La preparación de la próxima Cumbre de los BRICS en Brasilia en noviembre de 2019 enfrenta varios retos, comenzando por los interrogantes que se plantean sobre el ambiguo papel que podría desempeñar el gobierno del presidente Jair Bolsonaro. Las dudas sobre la celebración de la Cumbre en Brasil se incrementaron después de los primeros meses de gobierno de Bolsonaro, pero las nubes parecieron despejarse después de la reciente reunión de jefes de Estado del grupo en la Cumbre del G20 en Osaka. Durante la reunión, Bolsonaro reiteró su compromiso de celebrar la Cumbre en Brasilia, y soslayó la discusión de algunos temas sensibles como la crisis venezolana y su apoyo al presidente interino Guaidó, una posición claramente enfrentada con el apoyo de Rusia y China al gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela. Sin embargo, la reunión preparatoria en Río el viernes 26 de julio, ha constituido una prueba de fuego para el gobierno brasileño como anfitrión y como miembro del grupo, particularmente después de su proclamada alineación con la administración Trump.
El grupo BRICS está compuesto por las cinco principales economías emergentes, Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, que en conjunto representan alrededor del 42% de la población, el 30% del territorio y el 18% del comercio mundial. A pesar de las persistentes críticas occidentales, el bloque BRICS muestra avances significativos desde su creación en 2009. En primer lugar, el grupo ha establecido y desarrollado más de treinta áreas de cooperación, incluyendo áreas como economía y finanzas; salud; ciencia, tecnología e innovación; y seguridad. En segundo lugar, incluso desde su creación, hubo un debate acerca de que los BRICS se convirtieran en una alternativa a algunas de las instituciones de gobernanza global existentes, como el G7, o que intentaran reformar y mejorar la gobernanza económica global. Sin embargo, en mayo de 2019, en una reunión en Washington, el grupo hizo evidente su disposición y compromiso para coordinar sus acciones con otras instituciones como el Banco Mundial y el Banco Asiático de Desarrollo. En tercer lugar, es importante tener en cuenta que entre los principales factores que contribuyen a promover el grupo se encuentran las economías de acelerado crecimiento de China e India, la convergencia estratégica euroasiática entre Rusia y China, y la creciente, pero difícil, coordinación política dentro del grupo RIC (Rusia, India, China, que son miembros, a la vez, de la Organización de Cooperación de Shangai). Los tres países son potencias nucleares y dos de ellas, Rusia y China, son miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU. El trío, junto a otros países, está configurando un polo gravitatorio euroasiático en el sistema internacional a través de un complejo entramado geopolítico.
La Cumbre de los BRICS en 2018 hizo un llamamiento para aumentar el comercio intra-bloque. Sin embargo, el grupo sigue rezagado con respecto a sus potencialidades en este campo, aunque China se ha convertido en el principal socio comercial de Brasil, representando el 27% de sus exportaciones y el 20% de sus importaciones y Rusia y la India avanzan en impulsar un mayor intercambio comercial con Brasilia.
Los retos fundamentales de los BRICS están relacionados con varios temas. En primer lugar, incrementar el compromiso de sus miembros para ampliar y fortalecer su débil arquitectura institucional y para aumentar la cooperación y el comercio intra-bloque. En segundo lugar, desarrollar posiciones conjuntas para contribuir a la gobernanza global y para impulsar su desarrollo y su eventual reforma. Y, en tercer lugar, integrar y abordar nuevos temas en la agenda del grupo, de acuerdo con las demandas de sus miembros. En este sentido, la reciente propuesta del gobierno de Brasil de centrarse en la lucha contra el terrorismo y el crimen internacional como uno de los temas principales para la próxima Cumbre de Brasilia, está en sintonía con las prioridades de la Organización de Cooperación de Shangai.
La Cumbre de Brasilia plantea desafíos importantes para el grupo debido a las declaraciones contradictorias de Bolsonaro y su alineación con la administración de Trump. Un tema especialmente problemático está relacionado con la crisis política, económica y humanitaria de Venezuela que afecta a toda la región y en particular a los países limítrofes, incluido Brasil, con un gran flujo de refugiados y migrantes. Sin embargo, las negociaciones en Oslo y Barbados entre el gobierno de Maduro y la oposición, promovidas por el gobierno noruego, parecen estar respaldadas tanto por Brasil como por Rusia y China. Por otra parte, una pista para entender el cambio de Bolsonaro hacia un enfoque más comprometido de la participación de Brasil en los BRICS es la presión del sector militar en el gobierno –más pragmático–, diferenciada de la postura más ideológica promovida por su ministro de Relaciones Exteriores, un nacionalista radical y un proteccionista en materia económica. La reunión de Río realizada el viernes pasado con una agenda abierta, tropezó con la declaración inicial del ministro de Relaciones Exteriores Araújo en torno a la necesidad de atender al “grito por la libertad” del pueblo venezolano y de apoyar al presidente interino Guaidó – en clara consonancia con la posición asumida por el Grupo de Lima el martes anterior en torno a un llamado a elecciones presidenciales en Venezuela. La intervención inicial de Araújo fue respondida por el ministro ruso Sergei Lavrov quien hizo un llamado al derecho internacional y a la no intervención externa en los asuntos venezolanos. El desacuerdo se saldó –aparentemente–, en la declaración final del encuentro con la eliminación de toda mención a Venezuela, pero se cierne como una sombra sobre la realización de la Cumbre de los BRICS en Brasilia.
*Analista internacional y presidente de Cries.