Lo primero que hay que reconocer es que uno no está dentro del anillo de Don Julio como para saber
exactamente cómo se cocinó el nombramiento de Diego Maradona. Pero algunas cosas se pueden intuir,
conjeturar. Por ejemplo, que el Señor del Todo Pasa es afecto a las estructuras elementales de
parentesco, tipo familia italiana, y que por consiguiente decidió elegir dentro de su árbol
genealógico, dentro de la gente que lo llevó al poder en FIFA con un título mundial y un
subcampeonato mundial. Es decir, la dupla letal de Maradona y Bilardo. La sangre manda y por eso
hay que tachar los recuadros donde decía: Russo, donde decía: Bianchi. A Batista, un apresurado a
la hora de sentarse en el banco que dejaba Basile, se lo llamó al orden y –aun con la medalla
olímpica en su pecho– se lo redujo hasta que cupiera en el rectángulo de un chocolatín Jack.
Ahí dentro y con este calor, rodeado de chocolate, está esperando el llamado de Diego que logre
romper el hechizo que lo paralizó. Con esta decisión, el gerente de Contenidos de AFA consiguió dos
cosas: primero, que Bianchi hiciera público su deseo de ser el DT de la Selección (a pesar de que
antes había satanizado a Grondona) para después liquidarlo nombrando a un entrenador junior, sin
experiencia –o con experiencia negativa– que representa las antípodas de la forma de
trabajar del Virrey de Liniers. La venganza, se sabe, es una hamburguesa de cancha que se come
fría. ¿Qué se puede esperar de la Selección de Maradona? Para empezar, un componente dramático que
hace mucho el equipo nacional no tiene. Con el 10 a la cabeza, se inicia la saga de la gran
telenovela deportiva argentina. Esto no se le ocurrió ni a Suar. Imaginemos la tensión entre él y
Messi –que trata de ser el nuevo Maradona y les replica el gol a los ingleses como si tuviera
un Simulcop–, o las disputas familiares entre la hija de Maradona y el Kun y la forma en que
estas tensiones repercuten en la formación del equipo. ¿Pero cómo, el Kun no está ni en el banco? O
por el contrario, las sospechas de todos cuando Ezequiel Lavezzi esté en mejor forma pero igual
juegue el Kun. O los futuros desencuentros entre el volcánico Diez y el emo Román Riquelme (¡¡dos
titanes peleándose en tercera persona!!). Con Maradona –un multimedio en sí mismo– la
Selección se va a convertir en un reality donde todos van a estar encerrados con un solo juguete.
Lo cierto es que, como en esos tomates de plástico que esconden en su interior un pedazo de carbón
que atrae todo el mal olor de la heladera, la figura hipermediática de Maradona puede llegar a
cargar en sus hombros toda la presión del ambiente del fútbol. Y al Pelusa, cuando jugaba, eso no
le hacía ni una cosquilla. Al contrario, parecía que lo estimulaba aún más. De manera que toda la
presión al Diez y más libertad para sus jugadores. ¿Y Bilardo? ¿Y el León que actuaba con Bilardo y
el Bambino en las trasnoches futboleras alemanas? En fin, Julio Grondona pone rumbo a su último
mundial y decidió quemar las naves con su círculo íntimo. Un trío inestable que ha estado peleado
entre sí a lo largo de los años. De alguna manera, son como otra banda más de rock que decide
volver al ruedo: están más viejos, más cínicos, pero igual tratarán de repetir los mismos hits.
Llegó la onda retro.
*Escritor.