Puede pasar que mientras estés leyendo esto el superclásico finalmente se esté jugando. Por las dudas, pellizcate. Porque puede también que, aunque estés viendo que se juega, solo se trate de un sueño. O de una alucinación.
Es probable que, después de tantos memes, de tanto hablar sobre las cargadas, sobre la presión extra que significan los comentarios en las redes sociales, los hechos satirizados se vuelvan su propio meme. Y entonces el superclásico dejó de existir tal como lo conocíamos y se transformó en un meme. La profecía de las fake news hecha realidad.
“Pasaron cosas”, dijo Mauricio Macri hace algunos meses, en un discurso en el que supuestamente estaba hablando de economía. “Supuestamente”, porque lo más probable es que el Presidente estuviera hablando de temas que maneja con mucha más autoridad y conocimiento. El superclásico, sin ir más lejos.
En ese mismo discurso, Macri dijo que “los argentinos tuvimos que atravesar una tormenta”. Clarísimo. El Presidente estaba hablando de Boca-River. Se estaba anticipando a la jugada con la maestría propia de un gran estadista.
¡Es el superclásico, estúpido! O estúpide. O estúpida. ¿O pensabas que con la alusión a la tormenta te estaban hablando a vos, Christine Lagarde? ¿O te pensás que porque sos francesa, de la tierra de los campeones del mundo, tenés alguna chance de incidir en la vida cotidiana de este país?
No, Christine: vos no existís. Al lado de un Boca-River ni vos ni tus préstamos, ni tus políticas, ni tu presupuesto tienen absolutamente nada que hacer. Pero claro, más allá de Lagarde, pasaron cosas.
La tormenta anunciada ya llegó. Y tuvo efectos mucho más devastadores de los que pensábamos. No solo hizo que se suspendiera el superclásico. Fue el detonante, lo que dejó en evidencia que todo esto no era más que una farsa. Un invento. O peor aún: que estábamos entrando en el terreno de los grandes misterios argentinos.
La historia de este Boca-River sigue una tradición en la que las pasiones nacionales se mezclan con fenómenos sobrenaturales. ¿Existió el Sargento Cabral? ¿Y el tambor de Tacuarí? ¿Dónde nació Carlos Gardel? ¿Alguien alguna vez comió un asado hecho con parquet? ¿Dónde están las manos de Perón? ¿Por qué velaron a Néstor Kirchner a cajón cerrado? ¿Marta Holgado era realmente la hija del General?
Por el momento, Boca-River no existe. Hasta que alguien demuestre lo contrario, este superclásico es una superstición parecida a la lluvia de inversiones, el derrame o el capitalismo con rostro humano. El realismo mágico del fútbol. Un invento argentino en el que todos creemos. Inclusive los ateos.
En los canales de deportes en estos momentos están hablando sobre drenajes, lonas, obras y cepillos. Bueno, no siempre. También se habla de clima, hay opiniones de meteorólogos, se ven imágenes satelitales que muestran cómo está actuando la tormenta sobre Buenos Aires.
Lo que dice el Servicio Meteorológico se traduce inmediatamente al juego. ¿Cuántos milímetros de lluvia tienen que caer para que el Pipa Benedetto puede aprovechar su velocidad y contundencia? ¿Y cuántos para evitar que el Pity Martínez pueda desplegar su gambeta?
Ya no se sabe quién puede explicar este no partido. Está claro que se puede decir absolutamente cualquier cosa sobre este superclásico alucinante. O alucinado. O alucinógeno.
Un superclásico que es probable que no exista. Pero lo que sí es seguro es que existe la pasión. Una pasión descontrolada, inexplicable. Una pasión que en este país solo es capaz de generar el partido más importante de la historia del fútbol masculino.
*Periodista y escritor.