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Emociones

Lo que hoy está permitido

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Acto. “¿Votará atendiendo a sus intereses personales más allá de las consecuencias?” | telam

Como es usual en días de elecciones, mañana está prohibida la venta de alcohol y la emisión de propaganda electoral, entre otras cosas. Pero no está prohibido pensar, reflexionar, evaluar. Los comicios ofrecen a cada ciudadano la oportunidad de ponerse al día con sus propios valores, con su cosmovisión, con su visión de futuro. Como suele ocurrir con las oportunidades, estas solo lo son si se las activa. No actúan por sí mismas, necesitan del protagonismo de aquellos ante quienes se presentan. En este caso son varias las preguntas que emergen ante el elector. ¿Votará atendiendo pura y exclusivamente a sus intereses personales, independientemente de las consecuencias que pueda tener ese voto? ¿Ha evaluado esas consecuencias y está dispuesto a responder cuando ellas se presenten? ¿Siente preocupación por el destino colectivo de la sociedad, destino que incluye no solo a sus conocidos, allegados y familiares, sino también a personas que no conoce y a otras con las que está en desacuerdo en uno o varios temas? ¿Conoce a fondo la plataforma del candidato a quien votará, le dedicó tiempo a su lectura y comprensión? ¿Ha reflexionado sobre las propuestas del candidato, las ha evaluado, observó la factibilidad de ellas? ¿Sabe cuáles son los valores del candidato y tiene constancia de que este los aplique y los honre en su vida personal, más allá de proclamarlos? ¿Su elección de candidato se debe a un impulso emocional, a una cuestión de gusto, a un pálpito o a una valoración realizada con tiempo, con información confiable, con una investigación de los temas por los cuales decide votarlo? ¿Ha debatido con personas que piensan votar a un candidato diferente del propio, o las ha ignorado, ha preferido no escucharlas, ha descalificado sus razones? ¿Cuál será su actitud si el candidato que votó gana y no cumple sus promesas de campaña? ¿Asumirá su propia responsabilidad en la elección de ese candidato, aceptará que lo votó o lo negará, le echará toda la culpa al candidato o considerará la posibilidad de no haber prestado la debida atención y la necesaria reflexión antes de votar? ¿Votará a favor de una idea que ha explorado conscientemente, o simplemente votará en contra de otro u otros candidatos? ¿Si ganara un candidato opuesto a sus ideas, y luego gobernara de una manera beneficiosa para la sociedad, aceptaría esa situación o seguiría dispuesto a votar en contra?

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Quizás algunas de estas preguntas parezcan obvias, pero hace tiempo que en nuestra sociedad se perdió la capacidad de ver lo obvio, remplazándolo por sesgos y prejuicios que terminan por desfigurar la realidad con costos altos. Es posible que al responder a este test, quien lo haga se encuentre con algún interesante descubrimiento acerca de sí y confirme su voto, respaldándolo ahora con argumentos que debió revisar o, por el contrario, que lo cambie tras haberse permitido reflexionar y salir ya sea de una decisión dogmática o de una emocional.

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Mucho se habló y se escribió en los últimos tiempos sobre el carácter emocional del voto, y a menudo se lo hizo de un modo absolutorio, como si la profundidad de la crisis económica, política, social y moral que vive el país justificara la expulsión de la razón en el momento de elegir. Sin embargo, las sociedades humanas no son abstracciones ni son objetos pasivos de los fenómenos que padecen. Están integradas por individuos dotados de razón, y es imperdonable despreciarla. Ella es el jinete capaz de cabalgar y orientar al potro de la emoción que, sin esa gestión, queda librado a un rumbo desbocado. A las sociedades no “les pasan” las cosas (“¿Qué nos pasa a los argentinos?”, es una pregunta recurrente que se formula con aire de inocencia). Ellas las gestan. Ellas producen sus gobernantes. Como muchas acciones fruto de arranques emocionales, votar es un acto cuya ejecución dura un instante y de cuyas consecuencias no hay regreso. Aunque sea secreto, el voto no solo incide en el votante, sino en toda la comunidad. Para bien o para mal. Y siempre para un largo tiempo por delante. Está permitido, entonces, responder a las preguntas de este texto.

*Escritor y periodista.