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Elecciones 2023

Sergio Massa y Javier Milei, la pelea de los menos aptos

La mayor parte de los que van a las urnas opinan en contra de esa teoría de la evolución, para ese gentío los dos candidatos no parecen los mejores de la Naturaleza. Kaput Darwin.

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Elecciones 2023. | Pablo Temes

No pudo la Iglesia. Anglicana, católica u otras. Por décadas, varios credos acérrimos se opusieron a la teoría darwinista —la evolución de las especies, el hombre no es una creación divina— y, derrotados ante la evidencia científica, por último hasta Juan Pablo II encontró un atajo escapista para salvar al Vaticano: declaró “conciliable” su dogma con la investigación de Charles Darwin. Dios perdona hasta sus propios errores y, de paso, el Papa perdonó al blasfemo como antes lo hicieran sus antecesores con Galileo.

Pero, lo que no pudieron las religiones, en cambio, quizás lo consiguen los políticos argentinos: revertir la teoría de aquel naturista viajero, tan caro a la Argentina y al Uruguay por recorrer sus tierras al navegar con el Beagle. Es que el balotaje semeja un instrumento derivado de la teoría darwiniana: un proceso de selección que consagra presuntamente a los “más aptos”, como ocurrió con la mutación biológica del chimpancé al hombre, la supervivencia de los más capaces.

Sin embargo, este domingo, cuando se dirima la segunda vuelta electoral, la mayor parte de los que van a las urnas opinan en contra de esa teoría de la evolución, para ese gentío los dos candidatos no parecen los mejores de la Naturaleza. Kaput Darwin.

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Si ofrecen reservas personales Sergio Massa y Javier Milei, arrastres históricos uno en conducta y ponencias de dudosa aplicación el otro, hoy parece afectar más a la audiencia la fiscalización del comicio, la posibilidad de un fraude. Pero ese termómetro de legalidad requiere —en principio— de una técnica diferente a la de las elecciones pasadas para captar espontáneos o profesionales en la custodia de la voluntad popular.

Y una capacidad organizativa superior a la del ejército napoleónico, además de una inversión en plata no inferior a los dos millones y medio de dólares que, nadie sabe, si se consumirá en la jornada electoral o se perderá en ávidas manos de intermediarios.

Hay una larga historia al respecto con relación a trampas y otras perversiones. Ese tema preocupa más al trío Milei-Macri-Bullrich que al mismo Massa, aunque el ministro mira de rabillo el proceso: tampoco él tiene garantías. Ocurre que, al revés de los tres últimos comicios, este balotaje prescinde de dos elementos clave: no es local y se impone de arriba hacia abajo.

Javier Milei y Sergio Massa
Javier Milei y Sergio Massa.

Al margen de las fórmulas partidarias, en las últimas compulsas compitieron ediles, consejeros, legisladores distritales y provinciales, intendentes, gobernadores, personajes que en sus localidades convocaban como fiscales a parientes, amigos, vecinos, simpatizantes: participaban interesados en ciertos triunfos al margen de quién presidía la lista. Y al margen del reparto de dinero, del traslado de votantes, de la entrega de las boletas.

Esa tentación adicional no existe este domingo: los cargos ya fueron elegidos y las representaciones locales ya gastaron su esfuerzo comicial. Solo se juega entonces la suerte de dos personas a la Casa Rosada, ha desaparecido la infinitud de postulantes en todo el país, igual que los fiscales invitados.

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Como los dos aspirantes presidenciales despiertan mínima euforia y entusiasmo, también se torna relativa la voluntad y fidelidad del ciudadano por acompañarlos, cierta volatilidad e incertidumbre envuelve a quienes van a elegir al próximo mandatario por 4 años. De ahí la convocatoria a un premio, a considerar la fiscalización como una tarea remunerada aparte de un servicio cívico a favor de una coalición.

Al borrarse el aspecto local del comicio, también se desvanece la presión de la base hacia arriba, se invierte el movimiento para que la seducción provenga del candidato hacia abajo, sea con promesas, subsidios, contratos, efectivo o concesiones.

Como es obvio, en esa nueva realidad del domingo prevalecen las estructuras, gremiales o partidarias, organizaciones sociales o corporaciones afines al Estado. Claramente este cuadro no beneficia a Milei a pesar de contar con un voluntariado más tenaz y comprometido que el de Massa.

Javier Milei y Sergio Massa en el debate previo al balotaje
Javier Milei y Sergio Massa en el debate previo al balotaje.

En materia de estímulos, otros números y apelaciones también surgen con el comicio. El incierto resultado, por ejemplo, provoca que algunos prominentes empresarios se preocupan para no padecer represalias por haberse ubicado en uno de los bandos; siempre se temen represalias, de tipo judicial, carcelario, o económicas, pérdidas de mercado, preferencias o apartamiento de prebendas. Ni hablar de padecer la indiferencia oficial, tan imprescindible para personajes notorios. Néstor Kirchner fue un modelo de esa discriminación, otros lo siguieron.

Algunos ya avanzaron para evitar esos conflictos, se dice que Daniel Angelici (Macri) se reunió con Juan Manuel Olmos (Massa) con esa intencionalidad y, aunque pertenecen a un mismo núcleo amistoso, Alejandro MacFarlane y José Luis Manzano dialogaron para evitar cataclismos personales a sus respectivos amigos en combate. La vida continua, concluyen los macristas.

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Y la iniciativa no pertenece a un solo sector: los comprometidos con las ventajas en Tierra del Fuego, léase Nicky Caputo y Rubén Chernajovsky, se abalanzaron sobre Milei para justificar sus beneficiadas actividades con menos fortuna el último que el otro.

Algo semejante en búsqueda de terreno firme estuvo Mauricio Filiberti, el hombre del cloro y las aguas de Aysa, quien trata de que no se olviden de que a su inmenso barco Attila (ya cambio de dueño) no solo lo frecuentaban massistas, también alguna vez lo visito Macri y su esposa. Hubo juramentos varios y la frase común: “No hay de que preocuparse”. Quizás la respuesta más inquietante que recibieron los poco creyentes acólitos de los candidatos que dirimen la Presidencia este domingo.