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Los talibanes volvieron al poder e imponen dura censura a la prensa

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Cara cubierta. La mujer periodista es más limitada que sus colegas hombres en Afganistán. | Shutterstock

Los medios de prensa de buena parte del mundo, en especial los que operan en países como la Argentina (que suelen poner sus ojos en el devenir local, más que en los fenómenos que afectan al resto del planeta), parecen estar sometidos a una lógica que lleva a primeros planos acontecimientos tales como la persistente invasión rusa a Ucrania, los peligros nucleares que de ella pueden derivar, ciertos avances en la carrera espacial (ahora con el crecimiento de países como China e India), la tensa situación en Ecuador, la política norteamericana y un puñado de otros temas. Esta casi unanimidad temática conlleva el riesgo de invisibilizar otros hechos, que afectan a pueblos y a la defensa de valores, tales como la libertad de expresión y los derechos humanos. ¿Cuántos lectores de PERFIL saben que hay una guerra civil en Sudán, por ejemplo? ¿Cuántos han reparado en las consecuencias de la retoma del poder por los talibanes en Afganistán?

Esta columna estará dedicada hoy a tocar este último tema, porque el control del gobierno afgano por los talibanes no es un fenómeno meramente local, sino que pone en peligro la estabilidad en una región, que ya ha sufrido en el pasado el crecimiento de este fundamentalismo islámico llevado a extremos. Y su vigencia alimenta, además, una creciente censura en ese país, con la adición de medidas punitivas extremas contra periodistas mujeres.

Un extenso informe de Reporteros sin Fronteras (organización con sede en Francia dedicada a la defensa de la libertad de expresión en todo el mundo) resume lo que viene sucediendo allí desde hace dos años, cuando los talibanes recuperaron el control del gobierno afgano. La crónica de RSF se inicia con este texto: “‘Cada día es peor. Me niegan el derecho a realizar coberturas por el único motivo de ser mujer’. Quien lanza esta amarga afirmación es una periodista que sigue trabajando para una cadena de televisión en Kabul y que prefiere mantenerse en el anonimato. ‘Como mujer periodista, tengo que tener cuidado con todo’, explica, añadiendo que tiene que llevar imperativamente una mascarilla para poder salir al aire. ‘No podemos participar en un debate con hombres, ni siquiera podemos hacerles una pregunta. Tampoco podemos elegir libremente el tema que queremos cubrir. El resultado es que numerosas mujeres periodistas se han visto obligadas a abandonar la profesión’”.

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Más del 80% de las periodistas afganas han tenido que dejar su empleo desde el 15 de agosto de 2021 y, en total, más de dos tercios de los cerca de 12 mil periodistas que ejercían en el país en 2021 han renunciado a su profesión. El conjunto de los medios de comunicación ha sido diezmado durante estos dos últimos años. Más de la mitad de los 547 medios registrados en Afganistán en 2021 han desaparecido, según los datos recabados por RSF. De 150 cadenas de televisión, permanecen menos de setenta, y de 307 emisoras de radio, solo 170 siguen activas. El número de agencias de noticias se ha reducido de treinta y uno a 18.

Dice el informe fechado a mediados del mes pasado: “Los responsables de los medios que quieren seguir publicando o emitiendo noticias en Afganistán lo tienen muy claro: si quieren sobrevivir, tienen que acatar las ‘once reglas del periodismo’ decretadas en septiembre de 2021 –que, tal y como reveló RSF, abrieron la vía a edictos y persecuciones–, así como las múltiples normas restrictivas de la actividad periodística que vinieron después. Por otra parte, los periodistas sufren una carencia casi total de leyes que los protejan”.

Todo fundamentalismo, toda postura política extrema, son un riesgo para el ejercicio de esta profesión. Es bueno que los lectores de PERFIL lo tengan claro.