La distribución de las actividades de cuidados no remunerados en las familias es algo que nos desvela desde hace años a las feministas y a las agencias regionales y mundiales de ONU. Lo que en los 70/80 llamábamos doble o triple jornada de las mujeres –ahora decimos que son tareas de cuidados no remunerados– que recaen más o casi exclusivamente en las mujeres.
Esto se ha agravado con la pandemia del covid. La reclusión en los hogares a la que nos vimos forzadas todas las personas conviviendo siete días las 24 horas cambió la vida cotidiana en una forma drástica. Pasamos al teletrabajo; a la escuela, la universidad y a todas las formas de capacitación virtuales, a la restricción de contar con el apoyo de otras personas para tareas domésticas, y otras de cuidados como el de niñez, personas ancianas, discapacitadas y/o enfermas crónicas. Así lo que se observaba antes que era la concentración de la carga de estas tareas en las mujeres, se vio aumentada con la pandemia y todas estas funciones de cuidado recayeron sobre todas las mujeres que conviven en los hogares. La realidad nos mostró a las mujeres en los hogares haciendo teletrabajo y simultáneamente cocinando, ayudando a los chicos en las tareas escolares y /o cuidando a los más chiquitos, las personas ancianas, discapacitadas y/o enfermas. Eso movilizó la necesidad de considerar políticas y programas de cuidados por parte de los gobiernos, algo que ya se planteaba, pero que en muchos países era más retórico que real.
En diciembre del 2020 con motivo de la presentación del documento conjunto de ONU Mujeres y Cepal: “Cuidados en América Latina y el Caribe en tiempos del Covid, hacia sistemas integrales para fortalecer los programas de recuperación”, el grupo de Mujeres del Mecanismo de Participación de Sociedad Civil en el Foro de Desarrollo Sustentable, organizó una reunión virtual con la participación de la directora regional de ONU Mujeres y la directora de la Mujer de Cepal. En esa oportunidad María Noel Vaeza, directora regional de ONU Mujeres dijo: “Los gobiernos tienen que incluir la variable cuidados en la planificación, diseño e implementación de las políticas macroeconómicas”. Y agregó: “Invertir en cuidados tiene triples dividendos: retorno de capital humano (mejora la calidad educacional y profesional); retorno en creación de empleo (permite que mujeres y hombres tengan empleo formal como cuidadores) y retorno en renta familiar (mujeres y hombres pueden insertarse plenamente en el trabajo)”.
A su vez Ana Guezmez, directora de la Mujer en Cepal señaló: “La sobrecarga de tareas de cuidados en las mujeres es un obstáculo para el empoderamiento económico y sus derechos a la igualdad de condiciones con los hombres”. En el informe surge que las mujeres pobres son más afectadas en esa sobrecarga y esto les impide salir de la pobreza. Otro aspecto que se señala: las personas que ejercen como cuidadoras son predominantemente mujeres y lo hacen en trabajo informal sin protección social y con bajas retribuciones, algo que debe ser modificado en forma urgente.
En el país el Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad asumió este reto y creó una comisión intersectorial para estas políticas, además de una comisión para redactar un proyecto de ley de Políticas de cuidados. Debido a la pandemia se adoptaron cien medidas para promover la redistribución de estas tareas de cuidados no remunerados.
Esas medidas se aplicaron para hombres y mujeres, una forma de estimular que sean mejor distribuidas entre mujeres y hombres. Sin embargo, esto necesita políticas más claras y que se acompañen de medidas y acciones para cambiar la valoración de estas tareas y eliminar la noción de que si los varones las hacen disminuye su masculinidad. En este sentido hay que retomar la revisión de los libros de textos escolares, algo que están haciendo en Italia, contribuye a la igualdad y es conveniente promoverlo. Además de la escuela los medios de comunicación tienen un importante papel que deben cumplir para lograr una sociedad más igualitaria.