Imagine un presidente argentino que reúne decenas de miles de partidarios que colman la plaza frente al Palacio de Tribunales desbordado hacia todas su adyacencias y rodeando por completo el edificio donde funciona la Corte Suprema de Justicia para protestar contra ella. Y el presidente frente a la multitud que insulta a la Corte dice desde su estrado: “Vengo a decirle, que sea cuál sea la decisión que tome la Corte Suprema este presidente no la cumplirá. La paciencia de nuestro pueblo ya se ha agotado”. Eso fue lo que dijo este 7 de septiembre, fecha patria de Brasil, el presidente Bolsonaro, en su caso dirigiéndose personalmente al juez del Supremo Tribunal, equivalente a nuestra Corte Suprema, Alexandre de Moraes.
“Sea cuál sea la decisión que tome (la Corte Suprema) este presidente no la cumplirá” (Bolsonaro)
Para comprender mejor similitudes y diferencias en los conflictos de poderes entre los gobernantes y el Poder Judicial de nuestros dos países vale la pena asistir al documental de casi tres horas “Os 11 Supremos” –producido por el sitio conservador Brasil paralelo que apoya a Bolsonaro– donde se repasa la biografía política de los once miembros del Supremo Tribunal desde la perspectiva de la ultraderecha de Brasil (se puede ver en Youtube).
Además de entender el motivo de la multitudinaria protesta de los seguidores de Bolsonaro, una amenaza de golpe de Estado a la Justicia y al Congreso, el documental permite también consolarse viendo que no solo es un problema argentino –sino que incluso es peor en otros países a los que imitamos– la grieta en los medios de comunicación que afecta el criterio de ecuanimidad periodística y acalora el pensamiento de las audiencias.
En Argentina a fin de mes la Corte Suprema de Justicia tendrá un nuevo presidente, cargo que dejará cumplido su mandato de tres años Carlos Rosenkrantz. Los últimos trascendidos periodísticos coinciden en pronosticar que el elegido sería Horacio Rosa-tti quien ingresó a la Corte Suprema junto con Rosenkrantz propuestos por el entonces presidente Macri.
En su libro “Primer tiempo” el ex presidente dijo estar arrepentido de haber nombrado a Rosatti juez de la Corte haciéndole un gran favor al dotarlo de un sello de independencia difícil de conjugar: Rosatti le renunció a Néstor Kirchner como ministro de Justicia en 2005 al no querer avalar con su firma un sobreprecio en la construcción de cárceles y sumó recientemente el público rechazo de Macri.
PERFIL pudo sufrir el carácter iconoclasta de Rosatti porque luego de convertirse en una figura emblemática de este diario por ser el titulo de tapa de la primera edición de su relanzamiento –exactamente hace 16 años el 11 de septiembre de 2005– cuando ningún otro medio publicaba ni difundía críticas o denuncias sobre el gobierno kirchnerista, en 2016 al asumir Rosatti como miembro de la Corte Suprema participó de uno de los primeros fallos controvertidos justamente en el caso que lleva mi nombre al rechazar que se aplique la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que obligaba al Estado dejar sin efecto la condena civil que le había impuesto injustamente la Corte Suprema de Menem a Editorial Perfil. Rosatti junto a sus colegas sostuvo que las decisiones del tribunal internacional no pueden revocar las sentencias de la Corte Suprema de Argentina.
Quizás a quien le toque presidir la Corte Suprema de Justicia hasta fin de 2024 pueda tocarle también enfrentar eventos como el de Brasil, aunque de carácter ideológico opuesto, cuando lleguen al máximo tribunal causas que afecten a la vicepresidenta Cristina Kirchner. Más teniendo en cuenta que existiría por lo menos una mayoría de tres jueces que no estarían dispuestos a absolver ningún caso de corrupción en el que existan pruebas fundadas. En esa situación más que nunca será oportuno contar con credenciales de probada independencia y estar más allá de la grieta que encadena el pensamiento racional de ambos grupos en disputa.
“El ex ministro de Justicia de Kirchner renunció para no firmar una licitación con sobreprecios”
A diferencia de Brasil, el máximo tribunal de Justicia argentino siempre sintonizó con el poder de turno, incluso ilegítimo como fue la Corte Suprema quien en 1930 avaló el primer golpe de Estado propiciando medio siglo de interrupciones democráticas. En Brasil, al revés, el Poder Judicial, desde el mensalão a comienzos de siglo hasta el lavajato hace pocos años y recientemente con la revocación de la condena de Lula, es quien siempre contradice al poder político de turno.
Quizás al nuevo presidente de la Corte Suprema le toque iniciar un ciclo diferente de la Justicia argentina más parecido al de Brasil.