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Redes Sociales

Cuán expuesta está nuestra privacidad en la redes

Creemos por un instante que una fotografía es el recuerdo “inocente” de un momento,  y sin embargo, implica algo más profundo.

Las redes sociales, las nuevas protagonistas para las marcas.
Las redes sociales, las nuevas protagonistas para las marcas. | Cedoc

En un ecosistema globalizado regido por un común denominador, las redes sociales, donde todo sucede online in real time y donde los datos personales se han transformado en un valor de intercambio atractivo, nos preguntamos: ¿cuán alto es el costo de ceder descuidadamente esos datos al aceptar términos y condiciones con un solo click? y, por ende, ¿cuán expuesta está nuestra privacidad?

En su Política  Aristóteles (c.350 a. C.) contempla la naturaleza del valor. “Toda propiedad tiene dos usos que le pertenecen esencialmente, aunque no de la misma manera: el uno es especial a la cosa, el otro no lo es”. El primero refiere a su propósito original y el segundo como elemento de intercambio. Siguiendo esta concepción, ¿no deberíamos ser nosotros mismos quienes decidimos sobre el destino y el valor que le asignamos a nuestras cosas? Condición que, al parecer, no aplica en estos últimos tiempos. En un mundo virtualizado ya no somos poseedores legítimos de nuestra identidad, puesto que la mayoría opta por no hacer una lectura reflexiva de los términos y condiciones de servicio ante el uso de cualquier dispositivo, la simple conexión a internet o la adquisición de un producto. Lo único que se desea es la accesibilidad inmediata “sin costo”.

Pero la realidad nos enfrenta con un escenario muy diferente…

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Las acusaciones sobre manipulación de los datos personales, las fallas de seguridad y la fuga ilegal de información con el escándalo de Cambridge Analtytica, ponen en el ojo de la tormenta a otro de los gigantes tecnológicos: Facebook. Y con ello, la entrada en vigor a partir del próximo 25 mayo de la Ley General de Protección de Datos (GDPR), que requiere modificaciones en cuanto a la forma de recolectar los datos y  de obtener el consentimiento de los usuarios, regulación que aplica únicamente a la protección de la privacidad de los residentes de la Comunidad Europea. Entonces, ¿qué sucede con el resto de los usuarios?

Pensar en las nuevas regulaciones bajo estas condiciones deja ver solo la punta del iceberg. En realidad, detrás de toda esta “escenificación” hay una cuestión de fondo mucho más compleja.

Volvamos la mirada sobre lo que significa “compartir” o un simple “me gusta” o enviar un email. Creemos por un instante que una fotografía es el recuerdo “inocente” de un momento,  y sin embargo, implica algo más profundo. Aquí es donde aplica el dicho “una imagen vale más que mil palabras”. Así, ese reflejo icónico se transforma en una fuente reveladora de nuestros deseos, sentimientos, preferencias y tal vez de nuestra formación ideológica que “nutre” un sistema de cognición artificial el cual reconfigura y asigna un nuevo “valor” a la imagen.

Lo inquietante no se reduce a dejar al descubierto una idea o una imagen, nuestras conversaciones, o qué IP usamos cuando navegamos, desde qué dispositivo nos conectamos, cuántos mensajes enviamos y a quién. Lo perturbador es qué sucede con toda esta información y cuál es la “real” invasión a la privacidad.

Estamos de cara a “los algoritmos con inteligencia artificial” capaces de procesar los datos que “virtualizamos”, reconocer patrones de escritura, detectar nuestro estado de ánimo y determinar entre todos los “nodos” de la red quiénes son los “influencers”. Todo este entrecruzamiento inteligente de “nuestros” datos permite a los creadores de los algoritmos conocernos en detalle,  delinear nuestra personalidad y así predecir cómo reaccionaríamos ante determinado acontecimiento. Esta “radiografía personal” puede de-sencadenar acciones altruistas como salvar una vida, pero también convertirse en una herramienta manipulativa peligrosa con el poder para cambiar el destino del mundo.

Mirándonos en este espejo y redimensionando el concepto de los datos personales, ¿serán suficientes las nuevas medidas para proteger “nuestra privacidad”?

*Máster en Análisis del Discurso.