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Las tres lecciones de Néstor Kirchner contra lo "francamente inaceptable"

En un país donde todo suele salir mal, todavía parece improbable la martingala por la que Néstor Kirchner llegó al poder. Sin embargo, el Frente de Todos parece haber olvidado todo lo que su fundador enseñó.

Monumento a Néstor Kirchner
Monumento a Néstor Kirchner en la Ruta Nacional 7, cerca de la localidad bonaerense de Vedia, vandalizado en septiembre pasado. | NA (archivo)

Ahora que el kirchnerismo y el Frente de Todos (que no son lo mismo) están en su Baja Edad Media, en su etapa Spinal Tap, en su —tal vez, ahora sí, definitiva— fase descendente, queda cada vez más desdibujado el graffiti del Nestornauta que se ideó hace poco más de 12 años para un acto fatal e iniciático de La Cámpora en el Luna Park.

Hace 12 años Néstor Kirchner completó su trilogía del error, parafraseando a Jorge Asís, cuya primera instancia fue la desprolijidad en el armado del entramado recaudatorio que ahora complica a Cristina Kirchner. El segundo fallido fue no competir por la reelección en 2007 y la tercera errata fue, lamentablemente, morirse. Por la imprudencia de no saber cuidarse, el Nestornauta trascendió y mutó en remera de personas que después hicieron todo lo contrario a lo que él habría hecho, para seguir dilapidando poder en su nombre.

En un país donde todo suele salir mal, todavía parece improbable la martingala por la que Néstor Kirchner llegó al poder. Agotada la convertibilidad, caído De la Rúa y frustrado Duhalde, el santacruceño entró por poco más de un millón de votos a la segunda vuelta con Menem, de la que el riojano se bajó para mantener el invicto. De esa experiencia, al flamante presidente le quedaron tres ideas como objetivos: sostener los superávits y controlar la gestión económica (para) mantener el poder. Las tres son circulares y se retroalimentan entre sí. El poder es de quien lo ejerce y solo lo ejerce quien tiene poder.

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Néstor y Cristina Kirchner

Desde ya, no justificaba los bronces que le dedicarían post-mortem, pero era bastante más que la mayor parte de la política argentina del medio siglo anterior. Tampoco había demasiada originalidad (Menem lo hizo) y el primer kirchnerismo tuvo la suerte (que buscaría replicar varias veces sin éxito) de que el ajuste ya lo hubiese hecho otro. No estuvo exento de errores y miserias. Y sin embargo, en esos tres pilares está el primer lustro de crecimiento genuino (y el segundo de hinchazón inventada) de esa década ganada que ya junta la pelusa de la historia.

¿Cuándo se jodió el kirchnerismo? ¿Cuándo dejó de ser ese avatar del partido del orden con matriz diversificada e inclusión social? ¿Fue cuando se murió Néstor Kirchner o incluso antes, cuando se empezó a forzar la máquina más allá de lo posible? ¿Fue la salida de Lavagna o la llegada de Moreno? ¿Fue el cepo, todo lo que vino después del cepo, o todo junto? En cualquier caso, el segundo mandato de Cristina Kirchner fue el lento declive en busca de que una vez más el ajuste lo haga otro, con la consiguiente derrota en 2015.

La paradoja es que la bomba que le explotó a Mauricio Macri a partir de 2018, en buena parte por sus propios errores, siguió después de la llegada del Frente de Todos al poder. Es cierto que sería cuesta arriba: 2020 iba a ser un "año de mierda" en Argentina (Álvarez Agis dixit) antes de que estallara la pandemia. La búsqueda de ajustar para acordar con el FMI y los acreedores externos chocó contra una crisis que obligó a casi todo el mundo a expandir el gasto. Después, cuando se necesitaba un plan, la invasión rusa a Ucrania le tiró nafta a una hoguera inflacionaria que nos dejó tres ministros de Economía en un mes.

¿Cristina Kirchner le regaló a Alberto Fernández un libro que no leyó?

Todos esos problemas fueron profundizados por la mala praxis política y económica. Con un tuit y un video, Cristina Kirchner creó un dispositivo en el que se inmunizaba de tomar decisiones impopulares; al mismo tiempo, se aseguraba de que en la práctica casi no se tomen decisiones. Se entiende: el activo político de la vicepresidenta es su historial de "nunca haber traicionado" a su pueblo, que se traduce como nunca haberle hecho sufrir el ajuste (aunque la alta inflación, sin la compensación salarial de años previos, sea un ajuste peor). El ajuste es el otro, pero nadie puede hacerse cargo de nada. Los incentivos para tomar decisiones son nulos si cada medida inconsulta es una traición y todo lo que se perciba como un ajuste es reprochado en público. Mientras, los funcionarios que quedan se dedican en su mayoría a minar la gestión, vaya en el sentido que vaya, para luego recordar que todas las decisiones (y por ende las fallas) son de Alberto Fernández.

El presidente no escapa a esa lógica. El que decía que había aprendido de Néstor Kirchner terminó haciendo todo lo opuesto, negando la conducción política y por ende imposibilitando todo lo demás. Buscar agradar a todos, una tentación en gobiernos de coaliciones, es una receta perfecta para que nadie quede satisfecho. Alberto Fernández loteó los ministerios y evitó enfrentarse con el kirchnerismo para terminar, tres años después, vaciado de poder y enfrentado con el kirchnerismo.

Cualquier contrafáctico es ocioso a esta altura, pero Alberto se decidió a armar el Albertismo cuando la mayoría de los eventuales albertistas abandonaron el barco o intentan volver a sus territorios, y busca la reelección cuando ya es físicamente imposible. En el medio queda un Gobierno fragmentado, disperso, que no puede resolver la gran demanda por la que fue votado (mejorar la economía) y por eso solo intenta atender reclamos hiperespecíficos y minoritarios que a largo plazo no satisfacen a las mayorías. Renunciaron a gobernar para todos y por eso no representan a casi nadie.

Tuit de Cristina Kirchner

Contrasta demasiado ese Néstor Kirchner, que hace casi 20 años vio en el caos una oportunidad para la victoria, con este Frente de Todos que rechaza hacerse cargo de nada. Choca ese Néstor que renunció a la conducción del PJ tras la derrota electoral de 2009 con los que no se hacen cargo de la derrota de 2021 (y la que vendrá). Hay mucha diferencia entre ese recuerdo y la Cristina que ayer tildaba de "francamente inaceptable" en Twitter un aumento de prepagas que, justificable o no, sigue siendo consecuencia de una inflación de la que son solo comentaristas, nunca responsables. Todo para dejar un peronismo reducido a su mínima expresión, con un intento de reelección imposible y un repliegue del kirchnerismo en lo bonaerense para, en el mejor de los casos, minimizar las pérdidas.

En el medio queda Sergio Massa con su intento de acomodar las variables sin que ningún cable termine de explotar. Y un ejército de gobernadores e intendentes que buscan salvarse el año próximo para tal vez intentar de nuevo cuatro años después. Tal vez entonces surja un nuevo eslabón peronista y aprenda las lecciones, de Néstor Kirchner o de quien sea.

 

FF/fl