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Fantasmas de Calígula y Nerón

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Leyenda. Nerón, emperador romano que incendió Roma. | cedoc

Para el filósofo Friedrich Hegel (1770-1831), figura cumbre del idealismo alemán, los grandes hechos de la historia se repiten. En su obra El 18 de brumario de Luis Bonaparte, publicada en 1852, Karl Marx agregaba a esa idea que la repetición se da una vez como tragedia y otra vez como comedia. Aludía al autogolpe de Luis Bonaparte (sobrino de Napoleón), presidente de la Segunda República francesa fundada en 1848, quien en 1851 disolvió la Asamblea y se adjudicó poderes absolutos para proclamarse un año después emperador, como su tío. El 18 de Brumario (9 de noviembre) de 1799, Napoleón, a su regreso de la campaña militar en Egipto y con el apoyo del ejército, terminó con la Revolución, que tras la consigna Libertad, Igualdad, Fraternidad había dado fin a la monarquía e inaugurado y sentado las bases de la moderna democracia antes de debilitarse por enfrentamientos internos (Robespierre vs. Danton), y se coronó emperador en 1804. Lo de Brumario se debía a que los meses habían sido rebautizados, y de mediados de octubre a mediados de noviembre corría el mes de la bruma y la niebla en el nuevo calendario.

En la Argentina las repeticiones se dan en tono de farsa o a lo sumo de farsa trágica. Y de una a otra repetición, con los matices y diferencias de cada caso, los protagonistas suelen ser más grotescos y más dañinos, aunque no por ello numerosas partes de la sociedad dejan de seguirlos y encumbrarlos, celebrándolos como mesías, antes de darles la espalda, vituperarlos y olvidar su propia responsabilidad (la de la sociedad) en la devastación producida.

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En las repeticiones históricas, aquí y en todas partes, sobrevuelan las sombras y fantasmas, incluso de personajes de otros países. Así, afinando la mirada, en algunos momentos de la última semana (que acaso no haya sido la peor, porque en la Argentina la olla no tiene fondo) se pudo vislumbrar las siluetas de dos emperadores romanos: Nerón (37-68 dC) y Calígula (12-41 dC). Según la leyenda Nerón incendió Roma, que ardió durante seis días en julio del año 64, con la intención de refundarla con su propio nombre y hecha a imagen y semejanza de sus caprichosos gustos. Tácito y otros historiadores lo desmienten. El incendio, que destruyó diez de los catorce barrios romanos, se inició, al parecer, por accidente, pero el hecho de que los barrios que se salvaron del fuego estuvieran habitados mayoritariamente por cristianos le dio al emperador la excusa para denunciarlos a estos como culpables, y perseguirlos encarnizadamente acusándolos de ser una secta conspiradora. También culpó a las elites, a las cuales les impuso castigos y desmesurados impuestos destinados, según él, a la reconstrucción de la ciudad. Tanto fue el descontento y la resistencia, así como la miseria de los damnificados (de la que nunca se ocupó) que, por miedo a que el Senado terminara condenándolo, eligió suicidarse en la villa donde se había escondido.

Réquiem para la responsabilidad

A su vez Calígula, que se presentaba a sí mismo como un dios y pretendió nombrar cónsul a su caballo Incitatus, reinó apenas cuatro años signados por sus caprichos, su vida fastuosa, por sus gastos desmesurados que provocaron una seria crisis económica en los años 38 y 39, por un intento de invadir y anexar Britania que nunca se consumó y por una permanente hostilidad hacia sus críticos y adversarios, con sanguinarias persecuciones y asesinatos de estos. En este clima las conspiraciones en su contra eran una constante y una de ellas, encabezada por Casio Querea y soldados de la guardia pretoriana, terminó con su asesinato el 24 de enero de 41.

Tanto Nerón como Calígula fueron muy populares en los comienzos de sus mandatos y tomaron medidas que les acarrearon admiración y seguimiento. Pero obnubilados por el poder, ajenos a los sufrimientos que provocaban en el pueblo e indiferentes a estas angustias, terminaron víctimas de su ceguera y desmesura, dejando a su paso escenarios devastados. Hoy y aquí los espectros de Nerón y Calígula echan leña a un fuego arrasador y sueñan con realidades imposibles sin medir consecuencias. Primero se aliaron, hoy están enfrentados, aunque unidos en una demencial e imperdonable irresponsabilidad.

*Escritor y periodista.