COLUMNISTAS
Gobierno y pandemia

"La desmesura del poder"

20200718_anticuarentena_protesta_cedoc_g
Protestas. Expresan un rechazo a las políticas implementadas. | cedoc

Ayer frente a un comentario del escritor y dramaturgo español Nando López en Twitter sobre el significado de enfrentar una enfermedad grave, escribí en esa red social: “La enfermedad no es épica”. El comentario del escritor estaba referido al cáncer y el mío era una observación genérica sobre el sentido de la enfermedad en una vida humana sin intentar aplicarla a ningún contexto social y político determinado. Sin embargo, esta frase despertó la suspicacia de un seguidor argentino que tras ratificar mi afirmación, pero aplicándola a la epidemia del coronavirus en el país, sostuvo que era “épico lo que intenta hacer el Gobierno para cuidar la salud de la población teniendo en contra un montón de gente que hace banderazos y lucha para su caída”.

Sin interés en entrar en debate sobre el acierto o error de la opinión vertida en la red social sobre la circunstancia que atraviesa Argentina en la pandemia, la vehemencia de la respuesta me recordó al libro del intelectual polaco Ryszard Kapusinsky que escribió en 1983 y tituló El Sha o la desmesura del poder. Es un lúcido ensayo de investigación sobre el fin de un sistema político en Persia. Y entre muchas sagaces reflexiones, tal vez deba destacarse cómo frente al avance de un poder sin frenos eficientes, el pueblo soporta dolores más allá de lo que corresponde.

Y esta situación es la que con las diferencias culturales y de régimen político aqueja a la Argentina que aún en el siglo XXI sigue debatiéndose para encontrar un sistema y un comportamiento social que respete la diferencia de criterios y el control de los gobernantes. El combate de la pandemia en todo el mundo ha provocado conductas disímiles aún en gobiernos con afinidades ideológicas y en los sistemas democráticos consolidados la crítica a las medidas aplicadas ha sido y es una característica constante.

Basta leer las noticias de todo el mundo para advertir que todos los gobiernos han tenido rechazos en sus políticas de diferente intensidad, pero que no se han tomado como conspiraciones golpistas ni atentados contra la estabilidad política.

¿Por qué Argentina continúa en esa falta de aceptación de criterios divergentes?

La observación a la que hago referencia es una muestra de lo que expresa el discurso del partido de gobierno y sus seguidores y no una expresión solitaria, sino un concepto que concibe el poder sin frenos sociales ni políticos y que también es compartido por sectores de la oposición.

Gobernar aún en una emergencia imprevisible no es épico, es la responsabilidad que asumen los representantes del pueblo en una circunstancia determinada. Sus competencias y sus límites están fijados en la Constitución y en las leyes dictadas en su consecuencia. Por consiguiente, los que han sido elegidos para gobernar deben resolver las diversas situaciones que se presentan aunque éstas sean extraordinarias. Asimismo, las medidas tomadas por el gobierno argentino se hicieron en un marco de excepcionalidad con una limitadísima actuación del Congreso y el Poder Judicial.

Las reacciones sociales de protesta al confinamiento obligatorio muy prolongado en el tiempo expresan un rechazo a las políticas implementadas que es natural a toda sociedad democrática y plural. No juzgo ni sus métodos ni su intensidad. Solo observo que no se diferencian de lo sucedido en otros sitios aún con políticas de resultados más exitosos.

La discrepancia y la posibilidad de expresarla son actos que implican el ejercicio de derechos humanos fundamentales que ninguna epidemia ni situación general puede impedir que se ejerza.

Vivir en democracia es aceptar que compartimos el espacio territorial y cultural con un conjunto de personas que piensan, sienten y se expresan en modo diferente. Lo que alarma es lo distinto, afirmaba Manuel Puig hace ya más de tres décadas y esa alarma está en la sociedad argentina, a pesar de las inconsistentes declaraciones de aceptación que solemos oír en los discursos armados, contradichos por las continuas muestras de intolerancia que observamos en ambos lados de eso que tristemente se ha llamado grieta.

 

*Profesor Derecho Constitucional.