Narcotráfico. Xenofobia. Homofobia. Antisemitismo. En los últimos días, gran parte de la sociedad que asegura que hay que elegir cambiar al actual gobierno por otro distinto asiste atónita a una escalada insólita de acusaciones y descalificaciones que se regalan dentro de la principal fuerza opositora, la que enarbola la bandera del cambio.
Acaso por esa sensación de favoritismo es que la pelea se tornó tan cruenta. No se había ido el calor durante nuestro otoño cuando en la última reunión de la mesa chica PRO, Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich acordaron una suerte de pacto de no agresión durante la campaña. Mauricio Macri, María Eugenia Vidal, Diego Santilli y Cristian Ritondo oficiaron de testigos.
Tras algunos chisporroteos, sobre todo del lado de Bullrich y su modo halcón, los cierres de listas y el inicio de la campaña formal construyeron un in crescendo que parece no tener límite.
Se aceleró cuando en la última semana de junio Larreta sostuvo que había fracasado el modo de gobernar de Macri, que para él es el de Bullrich. Su rival le replicó a su estilo. Lo trató de ventajero, oportunista, deleznable y de una “enorme bajeza moral”.
Larreta y Bullrich no se ven ni se hablan desde un acto de hace un mes
Larreta y Bullrich no se ven ni se hablan desde el acto de hace un mes en un hotel porteño, en el que la cúpula de JxC se manifestó en apoyo unánime al accionar de Gerardo Morales en Jujuy, tras los piquetes y ataques a la Legislatura que devinieron en represión policial.
Después de la autodestructiva experiencia de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, a nadie debería asustarle la ausencia de comunicación entre las cabezas visibles de una coalición o las batallas intestinas públicas. Sucede que no se quedaron en eso.
Días atrás estalló un escándalo en dos capítulos en torno a Franco Rinaldi, el ahora renunciante primer candidato a legislador porteño por la lista de Jorge Macri. La primera etapa fue la divulgación de antiguos videos donde Rinaldi se despachaba en redes con miradas homofóbicas y xenófobas. Macri y gran parte del PRO y de sus comunicadores fieles salieron a bancarlo desde la libertad de expresión. El detonante fue la exhibición de nuevas-viejas expresiones antisemitas. Game over.
Lo curioso, o no tanto, es que en el entorno de Bullrich se sospecha que detrás de la movida en torno a los dichos pasados de Rinaldi está Martín Lousteau, con el auspicio oculto de Larreta. El precandidato radical en las PASO porteñas de JxC fue tajante sobre que el precandidato a legislador debía haber renunciado ya en el primer escalón del bochorno. Y una vez que se bajó, Lousteau le facturó a Macri: “Sostener candidatos que tienen expresiones homofóbicas, clasistas, racistas y antisemitas, instalar la cultura del no-debate, oponerse a la boleta única o jugar con el gris de la Constitución son límites que JxC nunca había cruzado”.
En el cuartel bullrichista creen que detrás de esta ofensiva está la mano del actual jefe de Gobierno de la Ciudad. Es más, acusan con nombre y apellido a ciertos altos funcionarios de jugar decididamente con Lousteau en la interna. Y hasta se encargaron de promover por redes el lapsus televisivo que tuvo Larreta esta semana en TN respecto a si iba a votar por Macri, lo que lo obligó a ratificar su respaldo al día siguiente con un dejo de malestar.
En menor dosis, del lado larretista también circula alguna cuota de conspiranoia por estos tiempos. Hay quienes creen que dos problemas vinculados a la seguridad buscarían desmontar uno de los ejes principales de campaña. Uno fue el robo en una calle de Palermo Chico de la camioneta de Augusto Rodríguez Larreta, hermano y hombre clave del precandidato. ¿Un mensaje mafioso? El otro, la difusión de un búnker de venta de drogas en pleno barrio de Once, revelado en vivo por un periodista televisivo de América, ante la inacción policial pese a las denuncias reiteradas.
Lo más grave, de todas maneras, sucede en Santa Fe. Allí, este domingo 16, el resultado de las PASO para las candidaturas a la gobernación puede impactar como ningún otro en el último tramo hacia la primaria nacional.
Como postulantes principales figuran –con el aval de Larreta, Morales y Lousteau– el radical Maxi Pullaro (exministro de Seguridad en la gestión socialista de Miguel Lifschitz) y la también radical Carolina Losada, que es patrocinada por Bullrich y Macri y hace dos años fue electa senadora haciendo proselitismo con su actual contendiente. Mónica Fein, del socialismo, también se candidatea dentro de ese frente de frentes.
Al fragor de la disputa preelectoral, Losada no tuvo problemas para endosarle a Pullaro vínculos con el narcotráfico. No fue un lapsus. Lo repitió en varias oportunidades. Peor aún: señaló que de ser derrotada jamás trabajaría con él. Pullaro evitó las réplicas y se limitó a señalar a los integrantes de las diferentes bandas narco que logró detener bajo su gestión, empezando por Los Monos. Igual, cerca de él hicieron trascender su sorpresa por el hecho de que nadie indagara demasiado sobre los vuelos privados que tomaría Losada para sus recorridas santafesinas o su traslado ida y vuelta al country bonaerense donde aseguran que vive.
En tal caso, esas intrigas al voleo y sin pruebas ya habían sido expuestas por la inefable Elisa Carrió, que también blandió presuntos relacionamientos con el narco. Antes de su descompensación de salud, Carrió insistió en el monto “pornográfico” de lo que se gasta en la campaña santafesina de sus aliados nacionales. ¿O será que dejó JxC y aún no avisó?
La respuesta tal vez sea que Carrió y todos los demás, empezando por el peronismo y siguiendo con Javier Milei, miran para otro lado si lo que está en juego es la posibilidad de acceder al poder. Vale todo en nombre de ello. Incluso, apostar a que quien vota se olvide de todos estos cruces hirientes con la democracia y las preocupaciones sociales.