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Elecciones 2019

Macri está a tiempo de revertir su actual fracaso económico

Deben tomarse medidas racionales que cambien las expectativas. Las lecciones de experiencias anteriores.

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El presidente Mauricio Macri y el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne. | minutouno.com

Corría el año 1990 y Erman Gonzalez era el Ministro de Economía de la presidencia de Carlos Menem. La inflación estaba en el orden de 1300% anual y la producción nacional y el empleo en fuerte caída. Ante la economía en estado cadavérico, y alarmantes versiones de corrupción, el vicepresidente Eduardo Duhalde se estaba preparando para asumir el mando.  Desesperado, el Menem realizó un enroque en su gabinete: en enero de 1991 desplazó a Domingo Cavallo del ministerio de Relaciones Exteriores y lo designó en Economía y a Erman Gonzalez, Ministro de Economía, le concedió el ministerio de Defensa.

Inmediatamente el ministro Cavallo lanzo el llamado Plan Cavallo I, devaluó el Austral en un 80% y estableció una banda cambiaria de flotación “a la Dujovne” entre 8 mil y 10 mil australes por dólar. Pero la inflación fue del 9% en enero, 27% en febrero y 11% en marzo de 1991. Es decir que la inflación se trasladó completamente a precios. La devaluación, que estaba mal hecha y, en consecuencia, fracasó.

Menem empezó a pensar en el reemplazo de Cavallo por el diputado y economista justicialista Jorge Domínguez.  Pero el 14 de noviembre de 1990 había aparecido en la página 8 del diario Ámbito Financiero un extenso artículo titulado No habrá ajuste extoso si no hay convertibilidad. Tres meses después, a fines de febrero de 1991, mientras estaba en vigencia el Plan Cavallo I, el doctor  Adalbert Krieger Vasena, me pidió una copia de ese simple artículo para entregarla a Cavallo. El ministro tomó la idea, y de allí lanzó el Plan Cavallo II que es precisamente el Plan de Convertibilidad que lo hizo famoso. Este Plan cambió instantáneamente las expectativas negativas que generaba el menemismo y tuvo un éxito inmediato. Tan grande fueron los cambios de expectativas que permitieron a Menem arrasar en las elecciones de medio término de septiembre y octubre de 1991. Pero ello ocurrió recién con el cuarto plan económico ensayado por el menemismo. Por ello es bueno tener presente esos tres planes previos fracasados de Rapanelli en 1989, de Erman Gonzalez en 1990, y el primer ensayo de Cavallo de enero, febrero y marzo de 1991 para no desanimarse respecto de las posibilidades del actual Presidente Mauricio Macri, al que muchos ya dan por fracasado.

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Los dos primeros años de la Presidencia de Menem son claros ejemplos indicativos de que Macri todavía está a tiempo de dar un golpe de timón y superar los sucesivos fracasos de los cuatro planes económicos que ya lleva ensayando el mismo ministro Nicolás Dujovne. Si el Presidente lo hace y ensaya un plan racional, todavía puede ganar su propia reelección en octubre. Macri debe entender que, en nuestro sistema constitucional, los ministros son meros fusibles del Presidente y si ellos son ineptos, debe removerlos inmediatamente pues de lo contrario él mismo será el fusible fracasado en las elecciones de octubre y noviembre de este año.

Hoy día, al 6 de mayo de 2019, Macri tiene todavía la oportunidad de reproducir las hazañas de Menem y arrasar en las elecciones de octubre de 2019, si adopta un plan económico coherente como el que, en sus pasos iniciales, se explican más adelante.

El error principal del programa económico vigente del ministro Nicolás Dujovne consiste en subir excesivamente la tasa de interés para aplacar la suba del dólar. El segundo defecto consiste en financiar la fuga de capitales usando los dólares del endeudamiento externo con el FMI, también para aplacar la suba del dólar.  Todo el propósito del plan Dujovne busca aplacar la cotización del dólar al costo de una feroz recesión, sin atacar las causas profundas de la manía argentina de comprar dólares cuando la economía carece de rumbo.

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Las altas tasas de interés incitan a los bancos titulares de las Lelics y a los titulares de depósitos bancarios a plazo fijo a renovar sus tenencias y quedarse en pesos, evitando así que esos pesos corran hacia el dólar aumentando la demanda de la divisa y su suba a niveles que bien podrían llegar a setenta u ochenta pesos por dólar. Es claro también que la venta de dólares provenientes del endeudamiento con el FMI para permitir la fuga de capitales se convirtió en el otro reaseguro para que el dólar no se escape. En otras palabras, Dujovne quiere que el dólar quede quieto a cualquier costo, aunque ello determine una recesión de órdago con alto desempleo por culpa de las altísimas tasas de interés. Y más aún, aunque el país se endeude en dólares al divino botón con probable default, como sugiere el riesgo país que ya supera los 900 basis points.

El asesor presidencial ecuatoriano Jaime Durán Barba es el otro responsable intelectual del desastre, pues intenta priorizar la reelección presidencial por encima del desarrollo nuestro país y el bienestar de los argentinos. No en vano es ecuatoriano y cobra en dólares. ¿Es tan así? No tanto, se responde a sí mismo Durán Barba, pues en realidad se trata de impedir que la cleptocracia de la expresidenta Cristina Kirchner vuelva a gobernar el país al ser derrotada por Macri en el balotaje. El argumento del gurú es falaz porque si Mauricio no se presentara como candidato, se disiparían automáticamente también las chances de Cristina. Está claro que la estrategia del gurú, de promover el choque de Mauricio contra Cristina, alimenta recíprocamente odios entre los argentinos que impiden la unión nacional que prescribe el preámbulo de la Constitución y la promesa inicial del Presidente de unir a los argentinos.

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Ante este panorama, surge la necesidad de ensayar una política superadora con un programa que cambie las expectativas pesimistas que agobian a los operadores de la economía. La economía vive de las expectativas. Si éstas son oscuras y pesimistas como en la actualidad, nadie invierte y todo el mundo compra dólares o especula en contra del país. Y en este caso, Macri perderá su reelección. Pero si las expectativas fueran optimistas y el plan económico del gobierno generara confianza por su lógica interna, su racionalidad y su coincidencia con los intereses nacionales, todo cambiaría instantáneamente. Y Macri ganaría las elecciones, como ocurrió con Menem y su Convertibilidad a fines de 1991. Hay que hacer que los que especulen lo hagan a favor del país y no en su contra, como ahora. Los ejemplos del plan de Convertibilidad en sus momentos iniciales y el plan Austral de Alfonsín, también en sus momentos iniciales, son ejemplos que no deben olvidarse.

El primer paso para un plan económico racional es el rescate de todas las Lelics con bonos del Estado indexados en pesos, a mediano plazo, y con una tasa de interés real del 2%. Es bien sabido que Lebac y Leliq son meros pagarés a cortísimo plazo que emite el propio Banco Central, sin el debido respaldo del Congreso.  Son inconstitucionales. Carecen de respaldo legislativo pues se originan en un decreto presidencial de necesidad y urgencia dictado a comienzos del año 2002, que nunca tuvo tratamiento en el Congreso.

Además, estos pagarés están en contra de las sanas prácticas de banca central, universalmente aceptadas. Los bancos centrales de los países serios hacen operaciones de mercado abierto comprando o vendiendo títulos públicos para regular la oferta monetaria y las tasas de interés, usando para ello títulos públicos previamente emitidos y vendidos en el mercado de capitales por el fisco, nunca con títulos originados y creados por el propio Banco Central. El rescate que proponemos no vulnera la seguridad jurídica, ni el Estado de Derecho pues es bien sabido que todos los Estados, de todos los países del mundo, conservan el derecho a rescatar sus títulos públicos. Aunque es claro que los Bancos compradores de las Leliq dejarían de hacerse el festín de ganar un interés real usurario real anual del 25% para pasar a ganar un interés razonable en términos reales del 2% anual. La consecuencia de este rescate sería que la peligrosa demanda especulativa potencial de dólares provenientes de los vencimientos semanales de las Leliq desaparecería, y el peligro que el dólar suba a las nubes, también.

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El paso siguiente es indexar todos los depósitos a plazo fijo en pesos con el IPC, como ocurre en Chile, y ofrecer a los titulares de esos depósitos una tasa de interés real del 2%. Concomitantemente, debe derogarse la prohibición general de indexar todavía vigente en nuestro país y permitir la indexación de los salarios en los convenios colectivos de trabajo que deberán celebrarse a tres años de plazo, como en los Estados Unidos, sujetos a cláusulas de mejoras en la productividad.  Con este sistema en los Estados Unidos, desde la época del Presidente Reagan en adelante, se eliminaron el 80% de las huelgas y conflictos colectivos de trabajo. Lo mismo ocurriría en nuestro país.

Al tiempo de indexar los depósitos a plazo fijo debe adoptarse un sistema monetario similar al chileno, el que ha sido elogiado por Premios Nobel de Economía como el más eficiente del mundo. Esta medida también frenaría la demanda de dólares. En este caso, la demanda frenada no sería la de los bancos al dólar, sino la del público ahorrista al dólar. En nuestro país, el público compra dólares para defenderse de la inflación, pero si los depósitos a plazo fijo en pesos están indexados y además conceden un interés real del 2% anual, la demanda del público se dirigiría hacia esos plazos fijos y no al dólar, pues público estará alertado acerca de que el dólar sufre de una inflación pequeña, pero inflación al fin del 2% anual. En consecuencia, el que ahorra en dólares a largo plazo pierde. La experiencia chilena demuestra que, al cabo de 10 años, quien ahorró en plazos fijos indexados tenía un capital 7 real veces mayor que el ahorró en dólares.  El estímulo al ahorro es fundamental en la lucha contra la inflación, pues el ahorro es el mejor antídoto contra ella.

El otro antídoto antinflacionario es lograr un superávit fiscal primario mediante la imposición de un derecho de exportación del 20% a los productos primarios con el objetivo doble de recaudar para el fisco y promover la industrialización eficiente del país. El caso del litio es representativo. Mientras Bolivia y Chile promueven la fabricación de baterías de litio en su territorio para abastecer el gran mercado mundial futuro de automóviles eléctricos, nuestro país cobra una insignificante regalía del 3% del mineral en bruto de exportación y su industrialización en otros países. Para reforzar el superávit fiscal primario debe establecerse además un derecho de importación bajo y uniforme del 10% para reforzar el superávit fiscal primario y proteger sin privilegios aberrantes a la industria nacional generadora de puestos de trabajo.  

Concomitantemente con lo anterior debe abandonarse el esquema del tipo de cambio fluctuante mediante la adopción de un tipo de cambio fijo de equilibrio de largo plazo indexado con el IPC. Ese tipo de cambio de largo plazo y de equilibrio es en la actualidad de 50 pesos por dólar, pero debe ser indexado con el IPC.  Y sin restarle la inflación en dólares, de manera tal de asegurar un tipo de cambio cada vez más alto en el largo plazo. Brasil utilizó este sistema en 1964-1985 con un éxito formidable. El tipo de cambio indexado estimulará la inversión para exportar con su efecto multiplicador potente para el desarrollo de la economía interna y la creación de empleo. Sin embargo, este tipo de cambio real elevado tendrá algún efecto inflacionario que será contrarrestado por la alta tasa de ahorro de la economía toda, el superávit fiscal y los derechos de exportación del 20% a los productos primarios, que empujarán hacia abajo su precio en el mercado interno, mejorando así el salario real y favoreciendo al mismo tiempo la demanda de trabajo, y la industrialización de las materias para su exportación con elaboración.

Para consolidar la confianza en este plan económico y reforzar todavía mas las expectativas racionales a su favor, el Poder Ejecutivo, debería, por decreto de necesidad y urgencia derogar el articulo 20 de la carta orgánica del Banco Central de la República Argentina que le permite a esta institución emitir dinero para financiar el gasto público bajo el eufemismo de ser meros “adelantos transitorios” al Gobierno Nacional. Esta emisión es una de las causas más importantes de la inflación y por lo tanto debe eliminarse.

Y también debe derogarse el artículo 53 de la ley complementaria permanente del presupuesto numero 11672 que autoriza al Poder Ejecutivo a contraer deudas externas con jurisdicción extranjera en contradicción con el articulo 116 de la Constitución Nacional. Para la renovación de las deudas ya emitidas, obviamente, no habrá más remedio que autorizar su recontratación con la misma jurisdicción pactada originalmente.

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Todas las medidas anteriores pueden dictarse por medio de decretos de necesidad y urgencia por parte del Poder Ejecutivo para su posterior consideración en el Congreso Nacional. Con estas medidas el riesgo país caería de los 900 basis points actuales a menos de 200 en pocos meses y el Presidente actual podría renovar su mandato tranquilamente. Su racionalidad es tan evidente que si estas medidas no son asumidas por Macri, lo serán luego por Massa, por Lavagna, por Urtubey, por Pichetto o quien lo suceda en definitiva.

Otra medida de rigor sería convocar a una repatriación de capitales, pero para ello se necesitaría una ley del Congreso. Repatriación y no mero blanqueo, como erróneamente se sancionó en el año 2016.  En efecto, más de 400 mil millones de dólares de argentinos permanecen en el exterior cobrando exiguos retornos en dólares, o permanecen en cajas fuertes. Estos capitales pierden el 2% o 3% por la inflación anual que sufren en dólares. Estos fondos deberían ser invitados a volver al país para colocarse en pesos indexados en depósitos a plazo fijo en bancos nacionales o en acciones cotizadas en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires en condiciones fiscales sumamente favorables, por ejemplo, previo pago del 1%. Todo ello, a condición de que no se trate de capitales provenientes de la corrupción o el terrorismo. De esta manera, el problema de la deuda externa desaparecería pues las reservas del Banco Central podrían llegar en poco tiempo a más de 300 mil millones de dólares.

En nuestro libro PROPUESTAS SUPERADORAS PARA EL DESARROLLO ECONOMICO publicado en B.A. por Prosa Editores en 2018 proponemos muchas otras medidas esenciales para recrear el despegue económico argentino.