POLITICA
100 días de Alberto presidente

En 100 días, Alberto Fernández pasó del recuerdo de Néstor Kirchner al espejo de Carlos Menem

El panorama actual es muy distinto al que el presidente imaginaba en campaña y el futuro es más incierto que nunca. Habrá que mirar al pasado.

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Los 100 días de Alberto Fernández frente al Gobierno. | Presidencia.

"Si querés hacer reir a Dios, contale tus planes", reza el proverbio. Alberto Fernández hizo campaña en 2019 bajo la premisa de volver a 2003. Esperaba que, después de la larga agonía del proyecto macrista, alcanzaría con un botón para abrocharse el traje de Néstor Kirchner. Encender la economía para después ir por todo (el resto). Pero su antecesor le dejó, además de una herencia, una enseñanza de Gobierno: pasan cosas. El panorama 100 días después del 10 de diciembre es muy distinto al que se imaginaba en campaña, y el futuro de los próximos 100 es más incierto que nunca.

El mapa que el exjefe de Gabinete trazó durante la larga campaña del año pasado, después de ser ungido por su vice, parecía calcar varios de los puntos clave del primer kirchnerismo. Apuntar a las ganancias de la "patria financiera" para resarcir a los jubilados, disolver el poder de una justicia desprestigiada y separarla del espionaje y de los "sótanos de la democracia", y recaudar más de los que más ganaron en los últimos cuatro años, empezando por el campo.

En los primeros tres meses, el resultado fue dispar, pero el saldo fue levemente positivo para Alberto. La ganancia bancaria no se tocó y los jubilados, en el mejor de los casos, pasaron a repartir más equitativamente la pérdida; una deriva duhaldista. El Poder Judicial, una batalla del primer Néstor, parece dispuesto a ceder la retirada antes que los privilegios. Y el campo, ese enemigo ideal de Cristina, se repitió a sí mismo como farsa con un lockout que se disolvió en casi nada. En esos tres meses las designaciones se demoraban y la gestión tardaba en arrancar, mientras Fernández oficiaba como su propio vocero y su propio jefe de Gabinete, impulsaba sus medidas desde Twitter y hasta dirimía internas en entrevistas radiales, situación que quedó condensada en diversos memes.

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Los memes sobre Alberto Fernández. Crédito

Cuando empezó marzo, parecía que solo restaba escalar el Aconcagua de la deuda, acaso en condiciones menos favorables que las que enfrentó Kirchner. Pero sus planes deben haber sido muy graciosos para alguien: el coronavirus —que hasta febrero parecía un resfrío chino que a lo sumo podía provocar estornudos asiáticos— se diseminó por todo el mundo, colapsó Europa, asaltó a Estados Unidos y golpeó a la Argentina. El impacto sanitario hasta hoy fue leve, aunque todavía es temprano para asegurar la forma que tomará la curva, pero la enfermedad ataca a un paciente que ya estaba en grupo de riesgo: la economía. En un 2020 que —en el mejor de los casos— iba a ser un "año de mierda" (Álvarez Agis dixit), el objetivo de solo perder un 2% de PBI ahora parece una ilusión. A eso se suma una inflación que podrá ser más baja que la del año anterior, pero que está lejos de ser baja, y que Alberto no logra domar a fuerza de tuits.

Viento de frente: la economía caerá más este año por el impacto del virus

Pero el principal problema sigue siendo la deuda, que obliga al Gobierno, los acreedores, los empresarios y los sindicatos a jugar al cuento de la buena pipa: no hay plan económico hasta que no se renegocie y no se renegocia hasta que no haya plan económico. Los vencimientos acumulados en el primer semestre ya obligaban a un acuerdo rápido, pero difícil, para conseguir un esquema de pagos viable. El coronavirus probablemente cause más víctimas por hambre que por enfermedad, y reformulará el panorama económico mundial en formas que es difícil todavía prever. La caída libre de los mercados globales por la epidemia garantiza que la única salida posible, aunque indeseable, es el default. El Alberto que quería reversionar los greatest hits de Néstor puede terminar abriendo su primer año de Gobierno con un clásico duhaldista, sin garantía de éxito.

Sin embargo, el espejo que más se acerca a la situación de Alberto es uno inesperado: el de la primera presidencia de Carlos Saúl Menem. En sus primeros meses, el riojano enfrentó una crisis económica y social con recesión, escasas reservas, alto endeudamiento y alta inflación. Un panorama difícil, que se agravó por un levantamiento militar (que se aplastó rápido) y un evento internacional inesperado que cambió el escenario global y del país: la caída del Muro de Berlín. La crisis que enfrenta Fernández puede variar en algunos detalles pero incluye todos esos factores condensados en cien días, con el coronavirus como cisne negro que modificará todo, aún con consecuencias imprevisibles. Sin la posibilidad de un Consenso de Washington o una convertibilidad (a diferencia de su antecesor), Alberto necesitará de mucha imaginación para encontrar una salida. Resta ver en qué espejo elige mirarse.