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tiempos criticos

La derecha extrema y el Parlamento Europeo

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Holandes. Geert Wilders, líder del Partido por la Libertad. | shutterstock

La próxima elección para integrar el Parlamento Europeo exhibirá, el  peligroso crecimiento de las derechas extremas en el viejo continente. Un peligro que solo dos dirigentes (Angela Merkel en Alemania y Emmanuel Macron en Francia) se atraven a hacer frente. Consideran que esas derechas fragmentarán el Mercado Común cuyo objetivo fue comerciar, y evitar las guerras continuas.

Con la crisis económico-financiera del 2007-2008 que insufló más desigualdad y la mar de carencias para el ciudadano, más la irrupción de inmigrantes del Medio Oriente y Africa, los europeos ingresaron en una zona gris y peligrosa: la xenofobia, el odio al “otro”, al extraño, a los que vienen a “robar los puestos de trabajo” más un antiislamismo sin distinción y a ojos cerrados.

Solo Alemania recibió entre el 2016 y 2018 dos millones de extranjeros. En lo que fue Alemania Oriental, la comunista antes de la caída del Muro, la xenofobia se transformó en desfiles con la mano en alto, al estilo nazi. Se debe aclarar que la unión de las dos Alemanias tuvo un costo altísimo, con la correspondiente suba de impuestos internos y los que vivían en la mitad del país anexado a la estrategia de la URSS pudieron ser adaptados en el lado occidental, pero como ciudadanos de segunda o tercera clase.
En todos los países esa extrema derecha puja para conseguir un asiento en el Parlamento continental, una institución decisiva, integrado por 751 diputados que representan a 376 millones de votantes. Es la única institución elegida por los ciudadanos de la Unión Europea. Junto con la Comisión Europea y el Consejo de la Unión Europea ejerce la función legislativa de última instancia para todas las naciones, sin exclusiones. Para conformarlo se eligió el sufragio universal, directo y secreto cada cinco años y sin intervalos desde 1979.Se reúne en Estrasburgo (Francia) o en Bruselas que es, en el amplio sentido, la ciudad-capital, de la comunidad europea.

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El supremacista blanco Steve Bannon, jefe de la campaña que llevó a Trump a la presidencia, luego echado de la Casa Blanca, está inyectando argumentos a las derechas duras. Mantiene relaciones con Marine Le Pen, jefa del segundo partido en votos en Francia, con el neofascista Mateo Salvini, que está en el poder en Italia junto con el Movimiento Cinco Estrellas, de ideología centrista y junto a todos los jefes de nuevas agrupaciones que actúan como bombas de fragmentación en diferentes países. Salvini se siente líder de la “Liga de naciones libres”. Los países bálticos, que fueron ejemplo de socialdemocracia, vienen dando su apoyo a partidos racistas y radicalizados.

Todas las derechas se sienten acompañadas. Holanda se expresa a  través de Geert Wilders, líder del Partido por la Libertad y en Checoslovaquia ocupa un papel preponderante Tomio Okamura, descendiente de japoneses, jefe del Partido Libertad y Democracia.
En general se definen partícipes de un movimiento contra los dictámenes de la Unión Europea. En Inglaterra, que no ha terminado de lanzar el Brexit, los independistas de derecha como Nigel Farage tendrán que votar. Sí o si.

Una concentración heterodoxa( AfP), pero con gran presencia de neonazis es el segundo en poder de voto en Alemania. Austria es dominada por una derecha neonazi.

En Hungría manda Víktor Orban, ex liberal, hoy sin ideología, pero oficiando de autócrata que se siente de derecha extrema. En el fondo lo que busca es hacer negocios, como en la URSS  de Putin y del resto de países que estuvieron bajo el sistema comunista.
La crisis ibérica permitió el surgimiento de VOX en el último año, que tiene su sede prácticamente en Andalucía.

Consiguió respaldo, con su verbo racista y falangista y ocupará 24 asientos en el Parlamento español. Europa está quedando a la deriva en estos nuevos tiempos de disgregación. Un peligro que impacta en el mundo.

*Periodista y escritor.