La escolástica produjo una montaña de textos alambicados para demostrar hasta lo indemostrable. Estudiarlos es un gran ejercicio para ordenar la mente y pensar con lógica, pero si se los toma en serio alejan de lo real. En 1318 Guillermo de Ockham puso la base del método científico elaborando el principio de la Navaja de Ockham: para entender un evento hay que escoger la explicación que use el menor número de causas, factores o variables. En definitiva, siempre es mejor la explicación más sencilla. La ciencia que nos está llevando a conquistar el cosmos tiene que ver con el sentido común, rechaza la excepcionalidad, la magia y el lenguaje de crucigrama de algunos intelectuales.
Vivimos una pandemia impredecible. Un importante profesor de Harvard dijo que puede terminar con la especie. Ojalá toda la humanidad pudiera vacunarse cuanto antes con la mejor vacuna que exista. Está en juego la vida de la gente, hay ya más de dos millones de muertos por la peste. Ecuador, Chile, México están aplicando vacunas prestigiosas, las mismas que se pusieron el Papa, los reyes, presidentes, primeros ministros y magnates de muchos países. Los argentinos en cambio reciben una vacuna rusa que ni siquiera quiso usar Putin. El Principio de la Navaja basta para dudar de este medicamento: los simples datos hacen que se prefiera una vacuna seria. Actualmente es fácil acceder a información científica sofisticada leyendo revistas como Lancet, el New England Journal of Medicine o Jama. Preocupado por mi edad y mis dolencias lo hice durante todo el año y nunca encontré un papel que avale la vacuna Sputnik. ¿Por qué tenemos que conformarnos con las vacunas que usan Venezuela y Bielorrusia? ¿Estaremos por importar el componente de Listerine que, según Maduro, cura el coronavirus? ¿No sería bueno que cualquier argentino pueda recibir la misma vacuna que se puso Francisco, como otros latinoamericanos, norteamericanos y europeos?
Ciencia. Pasa lo mismo con otras cosas. La pandemia profundizó cambios que se venían dando con la tercera revolución industrial. Desde hace años hablamos en esta columna sobre la crisis de la vieja política y la irrupción de nuevas formas de poder. Se ha dado un gran avance que puso en la agenda de la política temas inclusivos, de respeto por la diversidad, de preocupación por la vida, pero también ha fomentado grupos del White Power que toman el Capitolio, terraplanistas, y otros lunáticos que creen en un complot de sociedades secretas de pedófilos dirigidas por Obama y Hilary Clinton que conspiraron contra Trump.
En las elecciones de estos días proliferan los candidatos. Ecuador escogerá su nuevo presidente entre 16 postulantes, después lo hará Perú con 23 y en Nueva York habrá 35 aspirantes. Algunos políticos retirados como Bucaram y Gutiérrez en Ecuador o Hernando de Soto en Perú recordaron en el encierro viejos tiempos y vuelven a la arena con pobres resultados.
Muchos no se ubican en la realidad. Bolsonaro creyó que influía en las elecciones norteamericanas con sus declaraciones destempladas, pero solo hizo el ridículo. Cuando un periodista le preguntó a Biden cuándo lo llamaría, el norteamericano solo pudo reírse. Tampoco se habrá inquietado con la declaración de nuestro canciller, que lo “puso en su sitio” el día del triunfo. Otra vez sirve la Navaja de Ockham: mas allá de la frondosa palabrería, no vivimos en potencias con poderes sobrenaturales. La poca riqueza y ciencia que producimos dice cuál es nuestra importancia en el mundo. Ni China, ni Estados Unidos, ni Europa nos darán importancia mientras no tengamos otro nivel de desarrollo y será peor si retrocedemos con el pobrismo medieval.
Deterioro político. Las elecciones ecuatorianas y las peruanas muestran el deterioro de la política en la región. En el debate presidencial de Ecuador un candidato ofreció abrir relaciones diplomáticas con los “países que están detrás de la Cortina de Hierro”. Otro, que se retiró, tenía la fórmula para volver rico al país: exigir a China una indemnización multimillonaria por el Covid y si no la paga poner bases militares ecuatorianas en Taiwán para amedrentarle. De seguro Taipéi lo permitiría y China se rendiría ante la amenaza.
La comunicación política es distinta, a veces superficial, pero hay que estudiarla. Malcolm Gladwell criticó, desde su punto de vista, lo que llama “cliquismo”, la política de las redes que carece del sustento y la permanencia de la política programática. En su polémica con Clay Shirky en From Innovation to Revolution; Do Social Media Make Protests Possible? dice que la política en red lleva a la frivolidad. Con la pandemia y el fracasado lanzamiento de la candidatura de Trump provocado por jóvenes que usaron la plataforma Tik Tok, hemos llegado a algo peor: el tiktokismo.
En el posgrado de la GWU enseñamos el uso de herramientas cuantitativas y cualitativas para analizar el ánimo de los votantes. Es bueno hacer una comunicación festiva si están muy optimistas y debe ser más severa cuando están deprimidos. Los estudios coinciden en que el 90% de los ecuatorianos está desesperado por la pandemia, la situación económica, el aislamiento. Tienen la actitud más pesimista de los últimos 40 años. En ese escenario, la mayoría de los candidatos baila.
Si en EE.UU. los adolescentes bailan en Tik Tok, en Ecuador los candidatos los imitan
Tiktokismo. Si los adolescentes norteamericanos danzan en Tik Tok, los candidatos creen que deben hacerlo en Ecuador. Lo que ocurrió en Tulsa fue genial, es objeto de estudio, pero no es suficiente bailar para atraer “milenials”. El resultado es grotesco. En un spot, un ex presidente anciano se mueve con torpeza al frente de un grupo de prostitutas en un barrio de tolerancia. La habanera del tiktokeo. ¿Qué mensaje quiere transmitir y a qué target? Otros candidatos asoman con grupos de bailarines, que a veces encabezan personalmente, en un país en el que decenas de miles de personas lloran a sus muertos por la peste y la gran mayoría está desesperada por el temor al desempleo y al hambre.
Nunca hubo comicios tan ensombrecidos por la posibilidad de un fraude. La máxima autoridad electoral denunció ante la Fiscalía a cuatro de los cinco consejeros que manejan las elecciones por su manejo irregular de la campaña, pero ellos siguen en sus puestos. Terminarán presos si, como es probable, no gana el candidato para el que trabajan. Ojalá la angustia no los lleve a cometer más irregularidades como suspender las elecciones o descalificar al candidato que está al frente de las encuestas. Un acto fraudulento más puede producir el caos.
Rafael Correa tuvo un estilo pendenciero de gobierno. Chocó con los medios de comunicación, las organizaciones sindicales, indígenas y todo lo que no le gustaba. El círculo rojo quedó resentido y enojado, cree que la mayoría de la población siente lo mismo, pero no es así. Correa gozó de una década de bonanza petrolera y pudo dejar obras que se ven en todo el país.
Como en Bolivia. En Ecuador se repite lo ocurrido en Bolivia. La persecución de la señora Añez al MAS logró que Luis Arce sea elegido por amplia mayoría. La historia política está llena de ejemplos similares como Perón, Haya de la Torre, Velasco Ibarra y decenas de líderes más. Lo señalamos en esta columna hace tres años: el acoso a Correa lo iba a victimizar y ayudar a volver.
Instalaron juicios que avanzaron a gran velocidad para descalificarlo. Una Corte de Justicia que carece de credibilidad y que condenó también al ex presidente Mahuad con una sentencia absurda, ordenó que se ponga una placa en el Palacio Nacional insultando a Correa y que se le incauten todos los bienes obtenidos con la corrupción. La sorpresa fue enorme. Correa no tuvo funcionarios que revoleen sacos con millones de dólares para esconderlos en un convento, ni un chofer y un jardinero dueños de cientos de millones de dólares, ni un amigo cuyas propiedades agrícolas pasen de una maceta a 600.000 hectáreas en su gobierno.
En otros países han pasado cosas así. Con la sentencia le incautaron una casa de clase media y el tercio de un departamento que heredó de su padre. Es difícil de entender lo que pretendían sus perseguidores, pero la sentencia parece un certificado de honestidad para el ex presidente: dice que no ha tenido nada.
Finalmente, la campaña que pretendió aglutinar al anti-correísmo es una de las más derrochadoras y deficientes que se hayan hecho.
Su asesor de comunicaciones debutó anunciando que había cobrado 5 millones de dólares de honorarios, para atenuar la imagen opulenta del banquero. Contrataron a una empresa ecuatoriana de encuestas enjuiciada hace cuatro años por alterar los números de sus estudios. Todas las encuestas hechas tanto por empresas con trayectoria profesional, como por un enjambre de encuestadores que apareció con la red, afirmaron que Andrés Arauz encabezaba los resultados. Dijeron que ganaba Lasso solamente esta empresa ecuatoriana y la encuestadora Ipsos de Perú, con antecedentes conocidos en el país.
El candidato dijo que todos lo que señalaban sus errores habían sido comprados por el correísmo.
En vez de corregirlos los repitió creyendo que estaba ganando. Se comportó como alguien que estando enfermo contrata a un médico para que le mienta que está bien y retoque las radiografías borrando los tumores. Termina muerto.
Los escenarios posibles son pocos. Lo más probable es que Arauz encabece los resultados con una buena ventaja sobre Lasso. Siendo así la segunda vuelta estará jugada, a menos que Lasso dé una vuelta radical a la campaña.
Es posible que Arauz gane en una sola vuelta. Si es así deberá agradecer a quienes persiguieron a Correa y a Lasso que hizo todo mal. Si gastaba menos plata se habría equivocado menos. No es imposible que Yaku Pérez, el candidato con mejor imagen, avance unos puntos y pase a la segunda vuelta. Hay todavía 50% de indecisión. En ese caso Arauz la tendría difícil.
No hay que descartar que algunos miembros del Consejo Electoral realicen una nueva maniobra fraudulenta para descalificar a Arauz o suspender las elecciones. Será un escándalo internacional de magnitud.
*Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.