COLUMNISTAS
UN TIEMPO NUEVO

Manipulados por mitos

Las marchas por el aniversario del último golpe militar exhibieron las contradicciones de nuestra cultura política y la imaginación con que algunos analistas deforman la historia reciente del país. Una de las diferencias de Argentina con otros países latinoamericanos es que aquí no se produjo una revolución liberal y la política permanece bajo la influencia de una mezcla de mesianismo, pensamiento mágico y militarismo poco frecuente en otros países de la región.

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Derechas... ¡Dre¡ | Pablo Temes

La historia se interpreta con más imaginación que apego a la realidad y el pasado se deforma con versiones bizarras defendidas irracional y fanáticamente. En medio del mar de banderas que inundó Buenos Aires en esta semana, desfilaron hoces, martillos y algunos dirigentes de izquierda dijeron que “el golpe genocida fue organizado por los mismos empresarios que hoy se siguen enriqueciendo, que aplastan los salarios, que precarizan a las y los trabajadores y que quieren quitarles sus derechos”.

Se referían a una asonada militar que contó con el apoyo de amplios sectores contrarios al gobierno de Isabel Martínez, y también del Partido Comunista Argentino, que ayudó a la dictadura en el ámbito internacional, en el que la Unión Soviética respaldó al gobierno castrense, invocando la autodeterminación de los pueblos.

Cuando se produjo el golpe militar, nos reunimos para comentar los acontecimientos algunas personas vinculadas a la Fundación Bariloche y a la Universidad del Comahue. Quienes se identificaban con la izquierda estaban felices del fin del gobierno de Isabel y López Rega ,que habían formado las tres A y matado a miles de militantes de su tendencia. Los represores cumplían las órdenes de Perón que, después del copamiento de la guarnición de Azul protagonizada por militantes del ERP, dio la orden de “aniquilar cuanto antes este terrorismo criminal”, calificando a los alzados en armas de “enemigos de la Patria”.

El terrorismo de Estado empezó durante el gobierno de Isabel Martínez y cuando los militares asumieron el poder siguieron la misma línea de acción, contrariando a los ilusos que creyeron que llegaba un gobierno de “militares progresistas”, que acabaría con lo que consideraban el fascismo peronista.

No hay dictaduras militares ni mesianismos progresistas. El gobierno de quienes Jorge Fontevecchia calificó bien de “un estúpido, un ambicioso y un loco” multiplicó los atropellos de López Rega. Fue una tiranía siniestra aupada por algunos que ahora se presentan como sus entusiastas opositores.

Hoy es difícil que un partido de gobierno gane elecciones. No pudieron Trump ni Bolsonaro.

Varias manifestaciones fueron actos de campaña del kirchnerismo, que defendían que “Sin Cristina no hay nada”. Mientras muchos de los que fueron secuestrados por la dictadura habrían sido atacados por los manifestantes si llegaban a ese sitio, la heroína de miles de manifestantes fue la principal integrante del triunvirato que gobierna el país, que justamente en esa fecha anunció que había dado un golpe mortal a los jubilados que existen y existirán, quitándoles los dólares de su caja provisional para hacer campaña.

Ni los abogados Néstor Kirchner, Cristina Fernández, Alberto Fernández, Sergio Massa, ni otros que forman parte de su equipo, se opusieron a la dictadura. En ningún sitio existe un escrito en el que hayan defendido a perseguidos, ni buscaron a un desaparecido o a sus descendientes, ni siquiera cuando terminó el Proceso. Compraron la patente de la lucha en contra de la dictadura y la defensa de los derechos humanos recién cuando Néstor llegó al gobierno y empezó a usar del tema.

El kirchnerismo es una versión de izquierda del peronismo que carece de raíces históricas e ideológicas. Perón no vivió los 18 años de proscripción en Cuba o en la Unión Soviética. Inicialmente fue protegido del general Stroessner, de Paraguay, que le otorgó la nacionalidad paraguaya y el rango de general del ejército en servicio activo, y le entregó documentos de identidad de ese país, con los que viajó durante casi dos décadas. Recibió después la protección de dos generalísimos que tampoco fueron de izquierda: Leónidas Trujillo, de República Dominicana, y Francisco Franco, Caudillo de España por Gracia de Dios.

Se ha impuesto una moda por la que muchos políticos quieren parecer progresistas y se avergüenzan de ser de derecha, pero es un fenómeno reciente. Perón y su movimiento nunca trataron de ser más comunistas que el Che. Desde que nació, el peronismo fue un movimiento de derecha con relaciones con la Iglesia Católica, los militares y un movimiento sindical creado por Perón cuando fue ministro de Trabajo. Entonces promulgó una legislación laboral inspirada en la Carta del Lavoro italiana, promulgada por Mussolini con el objeto de fascistizar la economía italiana, imponiendo un modelo corporativista.

Muchos de sus dirigentes, antiguos y actuales, encabezaron gobiernos locales totalitarios, enemigos de la libertad de expresión, que arruinaron a varias provincias convirtiéndolas en dependencias de un gobierno central que maneja los recursos del Estado para someterlas y usar a sus legisladores para controlar el Parlamento federal.

La política de puertas abiertas ha permitido que se instalaran en el país muchos pobres de otros países latinoamericanos. Por eso, mientras los más necesitados huyen de Nicaragua o Venezuela, no hay una emigración masiva semejante en Argentina. El país conserva sus propios pobres, y atrae a decenas de miles de necesitados de los países fronterizos y de otras nacionalidades. Personas que no tienen nada en sus países de origen rápidamente encuentran en Argentina la posibilidad de usar planes que les proporcionan ingresos básicos, y se trasladan a un país en el que la salud y la educación son gratuitos. La generosidad del Estado argentino con los fondos que obtiene explotando a sus propios ciudadanos es tan grande, que ahora hasta las mujeres de Rusia vienen a dar a luz en el país.

En medio de los actos que recordaban el golpe militar, el hijo de Cristina recordó que su madre siempre ganó las elecciones cuando integró la boleta presidencial. Ocurrió en 2007 y en 2011, ocasiones en que ganó la presidencia de la república, y en 2019, cuando llegó al poder detrás de un presidente nominal. Pudo añadir que fue un importante factor para otro triunfo, cuando ganó la presidencia su esposo, Néstor, en 2003.

La anomia nos inunda

No se puede mantener mecánicamente que porque Cristina siempre ganó va a triunfar este año. Sería muy bueno que aceptara la candidatura, porque se mediría en las urnas la verdad del mito. De acuerdo a los estudios que se hacen, sufriría una gran derrota y tal vez no llegaría a la segunda vuelta. Sería el final espectacular de una etapa de la historia argentina, semejante al estallido de una supernova que iluminaría el nacimiento de una nueva etapa.

En los últimos años han pasado demasiadas cosas, que no permiten que se mantenga la impostura de un franquismo castrista, la máscara de un capitalismo de amigos en el que unos pocos se enriquecen a costa de los demás argentinos.

No hay duda de que, mientras se mantenga la unidad de ese sector, ella será quien mande porque es la líder indiscutida, con sobradas credenciales para serlo. Pero lo más probable es que unidos no pasen a la segunda vuelta. Los análisis que suponen que el cristinismo tiene asegurado un tercio de la votación no toman en cuenta variables nacionales e internacionales.

En estos años es difícil que un partido de gobierno gane las elecciones. No lo logró ni el Capitán Bolsonaro moviendo todo el aparato del Estado de Brasil, ni Donald Trump, en un país en el que casi nunca un presidente ha perdido la reelección. En la mayoría de las elecciones de este lustro ganaron candidatos que supieron comunicar que cambiarían hacia un futuro mejor. El cambio, en cualquier dirección, es una demanda vacía pero poderosa. Es raro que la mayoría de votantes quiera conservar el esquema de gobierno de un país o, peor aun, que se ilusione con volver a un pasado.

La mayoría de las elecciones se deciden por márgenes muy ajustados y los Parlamentos se han vuelto imposibles de manejar. Así como los ciudadanos comunes se sienten ilustrados y opinan sobre cualquier cosa porque tienen en su teléfono el Google, los legisladores no obedecen ni a sus partidos ni a sus dirigentes.

Los líderes locales defienden los intereses de sus electores y difícilmente apoyan un proyecto nacional que los afecte. Hay reformas que parecen inevitables, como la del seguro social de Francia, país en el que se ha duplicado la expectativa de vida de sus habitantes, pero para hacer la reforma no solo hay que ganar las elecciones y lograr que el Parlamento apruebe la ley, también hay que controlar calles en las que se expresan anárquicamente millones de ciudadanos con visiones de la política que responden más a likes que a ideologías.

El gobierno del triunvirato argentino ha sido el peor del período democrático. Cuando hace algunos meses asumió su porción de poder Sergio Massa, algunos creyeron que nacía un nuevo candidato presidencial. Afirmé siempre que era alguien que se lanzaba desde un avión, con un parapente, en medio del huracán. No conozco mucho sobre economía ni sobre aeromodelismo, pero estudié lógica. Era imposible que Massa tuviera éxito integrando un gobierno que es al mismo tiempo tricéfalo y acéfalo, en el que detenta el poder real una dirigente que sueña con ideas que desaparecieron el siglo pasado y el tercer integrante no tiene ningún rumbo.

 El descalabro económico es absoluto. No solo es imposible que mantengan un porcentaje de votos suficiente para ganar, sino que sigue siendo un misterio cómo logran los votos de jubilados a los que dejan en la miseria, con una inflación de más del 100%, comprando empresas en crisis, para hacer grandes ganancias cuando un nuevo gobierno, seguramente enemigo, ajuste las tarifas. Ojalá los argentinos entiendan que no existen los milagros, que se necesita un presidente capaz de lograr acuerdos en una sociedad que padece simultáneamente todas las grietas.

*Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.