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recuerdos

Un ejercicio de alivio

 Martín Guzmán tiene fecha límite para mostrar resultados en la lucha contra la inflación
Martín Guzmán tiene fecha límite para mostrar resultados en la lucha contra la inflación. | Cedoc

De Lorenzo Sigaut me acuerdo. Pero me lo acuerdo por su frase célebre y nada más: “El que apuesta al dólar, pierde”. Vaticinio admirablemente errado, pero al mismo tiempo admisión de que, en ese terreno que se pretende científico, interviene un componente de azar (apostar: ganar, perder; lo mismo que frente a una ruleta. ¿Ya se hablaba por entonces de la “timba” financiera?). Del resto de Sigaut, no me acuerdo.

De Dagnino Pastore me acuerdo, pero solamente porque no dejaba de escuchar en el nombre, como les habrá pasado a otros, un efecto de homofonía que hacía que apareciera “dañino”. De Jorge Wehbe me acuerdo apenas por una tapa de la revista Humor, es decir, por una caricatura de él más que por él, sin tener mayor precisión de qué hizo ni de que se llamaba Jorge.

De Juan Carlos Pugliese me acuerdo, pero no de su paso por el cargo, salvo por una frase también célebre: “Les hablé al corazón y me contestaron con el bolsillo” (¿y si, por un fenómeno de desplazamiento cardiológico, no tuvieran más corazón, más latido y sentimiento, que el bolsillo o los bolsillos?). De Jesús Rodríguez me acuerdo, pero de su paso por el ministerio no. Lo mismo me pasa con Erman González.

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Notas de lectura

De Miguel Roig y de Rapanelli me acuerdo, pero únicamente en relación al olvido: por presentir, ya en ese entonces, un destino de no ser recordados (acordarse del hijo de Rapanelli no es lo mismo que acordarse de él). Del día o los dos días de Nicolás Gallo mayormente no me acuerdo. De Miguel Peirano sí, pero porque fuimos compañeros de colegio (yo en la décima, él en la séptima. De la vez que en el Campo de Deportes les ganamos 1 a 0, ya informó el diario Clarín). De Carlos Fernández no me acuerdo. De Hernán Lorenzino me acuerdo, lo mismo que de ese otro Hernán, Hernán Lacunza, pero intuyo que alguna vez se me olvidarán.

Me pasa así con la temporalidad. Cuando el presente se pone espeso, cuando aturde con un siempre lo mismo, cuando agobia con una especie de eterno retorno nietzscheano sin chance de superación dialéctica a lo Hegel, cuando el pasado parece venirse encima y empastar cualquier ilusión de futuro, me da alivio verificar que la memoria está hecha también de olvidos, que hasta el pasado en parte se agujerea y habilita posibles remansos, que la historia alguna vez pueda cambiar, que alguna vez las cosas llegarán a ser distintas.

Y así, en días como los que corren, en los huecos de la memoria, no escapar, pero sí tomarse un respiro. Ese con el que, como se suele citar, no contaba Ireneo Funes.