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La lección de Mamdani

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Mandani. Su propuesta fue antagonista a la de Trump. | AFP

Las recientes elecciones por la alcaldía de Nueva York, salvando especificidades obvias, permiten aproximarnos conceptualmente al tipo de campaña electoral capaz de enfrentar y vencer a la ultraderecha, aunque su candidato provenga de un partido formalmente diverso como Cuomo, representante de la vieja elite demócrata, que transformó a un partido de origen popular en poco menos que lazarillo de las políticas de Wall Street en el auge de la globalización.

La primera lección de Mamdani es sin duda no someter la campaña a las indicaciones performáticas de la consultoría habitual, incapaz de superar la barrera del sentido común dominante instalado en medios propios y extraños.

Efectivamente, el discurso de Mamdani no replicó el de los medios trumpistas, pero tampoco el de los demócratas tradicionales.

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Tanto se apartó Mamdani de los discursos mainstream, que al día siguiente del discurso de victoria del alcalde, los comentaristas políticos parecían estar desconectados de la realidad.

En un extremo, el veterano comentarista liberal Van Jones afirmó que el tono de Mamdani fue cortante y que casi gritaba. Jones describió la actuación con un tono ominoso, como un cambio radical de actitud.

En el polo opuesto, el ideólogo de extrema derecha Steve Bannon pareció coincidir con Jones. “Es un tipo furioso. Fue muy directo”, dijo Bannon sobre el discurso de Mamdani. Ante lo novedoso, “los extremos” se juntaban.

Sin embargo, sería errado suponer que Mamdani transitó una vía intermedia para ganar. De hecho, su discurso fue polarizador en extremo con el gobierno federal y sus políticas distritales, desplegó un antagonismo basado en propuestas de gestión concretas. Alquileres controlados, guarderías gratuitas, transporte subvencionado, atención médica accesible, todas propuestas también impensables para la burocracia demócrata posibilista y cínica.

Insistimos, las propuestas de Mamdani fueron antagónicas a la crueldad trumpista, no le concedió nada, pero gran parte de lo que lo hace tan popular, y por ende tan amenazante políticamente, es su exuberante y auténtico cariño por los neoyorquinos comunes y corrientes. Se diferenciaba así del trumpismo cruel y gélido pero también de la vieja y embalsamada oligarquía demócrata.

“Existe una imagen icónica de Hillary Clinton en la campaña de 2016, donde se la ve fuera de lugar y visiblemente incómoda en un apartamento obrero del East Harlem. La campaña de Zohran Mamdani para la alcaldía fue todo lo contrario. Se sentía como en casa en cada barrio y en cada calle, conversando con todo tipo de personas con curiosidad y entusiasmo. Parecía disfrutar sinceramente de la compañía de los neoyorquinos, desde los pasajeros del autobús hasta los feligreses, pasando por los vendedores ambulantes, el público de los conciertos de rock, los baristas y las abuelas que practican tai chi” (Meagan Day, Jacobin Magazine, noviembre de 2025).

Una segunda lección es que toda campaña exitosa contra la ultraderecha deberá considerar que la infatigable bondad de Mamdani es un mejor medio para ganar que el estilo cáustico y cínico que la oposición ha perfeccionado durante la última década.

Además, los demócratas “centristas”, con su afán de corrección, resultaban insoportables, reprendiendo a la “chusma populista” de ambos bandos. Parecía justo rebelarse contra ese régimen de falsa amabilidad con élites que, más allá de los partidos de origen, trataban con decoro al régimen que multiplicaba la desposesión ciudadana.

Mamdani, al contrario, encarnó el axioma del fallecido comentarista de izquierda Michael Brooks, quien exhortaba a ser “implacables con los sistemas, pero amables con las personas”.

Y aunque el odio siga interpelando a un segmento ciudadano, la cordialidad de Mamdani, se siente hoy tan fresca como lo hizo el descarado rencor de Trump hace diez años.

Un amplio sector ciudadano la percibe como un antídoto contra la miserable misantropía y el desprecio tribalista, que no han hecho más que deprimirlo e inmovilizarlo durante la última década.

Su sincero aprecio por la gente común y su negativa a dejarse arrastrar por el torbellino de la negatividad política son cualidades para enfrentar a la ultraderecha actual. Si antes no sabíamos cómo comportarnos en esta era de sadismo político, ahora tenemos una guía: hay que tomar distancia crítica de la consultoría habitual, antagonizar sin conceder nada con el sistema que proponen la ultraderecha y las oligarquías del propio partido con propuestas concretas y tener proximidad sincera, empática y “espiritualmente alegre” con la gente común, aun y especialmente cuando las circunstancias de vida que atraviesen sean muy difíciles.

*Director de Consultora Equis.