Que cedió. Que venció. Que perdió. Que armó todo. Que se desligó. Que se impuso. En el frenético cierre de candidaturas del peronismo, nadie puede obviar la centralidad de Cristina Fernández de Kirchner. Ni siquiera sus enemigos. O sobre todo ellos.
Victoria o derrota pareciera ser la única respuesta que vale en la política. También en la vida (y así nos va). Por estas horas, tras el abrupto e inesperado cambio en la fórmula presidencial unificada de Unión por la Patria, se ejercita esa lógica binaria en especial con la vicepresidenta.
Entremos a ese juego. CFK dijo y repitió en diciembre que no sería candidata a nada. A partir de allí forzó a una renuncia anticipada de Alberto Fernández a cualquier intento reeleccionista, en nombre de una relación rota (política y personal) y de las chances de que el peronismo se expusiera a la peor derrota de su historia.
Por entonces, su alfil favorito para que el oficialismo fuera algo más competitivo era Sergio Massa. En los albores del verano, el ministro de Economía había dado algo de calma a la gestión y conseguía una reducción lenta pero constante de la inflación mensual.
Lució como un espejismo. Antes del final de la temporada veraniega volvió a detonar el índice de precios, en un camino de ida, y la caída de las reservas, por el impacto que tuvo la sequía en el sector que más divisas genera.
Cristina pensó en el Plan B, que era Axel Kicillof. Deseoso de renovar su mandato, el gobernador bonaerense intentó rechazar cualquier amague de mudanza, cuyo impulsor protagónico era nada menos que Máximo Kirchner.
Con Wado De Pedro se activó el Plan C. Con “c” de condicionado. A fines de mayo, la vice tomó nota de que Alberto F y Daniel Scioli porfiaban en contradecir su deseo de que no hubiera competencia interna en las PASO. Wado era su presidenciable para esa disputa, aun asumiendo que no tenía suficiente peso.
Cómo se llegó al acuerdo del viernes, por el que se bajó la fórmula nunca oficializada de Wado-Manzur (ay con el apuro tucumano vía Twitter para proclamarla) y la de Scioli (que no había designado vice) y fue sustituida por Massa-Rossi, está contado con lujo de detalles por Rosario Ayerdi aquí en PERFIL.
De lo que se trata aquí es de poner luz sobre qué ganó y qué perdió Cristina en torno a esta decisión. Que es suya, pero no solamente suya: el Presidente también talló, mal que le pese a ella.
Consigue CFK que no haya PASO reales, con competencia, en el oficialismo. Y que al frente vaya su primera opción original. Aunque desde el inicio de esta gestión, y más luego de la pandemia, se edificó un triángulo llamativamente sólido entre Cristina-Massa-Máximo, está claro que el jefe del Palacio de Hacienda no es kirchnerista. Si no, que lo diga la dirigencia que milita con el paladar negro K, que sienten su garganta atragantada por un nuevo sapo. No es el primero (Scioli, Alberto) ni será el último. Juan Grabois lo puso en palabras; hay muchos más, como algún ministro bonaerense.
La ausencia de kirchnerismo en la fórmula incluiría a Rossi. Curioso. Fue uno de los primeros “nestoristas” en Santa Fe, lo que le valió liderar el bloque de diputados K y luego ser ministro de Defensa de Cristina. Cierto, hoy es jefe de Gabinete y está muy cerca del Presidente, pero de ahí a desconocer su historia…
Supongamos que adherimos a esa hipótesis de que CFK “entregó” la dupla principal. Bien. Ninguna encuesta en poder del Gobierno le da chances de triunfo hoy al oficialismo, pese a que sí marcan que Massa es el más competitivo. Si esas previsiones se cumplieran, alrededor de la vicepresidenta analizan que no sería ella la madre de la derrota. Especulaciones.
Lo que queda de poderío K se concentrará entonces en la provincia de Buenos Aires, con un candidato presidencial cuya fuerza política anida en ese territorio. Se proclama de esa forma otro razonamiento de Cristina: no se puede ganar la Provincia sin un buen resultado nacional, cuando por lo general esa idea es a la inversa.
Amén de cómo le resulte al ex-FdT esta estrategia consagrada a último momento y con resonantes papelones mediante, CFK volvió a jugar sus cartas. Hay manos que gana y hay manos que pierde. Pero siempre logra repartir ella.