El problema del Estado de Excepción, según entiendo, no es la excepción como tal, sino su prolongación indefinida como regla, como normalidad. Así lo abordó Walter Benjamin y considero que ese criterio les cabe incluso a los enfoques de Giorgio Agamben. Estas cuestiones y estos autores se estudian especialmente en las universidades. Llama por eso la atención que sea precisamente ahí, en las universidades, donde ciertos recursos a los que hubo que apelar frente a la emergencia pandémica se mantengan en la actualidad ya sin justificación sanitaria alguna.
Hay jornadas que se llevan a cabo hoy en día bajo las penosas (y ahora innecesarias) limitaciones del aislamiento social preventivo y obligatorio, encerrado cada participante en su casa, separado de los demás. Hay cursos de posgrado que van a dictarse por computadora (entiendo que eso abre la posibilidad de vender el producto a clientes del exterior del país, pero la calidad educativa decae notoriamente sin la interacción en las aulas). Sé que en algunos cursos presenciales se autorizó a impartir hasta el 30% de los contenidos remitiendo textos escritos o videos previamente grabados (ni siquiera la alternativa de las clases sincrónicas por Zoom), lo que tristemente se acerca a las características de los viejos cursos por correspondencia o a las mañanas de Telescuela Técnica.
Si en esos cursos y jornadas llegan a citar, como suelen, a Benjamin o a Agamben, tal vez el tema genere por fin un debate y rompa la inercia de la aceptación general.
