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El nuevo mapa electoral

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Tácticas distintas. Ella bajó el perfil. Él lo subió. A su modo, ambos intentan mantenerse centrales. | NA

Meses atrás, después de la derrota legislativa del oficialismo, el “in crescendo” de sus enfrentamientos internos y un ministro de Economía sin apoyo, las únicas dudas eran cómo Alberto Fernández llegaría al final del mandato y quién sería el peronista capaz de poner la cara para enfrentar una derrota en los comicios de 2023.

Mientras en la oposición, la duda era si se impondría quien aparecía como el candidato natural, Horacio Rodríguez Larreta; o podría ser el turno de un radical que no viniera del desgaste de la política tradicional, como Facundo Manes. O una fórmula que los integrara a ambos.

Ahora cambiaron algunas cosas.

Frente al precipicio, el peronismo decidió dar un paso atrás y dejar los enfrentamientos para más adelante. Y aquel ministro de Economía tan cuestionado fue reemplazado por uno de los socios políticos del Frente de Todos.

Tanto el arribo de Massa como Macri diciendo en privado que será candidato, cambian la campaña

En la oposición, lo que pasó es que la posibilidad de retomar el poder exacerbó las diferencias y promovió las razonables ambiciones de otros postulantes. Y pasó que el dirigente con peor imagen del espacio, Mauricio Macri, comenzó a dar señales de pretender un “segundo tiempo”, una nueva oportunidad.

Factor Massa. Aún en medio de la crisis, con señales contradictorias sobre si se está más cerca o más lejos de la salida, lo que generó el arribo de Sergio Massa al comando de la gestión económica, fue un reacomodamiento general del peronismo.

Antes del atentado, Cristina Kirchner ya había aceptado que era preferible un plan más ortodoxo que el que hubiera preferido y que fuera Massa el encargado de llevarlo adelante sin mayores interferencias de su parte. Se concentró junto a sus abogados en la causa Vialidad y en el resto de los procesos.

A ese asumido bajo perfil se le agregó, después del ataque, un lógico estado de conmoción que la afecta a ella y a su familia, en especial a su hija. Su presente gira más en torno a su vida (judicial y personal): cree que, si nada empeora, para la política electoral habrá tiempo de dedicarse de lleno durante el próximo año.

Cristina, el lado oculto de la pasión

Con Massa catalizando las tensiones de la crisis y la vicepresidenta corrida de la pulsión diaria de presionar sobre Economía y Gobierno, Alberto Fernández encontró un lugar de cierta comodidad política. Una suerte de Presidente de país parlamentarista, dedicado más a las relaciones institucionales e internacionales que a la gestión cotidiana que, en aquel sistema, queda en manos de un primer ministro.   

También él cree que es tiempo de mantener tranquilo el frente interno, a la espera de ver qué pasa con la economía y, según eso, cuál será el futuro al que puede aspirar. Podría asumir que, si la inflación empezara a descender y se retomara un crecimiento del PBI más cercano al del primer semestre de este año (6,5%), tendría derecho a competir para un segundo mandato.

Peronismo en operaciones. La pregunta es qué pasará con el trípode Cristina-Alberto-Massa cuando llegue el momento electoral. Nada bueno en términos políticos, si no hay mejoras económicas. Pero si las hay, otra vez habrá reacomodamientos y turbulencias.

¿Irá finalmente el Presidente por su reelección? ¿Cumplirá Massa con esperar a 2027, como le prometió a algunos interlocutores? ¿Creerá Cristina que es su turno o, como en 2019, entenderá que su imagen negativa la haría perder una elección nacional y, en cambio, sí podría ser electa si se presentara para una banca de senadora por la Provincia de Buenos Aires?

El uso del futuro como arma política

Pesa a la alta inflación y a los conflictos económicos, los gobernadores e intendentes peronistas volvieron a barajar la posibilidad de que sea alguno de los tres, el jefe de Estado del siguiente mandato. De allí el “silenzio stampa” al que se llamaron, para no aparecer apoyando a la persona equivocada antes de tiempo. Porque, además, siempre está latente la esperanza de que alguno de ellos pueda integrar la futura fórmula presidencial.

Una cautela similar también atraviesa a los movimientos sociales y a los sindicalistas. Salvo Pablo Moyano, quien hoy está más cerca del cristinismo como nunca estuvo su padre Hugo.

“Duellum” opositor. La provisoria “pax” peronista deja al descubierto el “duellum” opositor, un estado de beligerancia que incluye la interna del macrismo, la del radicalismo y la de ambas internas entre sí. Sin contar lo que Carrió pueda llegar a hacer.

Dirigentes que en el último mes estuvieron a solas con Mauricio Macri, aseguran que el ex presidente les negó que se fuera a presentar en las próximas elecciones. De la misma forma que personas de su íntima confianza que lo visitaron la semana pasada, afirman haber escuchado de su boca que sí va a competir.

Puede que le diga a cada uno lo que supone que cada uno quiere escuchar o puede que todavía, ni siquiera él sepa bien lo que quiere o le conviene hacer. Lo cierto es que tanto Rodríguez Larreta como Patricia Bullrich sostienen que, con él o sin él, irán a internas. Ambos le escucharon decir a Macri que no será de la partida, pero dudan de que sea así.

Declaran la extinción del kirchnerismo

Si en la interna de Juntos por el Cambio el macrismo se dividiera en dos (Larreta y Bullrich), las posibilidades de un radicalismo unificado (¿Manes? ¿Morales?) serían mayores. Pero esas chances crecerían más si se sumara el propio fundador del espacio a la competencia desde el macrismo.

En el radicalismo irrita la tensión que genera el protagonismo del ex presidente. Sostienen que su alta imagen negativa, similar a la de Cristina, es garantía de derrota. Tanto si aparece como mentor ideológico de la oposición durante la campaña o, más, si se presentara él mismo como candidato.

Coaliciones de gobierno. Mientras macristas y radicales tejen escenarios de PASO que van desde fórmulas propias a fórmulas cruzadas (se mencionan a todos los nombrados y a otros como Carolina Losada, María Eugenia Vidal y Martín Lousteau), hay líderes de la UCR que no descartan una ruptura opositora si Macri confirmara su candidatura.

Cerca de Morales y Manes, por ejemplo, sostienen que el radicalismo “no puede volver a ser furgón de cola de un gobierno que intente llevar adelante un modelo económico como el de Macri”.

Hacia una insatisfacción equilibrada

Faltan menos de ocho meses para la próxima campaña electoral. En marzo, es probable que tanto Cristina como Macri hayan revelado su juego. Y que el juego sea no competir por el cargo mayor.

Tras cuatro años de desgaste, peleas destructivas y conflictos económicos, el oficialismo aún cree que, si puede domar la inflación, podrá presentar un candidato competitivo.

La oposición está convencida de que, pese a la mala experiencia de su gestión anterior, podrá mostrar un programa que tome nota de los errores cometidos y prometa cambios rápidos. Larreta habla de un plan de cien horas. En la intimidad, Macri redobla la apuesta: dice que deben ser diez horas.

Cuando la moneda del poder está en el aire, los debates y las internas son tan justos como necesarios.

Y deberían servir para que la coalición que gane no vuelva a ser una alianza electoral, sino una alianza de gobierno.