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Chalecos Amarillos

La rebelión en los países ricos

La violencia, algún incendio, piedras y otros instrumentos utilizados por los protestantes siempre fascinan a los intelectuales de izquierda y quizás también de derecha.

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Chalecos Amarillos durante protestas en París | AFP

La violencia, algún incendio, piedras y otros instrumentos utilizados por los protestantes siempre fascinan a los intelectuales de izquierda y quizás también de derecha. La movilización es considerada purificadora. La participación cada tanto tiempo en alguna elección para elegir a los dirigentes  es razonada  como  una actitud pasiva.

En cambio, la participación en una demostración es acción; el ciudadano abandona su pasividad  para convertirse en una herramienta de cambio. No importa que las demostraciones sean minoritarias y no representen a esa mayoría que se expresa en las urnas. Existe una diferencia cualitativa: uno es agente de la historia mientras el otro es receptor.  

Los chalecos amarillos responden a esta tipología y por ello han recibido el apoyo de intelectuales que cansados de expresarse a través de los libros han visto algunas de sus tesis adoptadas por este grupo. La multitud de Negri o el pueblo de Mouffe. Las demandas iniciales tuvieron como blanco los impuestos anunciadas por el gobierno en especial el aumento del precio del diésel.

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Con el transcurrir de las semanas, las exigencias fueron aumentando hasta cuestionar hoy al mismo presidente y al sistema político al que acusan de ignorar la realidad social. El movimiento recibió el apoyo de Marine Le Pen, Jean-Luc Mélenchon y de la página Socialista Mundial convocando a los obreros en apoyo de estas demostraciones para el gran cambio.

El presidente Macron asumió el 14 de mayo de 2017, hace dieciocho meses, después de obtener  20,7 millones de votos (66%) en el ballottage realizado el 7 del mismo mes contra 10,6 millones (33%) de la representante del Frente Nacional.  El  44% de los votantes registrados participó en la elección. Mélenchon obtuvo el 11%.  

La campaña realizada por Macron tuvo como ejes la renovación política, la defensa de la Unión Europea, el ordenamiento de las cuentas públicas y la modernización para competir en el mundo globalizado.

La revuelta tiene lugar en un país con un ingreso promedio de 43 mil dólares. En 1960 el ingreso per cápita era de 12 mil dólares. Francia es hoy la séptima economía del mundo y los datos la ubican entre los países desarrollados muy alejados del nivel de vida de América Latina, Asia, Africa y Europa Oriental.

La crisis financiera de 2008/2009 afectó la tasa de crecimiento en los países desarrollados y los índices mostraron una retracción. La economía creció 1,8% en 2017 y 1,4% en los tres primeros cuatrimestres de 2018. La última década estuvo lejos del rápido mejoramiento de vida desde la Segunda Guerra Mundial hasta 2008, que les permitió disfrutar de educación, salud, vivienda y automóviles.

El Estado francés encontró sus  limitaciones; con la globalización no es posible aumentar los impuestos a las empresas o hacer distribución sin tomar en cuenta las políticas del resto de los países para evitar la fuga de los contribuyentes y la pérdida de empleos. Los países de América Latina, Asia y Africa, donde la miseria y la desocupación son reales pugnan por las inversiones europeas, norteamericanas o japonesas y ahora chinas.

La globalización y los que quedaron en el camino

El manifiesto de académicos, intelectuales y artistas menciona como antecedentes la ocupación de las fábricas de junio de 1936 y de las universidades en mayo 1968, la Primavera Arabe, los indignados españoles y el movimiento de ocupación de Wall Street. No menciona a San Petersburgo o Roma. 

El manifiesto insta a los chalecos amarillos a cuestionar el poder, las instituciones e imponer sus reformas para obtener “mayor democracia y ciudadanía” como si hubieran existido limitaciones a las demostraciones, algunas pacíficas pero mayormente violentas. Christophe Castaner no es Patricia Bullrich.

El respaldo a estas manifestaciones tienen el solo propósito de justificar el pesimismo que trasuntan las lecturas de libros venerados por los fracasados de ayer. Es de esperar que la población responda al debate lanzado por el presidente Macron para profundizar la participación democrática y evitar que esta revuelta se convierta en otra aventura del populismo europeo.  

*Embajador.