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Los resultados no mienten

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Lamento. Los Pumas perdieron. Pero complicarles la vida a los mejores no es poco. | afp

Algo que para muchos es un valor y para otros un defecto, es que en rugby los resultados, siempre, son un reflejo fiel de lo que pasó en la cancha. Para quienes aman el rugby el resultado es entonces un acto de justicia, o algo que se le parece: quien por alguna razón no pudo ver un partido le basta ver el resultado final para hacerse una idea de lo que pasó en el campo de juego. No puede saberlo todo (a veces no pueden saberlo todo ni siquiera quienes lo vieron), pero puede tener una idea bastante clara de lo que pasó.

El marcador 26-23 a favor de Inglaterra habla de eso: de un partido ajustado y justo, de un marcador que hubiese faltado nada para revertirlo –o al menos para empatarlo e ir al alargue.

Y sin embargo, si algo debiéramos decirle a quienes no pudieron ver el partido, es que el 26-23 no fue tan justo como parece. Es decir lo es, porque fue ese, pero un penal errado por poco pateado faltando cinco minutos para el partido habría cambiado todo. O tal vez no. ¿Cómo saberlo? Los periodistas, tal proclives a hacer pronósticos, esta vez deberían hacer lo único que corresponde en estos casos: taparse la cara con las manos y llorar.

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Pero si hiciera eso exageraría: Los Pumas jugaron bien, no tanto en el primer tiempo, pero indudablemente sí en el segundo. Cuando el marcador se alejaba a favor de Inglaterra no bajaron la guardia ni un instante. No solo no bajaron la guardia: la levantaron y golpearon y no dejaron de golpear hasta estar cerca de empatarlo. Eso se llama luchar, y a Los Pumas se le pueden criticar muchas cosas, menos que dediquen cada átomo de sus cuerpos en pos de la victoria. Que a veces se da.

Haber logrado el cuarto puesto, desde cierta óptica, no está tan mal. Es cierto que se aspiraba a lograr, al menos, el tercer puesto histórico del 2007, pero ese cuarto lugar es el indicativo de algo: Los Pumas están entre los mejores del mundo, o al menos son capaces de complicarles la vida a los mejores del mundo. Y eso, permítanme decirlo, no es poco.