“Viste cómo es Sergio”, comenta con una sonrisa un funcionario importante, con alto contenido de peronismo en sangre. Tras el terremoto que provocó en el oficialismo el cambio abrupto de las candidaturas a 24 horas del cierre de las listas, con varias víctimas de renombre, Sergio Massa se dedicó a conducir una ambulancia política de emergencia para atender lo antes posible a la dirigencia herida.
En una suerte de semana de la dulzura, algo empalagosa por la sobreactuación, Massa abrazó a Wado de Pedro (a quien llamó Wadito), a Alberto Fernández (en el armado de una reunión de gabinete inédita y a las apuradas), a Juan Manzur (el tucumano vicepresidenciable precoz) y, sobre todo, a Daniel Scioli, con quien tiene viejas y nuevas cuentas pendientes que nunca se terminan de saldar.
Con su estoicismo clásico, el actual embajador en Brasil ya había recibido en su destino diplomático el lunes 26 al Presidente, que viajó a visitar a Lula, después que se había hecho trascender que en un diálogo telefónico con Cristina Fernández de Kirchner, Scioli le habría comentado que en toda su carrera nadie lo traicionó tanto como Alberto F.
JxC entró en una dinámica de descalificación que pone en peligro la convivencia
Aun sin estructura propia, Scioli fue el más mimado. CFK lo recibió luego en el Senado y Massa hasta bajó a darle la bienvenida en la puerta de calle del Ministerio de Economía, en una teatralización pocas veces vista. También lo invitó al CCK el viernes, donde participaron de un evento oficial por la temporada turística invernal.
“Ten cerca a tus amigos, pero más aún a tus enemigos”, aconseja Michael Corleone en la inolvidable El padrino II. Acaso esa estrategia es la que aplica Massa para intentar que las heridas, incluso dentro de un ultrakirchnerismo que lo mira con desconfianza, cicatricen lo antes posible y lo acompañen en la campaña. Que no viene fácil y menos a cargo del Palacio de Hacienda.
Con esa misma idea, hacia su propio núcleo duro, se expresó Cristina el lunes en un acto en Aeroparque, donde ventiló la trastienda de cómo y por qué el candidato presidencial era quien estaba sentado a su derecha. Nota al pie: ¿se imaginan qué hubiera dicho el kirchnerismo si hubiera sido la oposición la que en un evento donde se recibía un avión usado en los vuelos de la muerte se hablara de rosca política? Ay la doble vara.
Volvamos a CFK y a Massa. Porque allí no hubo taaanta dulzura, salvo de parte de la vicepresidenta con Wado, también allí presente. Ni siquiera se preocupó por dejarlo bien parado a su flamante candidato de unidad, a quien llamó “fullero”, que se puede interpretar desde el lunfardo como tramposo o astuto. Massa, con una sonrisa incómoda, hacía que bebía de un vaso vacío.
Tal vez para placer de sus fans, o porque realmente es lo que piensa, Cristina le marcó allí y en público la cancha a su novel presidenciable. El ministro de Economía tragó saliva (¿o sapo?) y buscó mostrarse indemne. “Entendió que no era un mensaje para él, sino para su militancia”, explica un allegado al candidato respecto a las palabras de la vice.
Esta repentina grandeza massista queda de lado, sin embargo, en su pago chico. Malena Galmarini, su esposa, quiere suceder y evitar la re- reelección como intendente de Tigre de Julio Zamora, un exaliado devenido en acérrimo antagonista.
Pícaro, Zamora inscribió su postulación dentro de Unión por la Patria (el espacio oficialista al que pertenece) y por las dudas hay dos fuerzas vecinalistas que también lo llevan como candidato. Escándalo y renuncias de funcionarios locales, que al parecer olvidaron que en ese distrito, pero en 2007, el propio Massa logró la intendencia gracias a los votos que le sumó una colectora vecinal.
Tampoco se vio complacencia en la oposición. En la primera semana de fórmulas oficializadas, Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich mostraron un nivel de pelea del que luce complicado retornar.
Por radio La Red, Larreta se despachó contra sus rivales internos, al sostener que el modelo de gobierno de Bullrich es el mismo de Mauricio Macri, que “fracasó”. Vía Clarín, la reacción de su contrincante no se hizo esperar: lo calificó de ventajero, oportunista, deleznable y de una “enorme bajeza moral”.
Salieron a bancar a Bullrich varios de sus lugartenientes, entre ellos algunos que han estado durante años muy cerca de Larreta, como Néstor Grindetti y Cristian Ritondo. Por ahora, Macri evitó recoger el guante. No durará mucho.
Amén de la disputa política, JxC ingresó a una dinámica de descalificación interna que pone en peligro la convivencia pos-PASO. Ni hablar de las dificultades extras que ello acarrea si la actual coalición opositora vuelve a la Casa Rosada el 10 de diciembre. Como si no bastaran los problemas que deberá enfrentar la próxima gestión.
Este nivel de cortocircuitos expuestos excede la competencia presidencial. Martín Lousteau lanzó que se está forzando la Constitución porteña y que hay una doble vara por permitir que sea candidato Jorge Macri, su contrincante en la primaria por la Jefatura de Gobierno de la Ciudad, que tiene denuncias judiciales porque no cumpliría con el requisito de residencia mínima. El exintendente de Vicente López asegura que está todo en regla.
En Santa Fe, la precandidata a la gobernación Carolina Losada planteó que su principal adversario dentro de JxC, Maximiliano Pullaro, tiene relación con el narco y que no trabajará con él por diferencias éticas y morales. ¿Surge una Salieri de Elisa Carrió?
Ante una sociedad angustiada por sus padecimientos, que la dirigencia política escale en acusaciones y venganzas solo agravará el enojo y el desinterés con la cosa pública, como lo muestran el aumento en los comicios provinciales del ausentismo, el sufragio en blanco o el voto bronca nacional a Javier Milei, quien se desinfla al ventilarse sus conexiones con la casta. Otro que venía endulzado.