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murió el martes

“La derecha es culpa nuestra”: adiós al filósofo italiano Gianni Vattimo

Asiduo visitante de la Argentina, homosexual, comunista y católico, el autor y promotor del “pensamiento débil” falleció a los 87 años en Turín, la ciudad que lo vio nacer. Dejó una sustanciosa obra filosófica que lo sobrevivirá, y una larga serie de artículos y columnas escritos durante los años 90 en los que reclamaba igualdad de derechos para la comunidad gay italiana y mundial. El mundo filosófico y cultural, de luto. Fue colaborador del diario PERFIL.

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Vida y obra. Visitante asiduo de la Argentina, Vattimo dictó conferencias en numerosos ámbitos nacionales. | cedoc

El martes pasado falleció Gianni Vattimo en Turín, ciudad italiana que lo vio nacer hace 87 años. Filósofo de la posmodernidad, su teoría sobre el pensamiento débil resulta la definición más usual para alguien que, sin dudas, formó parte de la discusión mediática sobre el pensamiento contemporáneo: entre la rebeldía juvenil europea de la posguerra y la decepción por la izquierda dogmática, entre la violencia política y el crecimiento de valores filosóficos como cotizaciones especulativas.

Su carrera académica se desarrolló en el ámbito de la Universidad de Turín, donde, como él mismo reconocía, nunca fue discriminado por ser homosexual. Allí obtuvo la licenciatura en Filosofía en 1959 y completó la especialización en Heidelberg, Alemania, estudiando con Karl Löwith y Hans Georg Gadamer, discípulo de Martin Heidegger, cuyo pensamiento introdujo en Italia, a la vez que revalorizó el pensamiento de Nietzsche. En 1964 fue nombrado profesor asociado y en 1969 obtuvo la cátedra de Estética en la Universidad de Turín. Durante la década del 70 fue decano de la Facultad de Letras y Filosofía de la misma. Entre 1982 y 2008 continuó dictando clases de Filosofía Teórica en la misma institución, sin importar la categoría de profesor emérito: en la enseñanza encontraba un alimento vital.

Gianni Vattimo no solo fue un filósofo, sino un hombre comprometido en el sistema democrático. Intervino en grupos políticos como el Partido Radical, la Alianza por Turín, los Demócratas de Izquierda y los Comunistas Italianos. Fue candidato en las listas de Fuori!, una de las primeras asociaciones del movimiento de liberación homosexual italiano, fundada en 1971 en Turín por Angelo Pezzana. En la década del 90 resultó electo al Parlamento Europeo, ejerciendo en dos legislaturas, primero con los demócratas de izquierda y luego con Italia dei Valori, de Antonio Di Pietro, en 2009. Incluso en 2005 se postuló para alcalde de San Giovanni in Fiore, Calabria, para combatir lo que, en su opinión, era la “degeneración intelectual” que afligía a esa comunidad. Como señalan varios artículos periodísticos italianos, en estas intervenciones sus posiciones políticas se radicalizaron como arrebatos en contra de Israel o a favor del populismo venezolano de Hugo Chávez, algo que generó polémicas y reproches.

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El intelectual comunista, católico y homosexual tuvo un papel pionero en la promoción de los derechos de las personas LGBT+, definiéndose como “homosexual y cristiano”, escribiendo durante años una columna al respecto en el diario turinés La Stampa. Esta “vocación especial”, como afirmó en una entrevista concedida con motivo del Orgullo de Salerno en 2005, contribuyó a la elaboración del pensamiento débil: “Lucho por los derechos de las minorías –declaró– pero no como Pasolini, que fue mucho más extremo; se sentía como un Jesús crucificado por sus enemigos. Yo no lo vivo así. La injusticia para mí, entre otras cosas, consiste en nunca haber podido cortejar a mis compañeros. En este sentido, el cristianismo me empujó a luchar contra la injusticia”.

Asiduo visitante de Argentina, en 2014 fue invitado por la Fedun (Federación de Docentes de las Universidades) a una serie de conferencias en la UBA, presentando tres libros publicados por el sindicato: Dios es comunista, Esperando a los bárbaros y De la realidad a la verdad. En esa oportunidad declaró en un reportaje: “La impresión que tengo hoy de la Argentina, sobre todo de la cultura argentina, no varió tanto de la primera impresión. Si usted tomara mis declaraciones sobre el tema apenas llegué por primera vez, invitado por Jorge Glusberg, vería que no han cambiado. Buenos Aires sigue siendo una ciudad europea emplazada en América Latina. Es algo que se deja de sentir corriéndose un poco nada más, yendo a Río de Janeiro, por ejemplo. Hay algo que mancomuna a las grandes ciudades de América Latina, y es que son netamente latinoamericanas. Buenos Aires no. Probablemente es por eso que me gusta tanto. Culturalmente sigue teniendo una potencia inigualable, nutritiva, avasallante. No conozco otra ciudad así. Tal vez pueda igualársele Nueva York, pero no creo que muchas ciudades más se le parezcan en eso”.

Y como católico, en esa época, se refirió a la designación de Jorge Bergoglio como papa de la Iglesia Católica, lo que trae la cita a un contexto de agitación política actual en el país: “Francisco salvó a la Iglesia del suicidio al que la estaban empujando sus antecesores en base a la lectura literal de las Sagradas Escrituras y los dogmas, lo que a fin de cuentas históricamente solo ha servido para alejar a la comunidad de la Iglesia. Francisco está rodeado de problemas debidos a su entorno que ni siquiera alcanzamos a ver, pero son esos problemas los que siguen frenando lo que podría llamarse una verdadera revolución eclesiástica. Uno de los puntos en los que siempre ha insistido la Iglesia es la cuestión de la castidad, por eso es tan importante que Francisco tenga una visión positiva del amor homosexual. Al mismo tiempo, analizado en términos históricos, es algo escandaloso. Pero ese cambio es muy importante para la Iglesia porque, reitero, lo acerca a la comunidad, de la que se estaba alejando”.

Autor de más de treinta libros, entre ellos El pensamiento débil (1983), en coautoría con P.A. Rovatti, y El fin de la modernidad. Nihilismo y hermenéutica en la cultura posmoderna (1985), en un reportaje de abril pasado realizado por Giacomo Galeazzi para La Stampa, y tal vez el último, Vattimo definió una situación política y social que no es ajena a lo argentino: “La derecha es culpa nuestra”.