Alberto Fernández le habría dicho a Daniel Scioli que se prepare para ser precandidato presidencial en las PASO del año próximo por si él mismo no llegara con posibilidades electorales. El viernes, en el acto organizado por la Unión Obrera de la Construcción, acompañó a Alberto Fernández un gobernador: el de la exitosa San Juan, Sergio Uñac. Simultáneamente, a 15 mil kilómetros de distancia, en Roma, el gobernador de Chaco, Jorge Capitanich, era recibido por el papa Francisco después de haber hospedado él mismo en su provincia la semana previa a Cristina Kirchner en su promocionada “disertación” universitaria. En la otra vereda, pero dentro del peronismo, el experimentado y exitoso gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, es un inasible capital político que todos quieren sumar, comenzando por Juntos por el Cambio, como parte de la fórmula presidencial o como jefe de Gabinete, pasando por el peronismo no kirchnerista, que no gobierna territorio y aspira a tener al Gringo de primus inter pares de una tercera vía separada electoralmente tanto de Juntos por el Cambio como del Frente de Todos pero eventual aliado del nuevo gobierno pasadas las elecciones.
Todos son o fueron gobernadores del peronismo y recuerdan a los analistas aquella liga de gobernadores y ex gobernadores del PJ que en 2002 se hizo cargo de la crisis que había estallado junto a la convertibilidad, a finales de 2001, primero con el puntano Adolfo Rodríguez Saá y luego definitivamente con el bonaerense Eduardo Duhalde. Y hay que agregar al elenco al actual jefe de Gabinete de Alberto Fernández, Juan Manzur, en licencia como gobernador de Tucumán.
En el campo político de la oposición, la situación es la misma: quienes tiene poder territorial son siempre líderes del espacio. comenzando por Rodríguez Larreta, de Ciudad de Buenos Aires; Gerardo Morales, de Jujuy, o Alfredo Cornejo, ex y probable nuevo gobernador de Mendoza.
Es que, aun con imperfecciones, Argentina se diferencia de todos los demás vecinos de Sudamérica –excepto Brasil– por ser un país federal donde buena parte de las decisiones (seguridad, educación, salud pública, entre otras) son tomadas con total potestad por los gobernadores de cada distrito. Pero también porque para presidir el país hacen falta cocimientos de la complejidad de la administración pública que difícilmente se puedan tener si haber pasado por el cursus honorum de una experiencia como gobernador o jefe de Gabinete nacional. Desde Menem en adelante, todos los presidentes tuvieron esos antecedentes en sus credenciales excepto Cristina Kirchner, que asumió su primer mandato casi en un cogobierno con su marido, el presidente saliente, experto ex gobernador de Santa Cruz durante varios períodos.
A otro que le dijeron que se preparase –en ese caso se lo habría dicho Cristina Kirchner– pero sin haber atravesado la experiencia de ser o haber sido previamente gobernador es a Sergio Massa, pero habiendo sido jefe de Gabinete, candidato presidencial y presidente de la Cámara de Diputados, homologa con creces sus credenciales con las de gobernador. Pero Massa se diferencia del resto de los del panperonismo por no ser del interior, encarnando el sentir federal que moviliza muchos gobernadores a reclamar su turno después de varios períodos de candidatos porteños o bonaerenses.
Experiencia y territorio dan ventajas sobre experiencia sin los recursos materiales que permiten estar conduciendo actualmente un gobierno, ese es el caso hoy de Scioli. Otro punto que ordena esta taxonomía federal es la posibilidad de ser reelectos en sus provincias por un período más o que hayan agotado esa posibilidad por el límite de la Constitución provincial. Esa es la situación de las dos figuras más fuertes del PRO y la UCR, ni Horacio Rodríguez Larreta se puede presentar otra vez a jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, ni Gerardo Morales a gobernador de Jujuy, ambos por estar concluyendo sus segundos mandatos, lo que los empuja con más ímpetu a la conquista de una candidatura nacional. Y lo mismo sucede con Juan Schiaretti en su provincia aunque la actitud del gobernador de Córdoba es de mayor desapego con el poder.
Distinto es el caso de Capitanich, que puede ser reelecto en su provincia para un segundo período consecutivo y cuarto en total porque fue gobernador por primera vez entre 2007 y 2011, por segunda vez entre 2011 y 2015 y luego intendente de la capital de la provincia. La longeva relación de Capitanich con el poder es llamativa porque además fue dos veces jefe de Gabinete de diferentes presidentes: Duhalde y Cristina Kirchner.
Sergio Uñac acumula como gobernador dos períodos: 2015-2019 y 2019-2023, y podría presentarse a uno más gracias a la modificación constitucional que le permitió a su predecesor y maestro, José Luis Gioja, poder gobernar tres períodos consecutivos: 12 años, de 2003 a 2015. Pero como Uñac fue vicegobernador de Gioja en su último período, 2011-2015, y la Constitución provincial es ambigua respecto de si se computa o no como un mandato el haber sido vicegobernador, podría judicializarse su eventual candidatura con el antecedente de fallos en contra a los gobernadores de La Rioja y Río Negro cuando intentaron volver a ser gobernadores en la misma situación.
Al igual que Sergio Uñac, el actual jefe de Gabinete Juan Mansur también fue vicegobernador de su predecesor, el cuestionado José Alperovich, pero recién está trascurriendo su primer mandato como gobernador de Tucumán, bajo licencia pero con una relación tormentosa con su actual vicegobernador,
Tener o no tener la posibilidad de un período más como mandato modifica la perspectiva temporal de cualquier gobernador. Y obviamente la edad de cada uno de ellos también hace mucha diferencia en la actitud con que toman el desafío. Juan Schiaretti tiene 72 años, Daniel Scioli tiene 65 años, Gerardo Morales tiene 62 años, Jorge Capitanich tiene 57 años, Horacio Rodríguez Larreta tiene 56 años, Juan Manzur tiene 53 años y Sergio Uñac, el más joven, tiene 52 años. Vale recordar que Alberto Fernández tiene 63 años, Cristina Kirchner 69 y Sergio Massa recién cumplidos 50.
La moneda está en el aire, como lleva de título el libro del gran historiador económico Pablo Gerchunoff. Y también podría ser el próximo presidente un tapado o alguien que nunca ejerció un cargo ejecutivo, como Javier Milei. Aunque la historia de las últimas décadas demuestra que la sociedad prefiere, para ocupar la presidencia, alguien que haya acumulado saberes tras una relevante experiencia en la administración pública.