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Milei y el Tarot

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La foto esperada. El encuentro con el Papa fue un momento de máxima espiritualidad. | NA

Es comprensible la emoción que embargó a Javier Milei ante el Muro de los Lamentos. En esos imponentes bloques de piedra hay una poderosa energía emanada de eventos fundamentales de la historia humana, hay mucho dolor y mucha esperanza depositada en sus intersticios y es imposible no conmoverse. Una vibración que llega del inconsciente colectivo envuelve a quien está ante la muralla, que en hebreo se llama Hakótel Hama’araví y se conoce por su abreviatura: Kotel. Fue uno de los picos de espiritualidad que alcanzó el Presidente durante su viaje a Israel e Italia. El otro se produjo en el encuentro con el Papa. En ambos casos su conmoción resultó visible. Sin embargo, la trascendencia de esos momentos no lo apartó de reacciones intemperantes que, desde la distancia, lo hicieron descargar a través de las redes sociales abundantes diatribas, rayos y centellas sobre opositores, periodistas y todo aquel que no se plegara a su voluntad transformadora. Una curiosa montaña rusa emocional que lo transportó desde las cumbres de la espiritualidad hasta los abismos de la iracundia terrenal. Sin matices, sin pausas, sin flexibilidad ni plasticidad, en un estilo que le es propio e inconfundible. Las puertas que abría la trascendencia eran rápidamente cerradas por la destemplanza.

Si, como cuenta el periodista Juan Luis González en su libro “El loco” (una muy detallada semblanza del Presidente) Karina Milei, la hermana, secretaria general de la Presidencia, estratega y voz más escuchada por el mandatario, es conocedora del Tarot, acaso sea oportuno conectar a Milei con una de las principales cartas de esta herramienta interpretativa basada en antiguos símbolos. Esa carta es La Templanza, número 17 entre las 22 principales (o arcanos mayores) del mazo que cuenta con 78 cartas. No hay certeza acerca del origen del Tarot. Su nombre podría derivar de Torá, libro sagrado del judaísmo, que equivale a los cinco primeros libros de la Biblia, Pentateuco en el cristianismo y At-Tawrat en el islam. Pero se sabe que alcanzó auge durante el Renacimiento y cobró nueva vida a partir del siglo XIX. Carl Jung (padre de la psicología profunda) se interesó en él, porque consideraba que esas cartas traducían los arquetipos que conforman el inconsciente colectivo de la Humanidad. La psicóloga junguiana Sallie Nichols (1908-1982) produjo en su libro “Jung y el Tarot”, un profundo y revelador estudio sobre esa relación.

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En la carta de la Templanza, una angélica figura femenina que trasvasa líquido desde una vasija roja a otra azul, simboliza, según Nichols, la integración de opuestos representados por esas vasijas. Puede aplicarse a todas las polaridades que existen (día y noche, masculino y femenino, consciente e inconsciente, carne y espíritu, etcétera). Pero no es una integración fácil. Requiere, como si se tratara de un proceso alquímico, un profundo trabajo previo, un buceo interior a veces doloroso, un retiro a lo más hondo de la psique. El ángel de la Templanza, remarca la especialista, puede verse como la figura que, con sabiduría y comprensión, arbitra entre los opuestos para llevarlos de la condición de adversarios a la de complementarios. Esta figura, dice Nichols, no opera en el mundo externo y material, sino en el inconsciente de la persona, para traer aquella complementación a la consciencia. Con cierto atrevimiento podría decirse que la Templanza, en otro orden, representa el ideal de la política. El ángel que, en palabras de Nichols, “entre los clamorosos gritos de las ideas conflictivas que se confunden dentro de la persona, empieza a crear un centro de oculto silencio”.

La antípoda de la Templanza es la intemperancia. La imposibilidad de reconocer al opuesto, el aferramiento a una idea única, que no admite matices, que expulsa a lo diverso y que, como todo lo rígido, corre el riesgo de quebrarse. La intemperancia puede incluso desvirtuar la espiritualidad llevándola a las arenas del fundamentalismo. El peligro está en que, como decía Jung, los demonios que la intemperancia cree echar por la puerta terminen entrando por la ventana.

*Escritor y periodista.