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La punta del iceberg

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RMS Titanic | Agencia Shutterstock y Gtlza. Henry Aldridge & Son Ltd

Las metáforas de catástrofes náuticas prosperan en tiempos de crisis con toda justificación, desde el “barco a la deriva” hasta el barco que “se hunde” o “se va a pique”, pasando por las infaltables “ratas que abandonan el barco”. Y el Titanic aparece entonces sin falta, como anclaje referencial (anclaje no es la mejor palabra) para la serie metafórica del caso. El Titanic ofrece a su vez varias figuras complementarias: la de ir derechito hacia el iceberg, la de la orquesta que sigue tocando, la de los botes salvavidas que no alcanzan para todos, la de la estratificación social de los pasajeros (según su clase, sus chances de salvarse son mayores, menores o nulas).

El iceberg, como se recordará, sirvió para figurar toda una teoría del cuento, propuesta por Ernest Hemingway y retomada por Ricardo Piglia. Pero aquel de 1912 era un iceberg de verdad. Lo inaudito no es que no lo viesen asomados desde el Titanic, sabrá uno lo que son las noches cerradas en alta mar. Lo raro es que no lo olieran, que no lo sintieran cerca, lo raro es que no lo presintieran. Porque hay cosas que se advierten (y catástrofes que se anticipan y llegado el caso se evitan), no en razón de una visión clara y distinta, sino en razón de un buen olfato, de una cierta sensibilidad, incluso de un poder de intuición.

Hay cosas que se advierten en virtud de un buen olfato, de una cierta sensibilidad

Pero podría agregarse a esto todavía un elemento más. Según se ha dicho, el Titanic estaba preparado para chocar contra un iceberg y soportar el impacto; soportarlo sin colapsar, sin partirse, sin hundirse. ¿Y entonces, qué ocurrió? Ocurrió que la estructura del barco estaba lista para resistir un choque frontal. Y que, en la desesperada maniobra para tratar de esquivar el bulto, le pegaron de refilón. Y entonces sí hubo tajo, fisura, boquete, agua adentro, agua tragame, orquesta pese a todo, cementerio marino, Leonardo Di Caprio.

Podría reclamarse que la metáfora habitual incluya también esta parte: la que indica que, si se va a chocar, es mejor chocar de frente, es mejor chocar del todo. O evitar el choque, si se prefiere, pero también evitarlo del todo. Un poco eludir y un poco chocar, ir de chanfle y vacilando, quedarse a medias entre una cosa y la otra, parece ser la peor opción.