“Creemos que vamos a ganar, por poco. Pero la verdad es que nadie nos retrata con seguridad para dónde va la gente”. La confesión de un dirigente clave en una de las campañas presidenciales protagónicas ejemplifica el grado de desorientación que reina, tanto en el oficialismo como en la oposición.
A la preocupación de gran parte de la dirigencia por la muy compleja situación socioeconómica actual, y peor la que heredará la administración que asuma el 10-D, se suma el actual recorrido proselitista en arenas movedizas. Como si las PASO de dentro de tres semanas fueran una suerte de cita a ciegas con el electorado.
La propia política que las paga, las consume y las usa como propaganda, le adjudica esta falta de brújula a la disociación apabullante entre las encuestas y los resultados en los comicios.
¿El éxito de Pullaro expresa que la campaña va por propuestas y construcción territorial?
El más reciente ejemplo se exhibió hace apenas una semana nada menos que en Santa Fe, el tercer distrito con más votantes del país. Maximiliano Pullaro ganó las PASO a la gobernación con una diferencia de 11 puntos sobre Carolina Losada. Todos los sondeos daban un triunfo por poco margen o un empate técnico. Más: la expresión local de JxC que incluyó a los dos mencionados y al socialismo aventajó por 35 puntos al peronismo que gobierna la provincia, si se suman todas sus expresiones. Tampoco nadie anticipó debacle semejante.
Si bien suele ser inapropiado proyectar un comicio local a lo que puede ocurrir a nivel país, en Santa Fe las coaliciones nacionales –sobre todo JxC– replicaron como nunca antes la disputa general. Horacio Rodríguez Larreta jugó para el radical Pullaro, Patricia Bullrich para la radical Losada, quien había vinculado a su rival con el narco.
A partir de ese suceso, se abren ciertos interrogantes centrales.
- ¿El éxito de Pullaro (que sacó más votos él solo que todo el peronismo junto) expresa que la campaña va más por las propuestas y la construcción territorial que por los gritos, las descalificaciones o las denuncias?
- ¿Se viene entonces una lógica en la que una mayoría silenciosa –que no responde encuestas y usa las redes sociales sin que le interese expresar miradas políticas– haga que prime Larreta por sobre Bullrich?
- ¿En la llamada zona núcleo del país se viene una paliza contra cualquiera que represente al oficialismo nacional? (Nota al pie: atención con lo que suceda en estas horas con la elección en la intendencia de la ciudad de Córdoba).
- ¿Los dos grandes frentes tienden a polarizar y a dejar sin mucho margen otras opciones? Javier Milei no presentó candidato, pese a que una boleta liberal obtuvo 3%.
- ¿El ausentismo y el voto negativo (en blanco y nulo) mantendrán su protagonismo o se irán decantando hacia las generales y el posible ballottage?
El despiste político es tal que estas preguntas se plantean sin respuestas, sobre todo en los laboratorios electorales de cada fuerza.
Acaso por eso cada quien mantiene sus estrategias. Es a tientas, por intuición, con el acento en la construcción –o sobreactuación– del personaje en busca del voto. Es como tirarse a la pileta sin cerciorarse si hay agua. En público dicen lo contrario. Así y pese al cachetazo electoral santafesino, Bullrich mantuvo su tono beligerante. Mandó a sus dirigentes más cercanos (Ritondo, Grindetti, Angelici) a quejarse por carta ante Larreta por una declaración radial de un diputado lilista, quien comparó una posible gestión de Bullrich con diciembre de 2001. Además, fue contra un paro sorpresivo del subte porteño (sí, donde gobierna el PRO hace 16 años y Larreta hace 8) con su latiguillo “conmigo, esto se acaba”.
Larreta se aferra a su libreto. Evita soltar su manual de buenas ondas (“yo no voy a atacar nunca a alguien de JxC”), consensos y propuestas, aunque una de ellas sea desplazar a las fronteras al Ejército, con el fin de mover a la Gendarmería a las áreas calientes del narcotráfico en Rosario, Córdoba y Gran Buenos Aires.
Massa intenta sostener su lógica compleja de ministro-candidato. Por estas horas, más expuesta ante el lanzamiento de medidas recaudatorias para que el FMI acepte acordar un nuevo incumplimiento del Estado argentino. A la flexible presión del Fondo hay que sumarle la falta de dólares en las reservas, el alto nivel inflacionario, la caída real de los ingresos (salariales, jubilatorios y de ayuda social) y la baja en la actividad económica para tomar nota de las complicaciones que afronta el Massa ministro y el Massa candidato. Tal vez el lunes 14 de agosto sea más desafiante que el domingo 13.
Para peor, desde lo político, dos variables tampoco lo ayudan. Una, la pésima imagen de la gestión de Alberto Fernández. Dos, su cercanía con Cristina Fernández de Kirchner. Es cierto que ello obedece a su alianza táctica con la vicepresidenta y la necesidad de fidelizar el voto K (que se tienta con la postulación sin presiones de Juan Grabois), pero conspira con la idea de seducir a sectores desapegados al kirchnerismo.
Milei, con matices, se ha debido mover de su zona de confort. Ya no divulga propuestas que inciden en la agenda y trata de dejar atrás la táctica defensiva ante los nimios resultados en las provincias y, en especial, por las denuncias reiteradas de venta de candidaturas. Se abraza a sus diatribas contra la casta (sin mencionar a la propia, claro) y por primera vez critica a Bullrich, a la que hace responsable de algunas operaciones reales o imaginarias.
Con tanto en juego, cada quien que se candidatea debería estar más alerta a evitar creerse las ficciones que inventan. El golpe puede ser duro. Muy duro.