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Más allá del voto

PASO 2021
PASO 2021 | Cedoc

El día después de estas PASO, el día después de las elecciones de noviembre y más aún de las elecciones de 2023, valdrá la misma pregunta: cómo hacer para que –al igual que desde hace cincuenta años– más allá de quién sea triunfador y perdedor, al gobernar todos terminen derrotados y perdemos con ellos.

Se asocian o distancian partidos que construyen nuevas alianzas, cambian los nombres de las colaciones y sus conformaciones internas, pero se repiten las mismas dos explicaciones –narrativas– sobre la causa de nuestra decadencia. Unos la explican a partir de que a mediado de los años 70 en Argentina se comenzaron a aplicar ideas neoliberales abandonando las “keynesianas” del peronismo de mediados de siglo pasado. Otros, que la continua aplicación de esas ideas desde 1945 terminó por consumir los stocks de capital acumulados a principio de ese siglo dejando exhausta a la Argentina a mediados de la década del 70 y ya sin más recursos para volver a crecer. Tanto con una u otra la explicación al punto de inflexión se produce a mediados de los años 70 cuando la Argentina tenía solo 4% de pobreza, la que desde allí subió de manera sostenida multiplicándose por diez. Difieren las interpretaciones de las causas que la producen, difieren los remedios que proponen, pero coinciden en el fracaso de sus terapias probablemente porque ambas narrativas estén equivocadas.

A mediados de los setenta algo mucho más importante que cierta hegemonización de las ideas de la escuela económica de Chicago –neoliberalismo– fue que Estados Unidos decidió promover el desarrollo de China para separarla de la ex Unión Soviética y desarmar la amenaza militar de ésta última. 

La muerte de Mao en 1976 y poco después las frases de su sucesor Deng Xiaopin “enriquecerse es glorioso” y “no importa que el gato sea blanco o negro sino que cace ratones” hicieron que parte de los 1.300 millones de chinos pasaran a integrarse a la producción capitalista con jornadas laborales de 54 horas semanales que se mantienen hasta hoy.

En estos 50 años China agregó a la producción mundial industrial, tanto como lo que la humanidad había producido hasta entonces, afectando a todos los países industrializados del mundo. Japón, Europa y Estados Unidos en ese orden. Muchos de nuestros vecinos latinoamericanos no se vieron afectados porque no tenían industrias y recibieron las mejoras del aumento del precio de sus materias primas.

Argentina era el único país latinoamericano que había desarrollado a mediados del siglo pasado un fuerte sector industrial, sindicatos y un incipiente Estado del bienestar que la globalización fue arrasando. Como los otros países latinoamericanos siempre tuvieron a la enorme mayoría de la población en trabajos informales, sector primario, servicios y cuentapropismo, la globalización no los empobreció.

Parte del error de diagnóstico  consiste en confundir neoliberalismo con globalización. Se pueden no aplicar políticas económicas neoliberales, pero no se pueden eliminar los efectos de la globalización.

Las dos narraciones en pugna en Argentina comparten otro elemento en común: ambas le dicen a la sociedad que se puede volver a ser el país previo a la década del 70 con cierta facilidad. El “sí se puede” o “asado en la heladera”. Aunque resulte contraintuitivo el kirchnerismo y Macri hicieron lo mismo: los primeros consumiéndose el aumento del precio de las materias primas pasando de 3% de superávit fiscal a 5% de déficit entre 2007 y 2015, y el segundo endeudándose para mantener ese déficit y gasto hasta explotar.

Son necesarios cada vez más planes sociales porque seguimos teniendo la misma cantidad de empleos en blanco que hace cincuenta años con el doble de la población. El déficit crece porque el gasto social crece porque la economía no crece. Y la economía no crece porque el déficit fiscal requiere que Estado recaude también con impuesto inflacionario y la inflación vuelve a generar más pobreza. Como en un síndrome, causa y consecuencia confunden su secuencialidad.
Seguramente ideas neoliberales fueron perjudiciales. Seguramente la perpetuación de demanda agregada por gasto público trajo perjuicios. Pero la causa irreductible es la irrupción capitalista de China quien desarmó el Estado de bienestar en todos los países donde existía en proporción a su tamaño: menos en los más desarrollados, más en los menos desarrollados.

No hay forma de salirse del mundo, lo que nosotros podemos hacer es adaptarnos mejor o peor haciendo o no las reformas necesarias, cosechando leves mejoras paulatinas o empeoramientos sostenidos.