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La letra antes de la letra

Sus seiscientas páginas prometen ser una delicia y las que leí muestran un Kerouac distinto.

Por esas extrañas vueltas del destino, en la misma semana me llegaron libros de tres autores que tienen una característica común. No los autores, que no creo que tengan ninguna, sino los libros, como pasaré a explicar. La ciudad pequeña, la gran ciudad (Anagrama) es la primera novela de Jack Kerouac. Publicada en inglés como The Town and the City en 1950, siete años antes que On the Road, que convertiría a Kerouac en ídolo y leyenda beatnik. Cuando Kerouac no había desplegado su inconfundible estilo, escribía bajo la influencia de Thomas Wolfe, el autor de Of Time and the River, por lo que esta novela suele describirse como un trabajo de Kerouac antes de ser Kerouac. De todos modos, sus seiscientas páginas prometen ser una delicia y las que leí muestran un Kerouac distinto del conocido, pero ciertamente familiar.

Si The Town and the City es Kerouac antes de Kerouac, tanto Belacqua como Los huesos de Eco (Godot) forman parte del período que se conoce como Beckett antes de Beckett. Precedidos por la novela Sueño con mujeres que ni fu ni fa, que innumerables editores rechazaron en vida del autor, Belacqua (More Kicks than Pricks, 1934) es una colección de relatos con un personaje común, mientras que “Echo’s Bones” es otro relato sobre Belacqua que el editor rehusó agregar a la colección y también pasó a ser póstumo. Ambos, traducidos por Matías Battistón, aparecen por primera vez en castellano. En esa época, Beckett escribía en inglés en un estilo joyceano, lleno de citas en varios idiomas y alusiones al Dante. Eso fue quince años antes de que decidiera mudarse al francés, despojar su prosa y cambiar completamente de estilo para alcanzar la gloria con su famosa trilogía de novelas y su aun más famosa pieza Esperando a Godot. Despreciado por editores y lectores de su época, el Beckett pre-Beckett hoy resulta un poco intrincado y oscuro, pero muy agradable.

Y finalmente tenemos El libro de la transformación (Interzona) que en realidad no es un libro de Pessoa sino un proyecto de Pessoa cuyos fragmentos fueron reunidos por Nuno Ribeiro y Cláudia Souza, dos eruditos de la Biblioteca Nacional de Portugal. Pero sí es otro caso de versión prematura, un Pessoa antes de Pessoa, que en 1908 concibió trabajos para cuatro autores a los que hoy se denomina “preheterónimos” para distinguirlos de sus muchos heterónimos posteriores: el (entre otras cosas) poeta Alexander Search, que escribiría en inglés, el estudioso de la sexualidad y la decadencia en francés Jean Seul de Mélurert, el misterioso agitador portugués Pantaleão y el traductor Charles James Search, hermano del otro Search, que volcaría al inglés una colección de poetas portugueses y españoles. Battistón es uno de los cuatro traductores (uno para cada preheterónimo) de los fragmentos que finalmente Pessoa esbozó, tachó y corrigió. Al final del libro, los traductores explican que uno de ellos (de los traductores) no existe. Las quinientas páginas del Libro de la transformación prometen diversión a raudales porque no hubo un escritor como Pessoa: tan buen pensador y poeta, tan loco como para distribuir su talento, sus ideas y sus contradicciones entre una multitud de empleados ficticios. A Pessoa, como a Borges, se lo solía confundir con tipos solemnes. Hoy resulta más fácil admirarlos.

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