Recuerdo, entre tantos otros posibles, un ensayo de Pierre Macherey sobre ese tema: el tema de lo no dicho en un texto determinado. La manera en que lo no dicho se define siempre en lo dicho, se inscribe de alguna manera en él. En la notación musical resulta más claro, porque allí los silencios hay que escribirlos; pero también con las palabras sucede una cosa así: en lo dicho hay algo no dicho y leer es leer las dos cosas.
Un ejemplo notable puede encontrarse en “Hombre de la esquina rosada” de Borges, un relato cuya acción principal no se narra, se silencia, se solapa, se resuelve mediante una elipsis, se sustrae de la explicitación; pero a la vez, si se relee, puede detectarse, a un mismo tiempo, en lo dicho, las huellas de su presencia y las huellas de su sustracción.
La clave es que lo no dicho se produzca a través de lo dicho y quede alojado en él. Caso contrario, si lo no dicho queda suelto, implantado arbitrariamente en la pura atribución de un capricho de lectura, nada se estará diciendo entonces acerca del texto en cuestión, sino solo de aquel que lee (un prejuicio de lectura, lo contrario de leer). Un ejemplo notable puede encontrarse en el comienzo de “Emma Zunz”, también de Borges. El cuento empieza, como se recordará, con una escena de lectura (un estudiante, el otro día, la filió sobre esa base con otra Emma-lectora: con Emma Bovary).
La manera en que lo no dicho se define siempre en lo dicho, se inscribe de alguna manera en él
Ahora bien: lo que Emma lee en esa carta con la que de hecho comienza el cuento, esto es, que su padre acaba de suicidarse en Brasil, no es algo que la carta diga. Dice incluso lo contrario, que fue un hecho accidental. El suicidio de Emanuel Zunz no consta por ende en la carta, ni en lo dicho ni en lo no dicho. Es ciertamente una atribución de lectura; dice más de la lectura que del texto leído, dice más de la lectora (su intención, su voluntad) que de los hechos ocurridos. Emma Zunz rompe la carta, es decir, suprime el texto, y de ahí en más actúa.
El asunto tiene su relevancia, según creo, para todos los que se interesen por la literatura. Pero también para los que se interesen por la lectura en general. E incluso, por qué no, para los que se interesen por la circulación social de textos y por la manera de discutirlos.