Antes de escribir esta columna hablé con el profesor Jonathan Rynhold, de la Universidad Bar-Ilan. Quería conocer su opinión sobre las elecciones de este próximo martes en Israel, qué elementos pueden decidir el voto, cuáles son los temas que más preocupan a los israelíes. También quería saber cómo ve a los candidatos que se quieren convertir en el próximo primer ministro. Una de las preguntas tenía que ver con Benjamin Netanyahu, la figura que viene dominando el escenario político nacional en las últimas décadas.
Como Israel viene de “disfrutar un descanso” de Netanyahu desde junio del 2021, cuando la variopinta coalición encabezada por Yair Lapid desde la centroizquierda y Naftali Bennett desde la centroderecha desplazó a Bibi del poder, pensé que Rynhold, que es investigador del prestigioso think tank Begin-Sadat Center for Strategic Studies, iba a comenzar por compartirme algunas reservas y nuevas sutilezas sobre estas elecciones, las quintas en los últimos cuatro años.
Pero me sorprendió. Cuando le pregunté si todo sigue girando alrededor de Netanyahu me respondió sin dudar: “la respuesta es sí”, los israelíes siguen votando a favor o en contra de Bibi.
A Rynhold lo había entrevistado anteriormente en ocasión de las elecciones israelíes de abril del 2019. El artículo se publicó como “Elecciones en Israel: Netanyahu quiere seguir extendiendo su récord, pero un periodista y un ex jefe militar lo desafían”.
El título podría usarse nuevamente en estos días, ya que los principales rivales de Bibi son (vuelven a ser) el periodista Lapid (un ex presentador televisivo y ocasional actor) y Benny Gantz, ex jefe de las Fuerzas de Defensa de Israel y actual ministro de Defensa.
Netanyahu terminó surgiendo vencedor en aquellos comicios, para los cuales Gantz y Lapid se habían presentado juntos en la coalición Kajol Lavan (Azul y Blanco). Mucha agua pasó bajo los puentes israelíes: Lapid volvió a su Yesh Atid y el año pasado montó junto a Bennett una arquitectura insólita que incluyó a Gantz, a partidos de izquierda y alianzas árabes islámicas que lograron lo impensado, sacar a Bibi, aunque sea por unos meses.
Pero, al parecer, todo vuelve: el martes habrá que ver si se concreta el retorno de un Bibi Recargado, energizado de la peor manera posible, con el apoyo de dos inquietantes personajes del nacionalismo extremista israelí, Itamar Ben Gvir y Bezalel Smotrich.
El portal Times of Israel quiso dejar en claro de qué se trata esta eventual llegada al gobierno, con ministerios y todo, de Gvir, un ex dirigente juvenil del partido ultraortodoxo antiárabe Kach (prohibido por el gobierno en 1994 en base a leyes antiterrorismo) y Smotrich, conocido por sus posiciones contra los homosexuales y en favor de los asentamientos judíos en los territorios palestinos de Cisjordania (o Judea y Samaria, según desde dónde se mire).
Las políticas de Ben Gvir, dijo el diario israelí en inglés, “llegan hasta extremos que incluso la extrema derecha de Europa no toca”. También apuntó que “con el ascenso de Ben Gvir y Smotrich, Israel corre el riesgo de una catastrófica caída en el extremismo”. Y completó citando a Lapid: “Un gobierno de Netanyahu-Smotrich-Ben Gvir será el ‘fin de la democracia’” en el país.
Cuando se cuenten los votos del martes se volverá a bailar la danza de los acuerdos, teniendo en cuenta que aquel que junte el apoyo de al menos 61 de las 120 bancas de la Knesset, podrá aspirar a formar gobierno.
Si bien la sociedad israelí está dividida en segmentos desde la izquierda a la derecha, como cualquier otro país, el mundo político, recuerda Rynhold, está partido al medio por una sola razón: los que formarían parte de un gobierno Netanyahu y los que jamás lo harían (o lo volverían a hacer, como Lapid, Gantz y Bennett, que fueron ministros de Bibi).
Algunos dirigentes de derecha, agrega el profesor de la Bar-Ilan, incluyendo algunos del Likud, tampoco quieren volver a estar bajo el mando de Netanyahu, y eso agregará dramatismo al juego de las alianzas.
Pero también abre las puertas a un Bibi desesperado que, acorralado por eventuales resultados del martes y los procesos por corrupción en su contra, decida que no tiene más remedio que apoyarse en Ben Gvir y Smotrich.
Un gabinete de Bibi con esos dos personajes “puede causar daño a la sociedad de Israel”, a sus instituciones, a la relación entre árabes y judíos y la posición del país a nivel internacional, en especial con sus nuevos amigos en la región, completó Jonathan.
Como muestra, la prensa local reveló que, durante una reciente visita a Israel, el canciller de los Emiratos Árabes Unidos le advirtió a Netanyahu, justamente uno de los ingenieros de los Acuerdos de Abraham, que una sociedad con políticos racistas le hará daño al valorado proceso de paz.
*Ex corresponsal en Washington y en Israel.
Escribe sobre temas de Estados Unidos, Medio Oriente y tendencias.