.

Por un lado, expresada a través de la alta imagen negativa de los dos máximos exponentes de la grieta y por el 70% de la sociedad que, según las encuestas, le pide a los políticos que se sienten a dialogar como adultos.

Por otro lado, están aquellos sectores alimentados por años de extremos a los que esta grieta ya les quedó chica y ahora apuestan a producir otra nueva, alejada y más profunda que la anterior. Forman parte del electorado que expresa Javier Milei, con sus gestos violentos y sus insultos a los políticos que no piensan como él.

Es de los márgenes de esos extremos que salieron los grupos que promovieron o justifican el ataque contra la vicepresidenta.

Es el repudio a “la casta”, en versión argentina.

Los políticos como sinónimo de fracaso (en sus variantes de ineptitud, corrupción o ambas) son un fenómeno internacional.

El nuevo mapa electoral

Realismo mágico. El malestar frente a la “partidocracia” tuvo su máxima expresión cuando Donald Trump fue electo presidente de la principal potencia. Y llegó al límite cuando dejó la Casa Blanca como lo haría un antisistema de un país del Tercer Mundo.

Jair Bolsonaro fue el realismo mágico hecho poder de otra potencia continental, y representa la incorrección política de un amplio sector de la sociedad brasileña que asocia lo correcto con lo que los políticos dicen, pero no hacen.  

Es muy impactante ver la serie Servidor del Pueblo que produjera y protagonizara el actual presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, cuando era actor. Se trata de una sátira política que cuenta cómo un simple profesor de historia llega a la Presidencia después de hacerse viral un video en el que critica a la “casta” política de su país.

A través de 51 capítulos poco entretenidos para quienes no conocen las internas ucranianas (yo llegué al séptimo), el protagonista Vasyl Petróvych muestra la vida de los políticos de su país cuando llegaban al poder. A modo de locaciones verdaderas, aparecen mansiones de un lujo pornográfico como la que se hizo construir un ex mandatario. El mensaje explícito es señalar la corruptela general que la política derramaba hacia toda la sociedad, incluyendo a la propia familia del protagonista.

El aire de las velas. Es difícil abstraerse del hecho que ese actor que comenzó a hacer la serie en 2015 y la terminó en 2019, ese mismo año fue electo por los ucranianos al frente de un partido que… llevaba el nombre de la serie. Y es el mismo Zelenski/Petróvych quien hoy comanda la guerra frente a Putin, uno de los políticos más mencionados y caricaturizados de la serie.

Uno de los encuestadores más importantes del país, quien trabajó y trabaja para distintos candidatos, advierte que el próximo presidente podría ser alguien imprevisto, un emergente de la antipolítica: “Si hubiera que fabricarlo, debería ser alguien que esté por afuera de la grieta, que no parezca político ni se meta en peleas del pasado, que parezca un ciudadano más, simple, y transmita un mensaje de esperanza”.

No sabe si ese alguien existe, pero cree que ese candidato no es Milei ni debería ser alguien que se postule ahora: “El problema de Milei es que arrancó demasiado temprano. Ese candidato debería aparecer recién el año que viene. Y si apareciera tendría chances de ganar.”

Que esa posibilidad exista, que haya una vox populi que asocie la política con un negociado, prueba hasta qué punto los políticos que alimentaron la grieta pueden terminar hundiéndose en ella. Años de políticos tratando de peste a los otros y de otros diciéndole peste a los unos, lo que dejó es la sospecha sobre unos y otros.

La toxicidad que derramaron se tradujo en un desprestigio que castiga a los propios políticos

Los políticos, los mejores políticos, son una representación de la sociedad. Como decía Antonio Machado, son aquellas personas que ponen la vela donde sopla el aire y no quienes pretenden que sople el aire donde ponen la vela.

Hoy está en sus manos demostrar que representan a una sociedad que no es mayoritariamente corrupta, violenta ni discriminatoria.

Las cosas al revés. Parece necesario recordarlo: la Argentina siempre hizo gala de su pluralismo, de estar abierta al mundo, de la convivencia pacífica entre las diferentes religiones.

Solo la grieta hace posible que para dialogar con la oposición los peronistas le deban pedir permiso a Cristina. O que Macri cuestione a Larreta porque “es muy dialoguista”.

Las cosas no están al derecho, están al revés.

Y son los políticos los que deben enderezarlas.

La reivindicación de la política debiera empezar por ellos, por creerse que pueden hacer campaña sobre sus propuestas y sin agredir al otro. Por entender que el aire sopla hacia un cambio de ciclo que puede no ser la antipolítica, sino una forma distinta de relacionamiento entre los líderes políticos.

Como si hubieran aprendido. Como si todos hubiéramos aprendido de los errores cometidos.