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victimas del holocausto II

Lecciones de la historia para cada 27 de enero

Desde 2005, hoy 27 de enero, es el Día Internacional de Conmemoración Anual en Memoria de las Víctimas del Holocausto.

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Shoa. Fue la planificación y el exterminio de un pueblo por los nazis. | cedoc

Desde 2005, hoy 27 de enero, es el Día Internacional de Conmemoración Anual en Memoria de las Víctimas del Holocausto.

Esta fecha fue establecida por la Asamblea General de las Naciones Unidas para instar a los Estados miembros a recordar este capítulo histórico con el fin de prevenir futuros genocidios.

El llamado internacionalmente Holocausto, y en hebreo Shoá, no tiene comparación alguna. Se trató de la planificación y ejecución sistemática de un plan de exterminio de un pueblo de la faz de la tierra por parte del régimen nazi alemán y sus aliados durante la Segunda Guerra Mundial, y logró destruir un tercio del pueblo judío. En concreto, seis millones de personas, entre las cuales se contó un millón y medio de niños. Tal fue el nivel de daño, que hoy, a 74 años del fin de la guerra, demográficamente los judíos de 2019 logramos ser la misma cantidad que había antes de estallar el conflicto.

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La fecha no fue antojadiza.

El 27 de enero de 1945, el Ejército Rojo “liberó” la sucursal que el infierno habilitó en la tierra llamada Auschwitz y lo que los soldados vieron era inocultable. Lo que hasta entonces se había silenciado no podía mantenerse más en secreto. El mundo vio que el hombre podía ser el peor enemigo del hombre, capaz de una crueldad sin límites conocidos desde su existencia en este mundo. Pero parecería que el mismo ser humano que ocasionó tanto daño no puede convivir con ese hecho.

Hitler, horas antes de su suicidio, predijo que el odio a los judíos tardaría siglos en reinstaurarse. Se equivocó. Y mucho.

Años más tarde, a pesar de la larga y profusa documentación, producida por los propios eficientes burócratas nazis, comenzaron a surgir voces que negaban la existencia del Holocausto o lo relativizaban.

Luego comenzaron a aparecer los que hablaban de la existencia de un “holocuento”, para lograr la compasión del mundo y obtener la creación del Estado de Israel.

Y más recientemente, los que no solo comparan sin medir su canallada la existencia de este Estado con el régimen nazi. O la banalización del Holocausto, calificando de nazi a cualquiera que no esté de acuerdo con quien profiere su argumento.

Todo esto sin haber mencionado que existen Estados que promueven como política nacional la negación de la Shoá y la destrucción del Estado de Israel. Algo así como negar lo sucedido, repetirlo y tener el antecedente para negarlo en el futuro.

Tampoco podemos dejar de lado la presencia de hechos antisemitas en Europa y Estados Unidos. Sin tapar los ojos, también hay presencia criolla en la oferta electoral y en los medios de comunicación. Esta fecha sirve solo si entendemos que el mal prosperó porque los buenos no hicieron nada. Si no la tomamos como un día para llevar flores a las tumbas en acto de recogimiento sino que analizamos qué podemos hacer para valorar cada vida.

Este día no tiene valor si cuando uno habla de lo que le aflige, el interlocutor no intenta empatizar con lo que sufre un semejante.

Desaprovechamos la conmemoración si entramos en una interpretación maniquea de la realidad, porque si desvalorizamos la opinión del otro, tarde o temprano desvalorizaremos su derecho a existir. Para seguir compartiendo la nave espacial llamada tierra no podemos adoptar una visión de nosotros o ellos.

Cada 27 de enero debe servir para internalizar la idea de que la diferencia nos enriquece. Que ver y escuchar al otro nos hace mejores. Que una sociedad no está compuesta por miles repitiendo una sola voz sino miles de voces diferentes que están de acuerdo en convivir y respetar la identidad del otro.

Todavía resuena en mis oídos la frase de Cicerón que un profesor de latín nos hizo memorizar el primer día del secundario: Historia vero testis tempore, lux veritatis, vita memoriae, magistra vitae, nuntia vetustatis, es decir, la historia es testigo del tiempo, luz de la verdad, la vida de la memoria, maestra de la vida, mensajera de la antigüedad.

Si no estamos dispuestos a aprender de ella o solo queremos instalar una única interpretación de ella, si la historia no nos enseña a valorar la vida, solo nos queda por delante lo contrario, dolor, muerte y desolación.

*Representante del Centro Simon Wiesenthal para América Latina.