Se cerraron las mesas de votación en todo el país. En la ciudad de Buenos Aires, es la cuarta vez que pasa eso este año y quizás falten una o dos cierres de mesas más para concluir el año electoral. ¿No será mucho? Esa es la pregunta que se repitió una y otra vez este domingo lluvioso en este y otros lugares de la Argentina. Ya casi nos conocemos todos en cada una de las escuelas en las que nos toca sufragar. Ya te saludan estilo “Hola, otra vez por acá vos”. “Y sí, acá andamos”, respondés ante de la despedida final: “Chau, nos vemos en unas semanas”.
El diario PERFIL informó ayer que sólo el 18 % de los candidatos compitió de verdad con adversarios internos (el objetivo supuesto de las PASO). De las 459 listas que pretendían estar en las elecciones generales, apenas 84 tuvieron competencia interna. De hecho, en cinco provincias las PASO no definen nada, ya que los partidos llegaron hasta acá con los candidatos perfectamente decididos.
En un país con una de las noches más oscuras y prolongadas de períodos dictatoriales, las PASO fueron celebradas en su momento como un “paso” más en sentido de perfeccionar este sistema de gobierno. Aunque en realidad, fue la salida que encontraron los partidos políticos en los cuales cada vez era más difícil sumar militantes en las votaciones internas y acordar pautas comunes de elecciones partidarias. Así recurrieron al Estado para que financie y organice elecciones en las cuales todos están obligados a participar, no sólo los miembros de cada agrupación.
En la columna de hoy en PERFIL, Carlos de Simone se pregunta si sería razonable que en los comicios internos de Racing, vayan a votar los hinchas de Independiente o de San Lorenzo; o si en las elecciones de Boca, tengan derecho y obligación de hacerlo los de Boca.
Hoy, los candidatos repitieron una y otra vez que la gente fue con muchas ganas a votar, aunque parece haber ido menos que en otras elecciones. De verdad tengo dudas de que en los distritos en los cuales ya fue tres o cuatro veces esto sea así (no hablemos de los que debieron atravesar inundaciones y calles anegadas para emitir su voto). Y casi diría que no será tan así si toca ir seis veces en ocho meses, como sucederá en caso de haber balotaje en Capital.
Elecciones internas obligadas para todos, PASO en las que el 82% de los candidatos ni siquiera las usa para eso, multiplicidad de comicios en todo el país según la conveniencia política de cada gobernador o intendente. Esto no necesariamente significa más democracia. Y puede significar lo contrario: la banalización de la democracia hasta el punto de perder realmente la alegría de votar que supimos conseguir.
(*) Espcial para Perfil.com.