Todavía no se han mostrado todas las cartas de esta carrera electoral presidencial, que tiene características inusuales.
Ser y nada. El hecho más extraño es la indiferencia de la sociedad. Mucha gente no sabe bien quiénes son los candidatos ni qué proponen. Aunque parezca mentira en una sociedad tradicionalmente muy politizada, la mayoría de las personas cuando son encuestadas, se enteran en el momento cuál es la oferta electoral y eligen en base a los nombres que le suenan más, una percepción lejana e indirecta. No es posible imaginar qué sucedería si la pregunta fuera abierta, esto es sin categorías predeterminadas. Esto genera un gran interrogante sobre los resultados de los estudios de opinión que no son predictivos, pero suelen estar presentados como si lo fueran.
Ahora si los ciudadanos al votar se basan principalmente en las percepciones antes que en la argumentación (razones explícitas) los equipos de campaña necesariamente comienzan a estructurar sus estrategias en la generación de spots de alto impacto que produzca un efecto de goce instantáneo y luego encontrar debilidades en sus contrincantes de forma de generar todo el daño posible. Para Aristóteles, “percepción” era uno de los cinco “sensus communis” propios de cada persona; cada uno empleado en singular. Los otros cuatro era: “memoria”; “experiencia”, “tecnología” y “ciencia” conformando los “sentidos comunes”. Hoy parece que tanto la memoria como la experiencia se han vuelto intrascendentes para el cotidiano, con el triunfo de la percepción y con él, el predominio de la imagen y las palabras claves, propias de las redes sociales.
El mapa y el territorio electoral
Indecisiones. Cuando se trata de argumentar las posiciones políticas la cosa se complica, los observadores de focus groups muchas veces terminan más confundidos que antes de verlos. La sociedad argentina no sabe lo que quiere, pero lo quiere ya, como decía aquel tema de la banda de Luca Prodan, Sumo. Contrariando a la opinión generalizada se puede plantear que, gran parte de la sociedad se ha habituado al estado de las cosas, a la inflación, a la inseguridad, incluso a la pobreza que sumerge a cuatro de cada diez argentinos. Cambiar ese estatus en forma profunda se percibe como sacrificial y por lo tanto, peligroso. Se trata de un principio de conservación o lo que Sigmund Freud llama neurosis traumática y/o el beneficio secundario de la enfermedad. En este marco las demandas sociales son confusas y contradictorias.
Este debate sobre si la sociedad quiere un cambio radical o no, es un subtexto que se comienza a vislumbrar en algunas de las discusiones de los candidatos. La forma (transitoria) que desarrolló el equipo de comunicación de Sergio Massa para correrse de esa discusión lejos de la campaña tradicional, es mostrarlo en su carácter de ministro incansable en infinitos actos de Estado, generando imágenes. La discusión directa se da entre Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta, donde la primera plantea un cambio radical de las reglas simbólicas del país, mientras que el segundo fluctúa según el contexto, los temas y los interlocutores. Una postura de Javier Milei poco comentada en el marco de sus propuestas es que si el país llegara a transitar por una hiperinflación, las reformas drásticas que expone se harían en cinco minutos, mientras que si tal tragedia no ocurriera le llevaría treinta meses.
Los debates. Uno de los temas más relevantes y que se debate públicamente en JxC y que deberá tomarlo Massa próximamente, es qué hacer con el cepo cambiario. Desde el rincón de Bullrich se plantea que habría que sacarlo desde el minuto uno desde su potencial triunfo. Rodríguez Larreta plantea con vehemencia que sacar el cepo es una locura ya que el dólar se iría a una cifra astronómica (¿5 mil pesos?). Los fundamentos de ambas posturas son borrosos, pero en la era de la percepción ¿importan los fundamentos?
Otro tema tenso es qué hacer con las indemnizaciones. Es un problema clave desde el el punto de vista de algunos economistas y empresarios que creen que es la razón principal por el cual no aumenta el empleo formal. Se repite con frecuencia (y no sin razón) que un juicio laboral puede llevar a la quiebra a una pequeña empresa. Patricia Bullrich en la reunión de la AmCham en mayo dijo que el sistema de indemnización actual “es un robo”, y que procederá a reformarlo totalmente. En cambio, Larreta apuntó a las multas que las empresas deben pagar en esos juicios, pero no al sistema en sí. También descartó un método como el de Mochila Argentina que sería apropiado según el jefe de Gobierno, para sectores con empleo dinámico como la construcción o el gastronómico.
El sistema indemnizatorio es tabú en el progresismo, ya que, desde esta perspectiva afecta derechos, en momentos que crece el empleo informal y el sistema monotributista que no otorga ningún derecho, a lo sumo una jubilación mínima en algún momento. Según datos del Indec para el primer trimestre de 2023 la población económicamente activa era de 14.200.000 personas, de aquí un millón son desocupados. De los ocupados sólo 6,2 millones tienen descuento jubilatorio, indicador clave para evaluar la formalidad. Es cierto que el empleo industrial crece sobre todo, en las empresas más grandes, pero este derrame es más lento en el mundo de la PyMe.
El tercer tema que se debate es qué hacer con los piquetes. Una discusión previa era qué hacer con los planes y programas sociales, sin embargo, se llegó a un consenso básico que por ahora, son intocables, eliminando la intermediación de los movimientos sociales. Es muy probable que sea un problema de CABA y de algunas provincias que sufren cortes de rutas. Pero el tema vuelve a ponerse sobre la mesa, cada vez que hay piquete (ahora acompañado por el acampe) como ocurrió esta semana en Av. 9 de julio.
Saber mostrar. El nombre de la avenida “más ancha del mundo” coincide con la fecha del lanzamiento formal de la campaña electoral. De ahora en más los medios se atiborrarán de publicidades y podrá apreciar el triunfo de la imagen en forma de spots televisivos.
*Sociólogo (@cfdeangelis)