Cuando en los próximos meses la crisis esté superada, el coronavirus nos habrá dejado al menos una postal para la historia: la imagen de Alberto Fernández, presidente de la Nación, flanqueado en una conferencia de prensa por Axel Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta. No solo son los líderes de los tres principales estados del país, sino también representantes de tres tendencias políticas distintas. Entre Rodríguez Larreta, el último cambiemista con una cuota importante de poder, y Kicillof, quien se asienta más bien en el cristinismo duro, aparece Fernández: el moderado, el puente, el cerrador de grietas.
Es importante destacar la importancia de esta imagen, porque lamentablemente no siempre los momentos de crisis sirven para acortar distancias y generar unión. Debería ser así, porque las grandes crisis demandan soluciones colectivas, pero no es lo más frecuente. En este caso, ha habido por un lado un accionar ejemplar desde el gobierno nacional (tras sortear el primer traspié del Ministerio de Salud), que ha dejado poco margen para las críticas de la oposición, y por el otro la voluntad de Alberto Fernández de aprovechar políticamente esta contingencia.
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En un momento en que la población necesita ante todo mensajes claros y tranquilidad, ver a los tres dirigentes juntos es una señal indudablemente positiva. Aunque la grieta haya quedado últimamente en segundo plano, no hay que olvidar que ha sido una de las preocupaciones centrales de la sociedad en los últimos ciclos electorales. Queda mucho camino por recorrer, pero es un inicio alentador. En el futuro, hay que esperar que no sea necesaria una crisis para acercar a los rivales políticos.
Alberto Fernández es sin dudas quien más tiene que ganar (y quien más ha ganado) en términos de liderazgo y de narrativa política. En la conferencia de prensa, citó a Perón (“atentos y vigilantes”), pero antes pidió permiso en atención a los presentes. Un toque más o menos humorístico pero nos dice mucho sobre el clima de cordialidad y colaboración que se busca crear. El presidente quiere demostrar que la grieta es salvable.
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Alberto tiene la oportunidad de ser el gran protagonista del momento político, un rol que desde su nominación a la presidencia lo viene esquivando. Mucho se especuló sobre el lugar de subalterno que iba a ocupar en relación a Cristina Kirchner, y sigue siendo el gran escollo de su gobierno. O al menos del relato que este intenta construir. Ahora, la ausencia En la mira ( a partir del Domingo viajaría a Cuba para visitar su hija ) de la vicepresidenta en el país se presenta como una oportunidad para que la figura de Alberto cobre más relevancia.