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USANZAS

Moción de orden

Lectura
Lectura en vacaciones | Mystic Art Design / Pixabay

Se agarraron a empujones en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Hubo un fuerte intercambio de gritos y hasta uno que, reculando, tropezó en una escalera algo empinada. La gresca, aunque pródiga en ilesos, bastó para perturbar o interrumpir las clases que se estaban dictando en ese momento. A posteriori las autoridades decidieron el cierre de la facultad “hasta nuevo aviso”.

El bochorno y el fastidio se mezclan en mí en partes iguales (en ese lugar estudié, en ese lugar trabajo desde hace más de treinta años). Venimos de un tiempo largo y difícil en el que docentes y estudiantes debimos hacer un buen esfuerzo para que las materias pudieran cursarse a pesar de todo. La facultad estuvo cerrada muchos meses, yo creo que demasiados. Por fin regresamos con felicidad al espacio donde mejor se enseña y se aprende: a las aulas; volvimos al cara a cara y a la posibilidad de que los estudiantes cursen con compañeros, en vez de a solas. Se acentúa por lo tanto la frustración ante el hecho de un nuevo cierre, aunque sea contingente.

Me cuento entre quienes consideran que un entorno de activismo político (es decir, democrático, ya que ¿de qué otra cosa está hecha la democracia, sino de política y participación?) es adecuado para la producción de conocimientos: saberes que transcurren en contexto, y no en la ilusión falaz de una cámara aséptica envasada al vacío, en una torre de marfil presunta que ni es torre ni es de marfil. Agrego empero esta obviedad: para enseñar y para aprender es preciso concentrarse, y a la buena concentración no la favorecen ni el fondo de redoblantes, ni los parlantes con consignas, ni las interrupciones constantes, ni las bataholas de taberna a deshoras entre militantes de distintas agrupaciones, entre unos que pusieron un cartel y otros que lo quitaron.

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La universidad expurgada de política, la de la dictadura con su infiltración de servicios, no era nada buena tampoco en lo específicamente académico. Precisamente porque apostamos a la coexistencia de las prácticas políticas y las prácticas del saber (a la coexistencia y a la impregnación), nos ofusca este remedo mal compuesto de una coreo de West Side Story.

Moción de orden, compañeros: si la van a jugar de barras, háganlo a la vieja usanza: encuéntrense a la salida, con el “Te espero en la esquina” de rigor; procúrense un decoroso fuera de escena, igual que en Hombre de la esquina rosada.