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En defensa de Milei

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En Chile. El precandidato cruzó la Cordillera en campaña. | LLA

Patear al caído es un clásico mal hábito que no reconoce fronteras ni tiempos. Ahora le ha llegado el turno a Javier Milei y su particular séquito de operadores y armadores políticos.

El disparador terminó siendo el cierre de las listas para las candidaturas hacia las PASO del 13 de agosto, a pesar de que curiosamente no hay competencia alguna en el espacio libertario, por decisión de su democrático líder.

Así fue que desde hace dos semanas empezaron a detonar las denuncias sobre la compra y venta de los lugares para ingresar a las boletas de La Libertad Avanza. Ese procedimiento ya había sido expuesto por distintos candidatos provinciales, tras los desastrosos números obtenidos por las franquicias de LLA en los comicios distritales adelantados. Y hasta los había anticipado un massista semiencubierto que fue aliado de Milei, el influencer Carlos Maslatón, quien el viernes estuvo en Comodoro Py para ratificar sus imputaciones.

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Desde hace dos semanas comenzaron las denuncias sobre la venta de lugares

Desde Neuquén, Río Negro, Entre Ríos y en especial en diferentes localidades bonaerenses (Tigre, Vicente López, Avellaneda, Villa Gesell, Morón, el caso Blumberg y más que aparecerán), surgieron acusaciones de un mismo modus operandi. Gente a la que para ingresar a alguna lista se le pedía dinero, dólares. Una suerte de anticipo de la prometida dolarización, pero electoral.

Hubo tres niveles de respuesta. La primera reacción de Milei y su mesa ratona fue desestimar las denuncias iniciales, con el argumento de que la autoría correspondía a personas heridas por quedar fuera de las candidaturas.

Ante la multiplicación de las imputaciones, que se ampliaron hacia la peligrosa zona de connivencia con sectores del peronismo (en busca de dividir el voto opositor), la respuesta empezó a virar convenientemente.

Fue entonces que Milei & Cía. empezaron a justificar el método recaudatorio como una forma transparente de que cada quien financie su campaña. Y de paso, porque no hay mejor defensa que un buen ataque, pasaron a cuestionar cómo se sostenían las campañas del resto. La casta, claro.

Semana de la dulzura

Saludable el debate que propone LLA, aunque acaso viciado de una nulidad de origen: intentan plantearlo para tapar sus propios trapicheos financieros, sobre los cuales ya hay citaciones de un fiscal federal para el martes 11. Tal vez pueda indagar allí sobre una entidad misteriosa, llamada Fundación Deportes Electrónicos, que habría sido receptora de frondosas donaciones. No sería la única.

Por si hiciera falta aclararlo en este espacio: se ha contado en no pocas oportunidades que las principales fuerzas políticas de la Argentina reciben aportes del Estado (como también lo hará Milei) y donaciones privadas regidas por la ley de financiamiento de los partidos. En una tonalidad más oscura aparecen el uso para las campañas del aparato estatal de quien esté en el poder (recursos, publicidad, transporte) y de fondos no declarados ni por quien los pone ni por quien los recepta. La lectura de parte de la causa Cuadernos (o Vialidad, o Parques Eólicos, o tantas otras) serviría de bibliografía. PERFIL lo viene denunciando desde 2007, cuando en la campaña para la primera presidencia de Cristina Kirchner se detectaron aportes de la mafia de la efedrina.

Volvamos al punto. Lo curioso –o no tanto–, de los últimos días es que referentes de la prédica salvaje contra la política en varios medios de comunicación empezaron a lapidar a Milei. Llamativo. Por un lado, porque fueron quienes lo exhibieron hasta ayer nomás como el mejor showman de la escena dirigencial. Por el otro, porque debieron ver en él algo nuevo y distinto que los demás ya veíamos en el fondo como más de lo mismo, sólo que con envase despeinado. De hecho, la mayoría obvió la ansiedad libertaria por hacerse de dólares, como los que cobró Milei el año pasado para promocionar un esquema Ponzi de fraude de la financiera CoinX.

Cristina lo hizo

Semejante voltereta en el aire de colegas predicadores tientan a defender un poco a Milei y no hacer leña del árbol caído, cuando además, las mismas encuestas que lo sobrevaloraron ahora lo hunden.

Allí sobrevino entonces la tercera fase de réplicas libertarias. Desatado, a su estilo, Milei se victimizó y sostuvo que “estamos viendo la campaña de difamación más grande de la historia argentina”. Tendría que leer un poco sobre hechos históricos el candidato a la Presidencia.

Algo más laberíntico resultó su (ex) operador Carlos Kikuchi, castigado con un puesto electivo improbable por las desprolijidades del cierre de listas. “Las operaciones y difamaciones en contra de Milei y nuestro espacio surgen por el miedo que tienen en JxC. Patricia porque cree que por Javier, Larreta le gana las PASO, y Larreta porque cree que Santilli pierde la PBA. Y los K porque creen que quedan terceros”, escribió Kikuchi.

Tendrían que avisarle a Kikuchi que en una laaarga diatriba contra la política y el periodismo que hizo su jefe, donde buscó salpicar a casi todos de utilizar dinero espurio, no hizo mención a dos personajes centrales en este tipo de historias, como son Patricia Bullrich y Mauricio Macri. Se ve que a los ojos de Milei, la precandidata presidencial y el expresidente están limpitos. La doble vara de la casta pareciera contagiar a la anticasta.