COLUMNISTAS

La historia completa

La recuperación del nieto de Estela de Carlottoes un hecho feliz que no debe ser abordado por el aprovechamiento político partidario.

Foto: La voz del interior
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No es imprescindible tener la bendición de la “abuelitud”, vale decir, ser abuelo, para conmoverse profundamente ante el destino de criaturas cuya identidad, el legado más íntimo y más poderoso, ha sido suprimido o ha sido reinventado. De tal manera que, en general, los seres humanos, aun cuando no hayan llegado biológicamente a la edad de la “abuelitud”, como me gusta llamarla, tienen a identificarse profundamente con las peripecias de criaturas que han desencontrado el camino a través del cual llegaron a la existencia.

La hermosa noticia de hoy, la aparición de Guido Carlotto, a los 36 años, una vez que las pruebas genéticas demostraron de una manera concluyente que es el nieto de la señora Estela Barnes de Carlotto, no puede ser ignorada ni subestimada. Es una buena noticia para todos aquellos seres humanos, para los ciudadanos que nos hemos históricamente asociado a la norma del gobierno de la ley.

Estas palabras pretenden encaminar, en el terreno legal, lo que ha sucedido. Por de pronto, como una forma de recapitular esa tragedia argentina, efectivamente, en los años 70, y particularmente entre 1976 y 1979, varios centenares – su número nunca podrá ser totalmente precisado – de bebés fueron sustraídos a sus madres. Estos bebés eran, en la casi totalidad de sus casos, hijos de militantes políticas que habían pasado al accionar armado.Hoy, en su conferencia de prensa, la señora de Carlotto reivindicó el carácter de montonera de su hija Laura, la madre de este hombre de 36 años que hoy ha aparecido. Las condiciones de clandestinidad absoluta en la que se desenvolvía el accionar armado de Montoneros, ya en aquel momento en contra del régimen militar, pero que había pasado a la clandestinidad nada menos que en 1974, tornó, en muchos casos, poco menos que imposible hasta la propia identificación de los padres de las criaturas.

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Hay en este episodio de la llamada “guerra sucia” un aspecto siniestro que nunca he dejado de condenar e identificar como auténtico huevo de la serpiente.

Si bien es cierto que en la abrumadora mayoría de los casos, los sustractores (fuerzas represivas, militares y de seguridad), terminaban entregando los bebés a matrimonios que se hacían cargo de la crianza, también es verdad que en estos casos había, de parte del gobierno militar, la fantasía de que de esta manera estas criaturas iban a ser reeducadas en un ideario que no tuviera que ver con la subversión. Lo sucedido hoy permite un regocijo muy importante con nuestra condición de seres humanos, pero ha habido, igualmente, un aprovechamiento político partidario.

En 1985, el presidente Raúl Alfonsín, a pedido de las Madres de Plaza de Mayo, asignó dos fiscales para que se dedicaran especialmente a los casos de secuestro y desaparición de niños: los doctores Mariano Ciafardini y Aníbal Ibarra. Esto pasó hace 29 años. El secuestro y ocultamiento de identidad encuadran en la calificación de delito continuado, porque persiste en el tiempo. El caso de estas criaturas, sustraídas tras salir del vientre de sus madres, no fue alcanzado por las normas de la “obediencia debida” y pudieron seguir siendo investigados por la justicia. Más todavía, algo que hoy no ha sido recordado: el gobierno de Raúl Alfonsín dispuso la creación del Banco Nacional de Datos Genéticos, en el que se han depositado muestras de sangre de las familias de desaparecidos que serán guardadas hasta el año 2050, con el fin de compararlas con cualquier persona con la que se suponga puedan existir lazos de parentesco. Estos propios datos del Banco Nacional de Datos Genéticos fueron lo que permitió desestimar completamente ese bochorno de la pretensión de que los hijos de la señora Ernestina de Noble eran hijos de desaparecidos. La conclusión fue taxativa: no lo eran.

Hay que decir algo más, si vamos a reconstruir la historia de manera honesta: durante el gobierno del presidente Carlos Menem se dispuso la creación de la Comisión Nacional de Derecho a la Identidad. La CONADI, mencionada hoy por la señora de Carlotto, fue creada para que los jóvenes con dudas sobre su identidad pudieran verificar su filiación sin necesidad de la intervención de un juez. Esto se hizo en los gobiernos de Alfonsín y de Menem. La historia no empezó en 2003.

Lo que sí hay que decir es que recién en 1998, 15 años después de la restauración democrática, el estatuto que creó la Corte Internacional de Justicia Penal en Roma, determinó y tipificó crímenes de lesa humanidad o crímenes contra la humanidad.

Muy rápidamente, son crímenes contra humanidad desde 1998: asesinato, homicidio intencionado, exterminio, esclavitud, deportación o traslado forzoso, encarcelamiento u otra privación grave de la libertad, violación, esclavitud sexual, prostitución forzada, embarazo forzado, esterilización forzada, persecución de un grupo o colectividad con identidad propia por motivos políticos, raciales, nacionales, etcétera, desaparición forzada de personas, detención o secuestro de personas por un estado o una organización política o con su autorización, consentimiento o aquiescencia crímenes de apartheid, otros actos inhumanos, discriminación. Quince años después de la restauración democrática, el mundo se dio un instrumento legal para poder encarar, intentar la persecución judicial de estos casos.

Una vez más, a la historia argentina hay que verla en su totalidad, no de manera facciosa, interesada, oportunista y militante; como cualquier argentino, me congratulo con la aparición de Guido Carlotto, el nieto número 114 que ahora sabe realmente quién fue su madre, sin que esto implique, como sucedió en muchos casos, el repudio a los padres que lo han criado con amor.

Pero a la historia argentina no la podemos seguir viendo en términos de odio y de ganancia político - partidaria. Este país fue el primero, y hasta ahora único del mundo, en el que gobierno civil juzgó a un régimen militar precedente. No me canso ni me cansaré de reiterarlo: el juicio a las Juntas concluido en 1985 fue el punto de partida y el comienzo de la relación de nuestro país con la memoria.

Han pasado ya 30 años. Lo de hoy es de celebrar. Pero la totalidad de lo que hay que reivindicar es el producto de las mejores energías de los argentinos y no solo de los intereses miopes y pequeños del actual grupo gobernante.

(*) Emitido en Radio Mitre, el martes 5 de agosto de 2014.