La gente lo conoce por su apellido, que significa “Moisés” en lituano. Antanas Mockus, filósofo y matemático, encabeza las encuestas y probablemente será el nuevo presidente de Colombia. Hasta hace un mes, todos coincidían en que el triunfador sería el ministro de Defensa del actual gobierno, Juan Manuel Santos, que parecía pasar a la segunda vuelta con Noemí Zanin, una prestigiosa política conservadora. En la democracia más antigua de América del Sur, gobernada desde la Independencia por liberales y conservadores, parecía imposible que pueda ganar un independiente, sin apoyo de dirigentes sindicales y populares, rodeado de gente sin experiencia, que no ha ofrecido cargos a nadie, ni ha hecho ofertas demagógicas. Mockus es el prototipo del candidato que viene desde fuera de la política tradicional. Se hizo conocer cuando, siendo rector de la Universidad Nacional, enfrentado a una asamblea de estudiantes se bajó los pantalones y la foto de sus posaderas apareció en las pantallas de la televisión colombiana. Esta anécdota repetida reiteradamente por la prensa, ha servido para ocultar algo importante: Mockus es alguien auténtico, con una honradez acrisolada, una actitud inclusiva, una filosofía de respeto a los otros, comprometido con las causas de la gente común, con valores poco comprensibles para personas con mentalidad tradicional, pero que entusiasman a los nuevos electores.
Cuando fue elegido Alcalde de Bogotá en 1995, conformó un equipo de gobierno con académicos sin experiencia. Construyó poca obra física, pero reconstruyó los valores de la ciudad. Cobró los impuestos, recaudó mucho dinero, no lo usó, y entregó un municipio rico que no había ejecutado sus presupuestos, pero combatió eficientemente la inseguridad con el apoyo de todos los ciudadanos. Instauró la “hora zanahoria”, prohibiendo que los sitios de baile y de expendio de alcohol funcionen más allá de la una de la mañana, y la “noche de las mujeres” norma por la que los hombres debían quedarse un día a la semana cuidando a los niños, y haciendo las tareas del hogar, mientras solo las mujeres podían salir a divertirse. Repartió manos rojas y verdes de papel para que la gente las use para premiar o castigar la forma de conducir de los bogotanos. Organizó el canje de armas de fuego y cuchillos por bonos para regalos de navidad, en todas las iglesias, desarmando así a miles de pandilleros y delincuentes. Mockus no vaciló en vestirse de superhéroe para caminar por las calles, invitando a la gente a unirse a su cruzada. El fruto fue extraordinario: los delitos de todo tipo, los accidentes de tránsito, y la violencia intrafamiliar bajaron dramáticamente. Para celebrarlo, organizó una reunión en el cementerio, con jóvenes que celebraban no haber muerto, víctimas de la inseguridad, frente a una serie de nichos vacíos.
Mockus ha mezclado siempre su vida privada y sus sentimientos con la función pública. Siendo Alcalde, celebró su segundo matrimonio en la carpa de un circo a la que llegó con su novia, sobre un elefante, protagonizando un divertido espectáculo pago, cuya recaudación sirvió para financiar una obra benéfica. Reiteradamente ha cantado rap en público (lo hace bastante mal), ha compartido las alegrías y los juegos de la gente común.
El ascenso de Mockus se produjo en las últimas semanas. Hasta febrero aparecía tercero con un 10% de las preferencias, en marzo empezó a subir y terminó abril con 39%, superando a Santos que siempre había encabezado las encuestas con cerca del 34%. Muchos colombianos, cansados de “los viejos políticos” rechazan a la política antigua, engrosando la “marea verde” de Mockus. Como están las cosas, a menos que algún incidente permita que Alvaro Uribe endose su enorme popularidad y refuerce a Santos, lo más probable es que Colombia tenga un presidente que viene de esta nueva forma de hacer política.
*Estratega político ecuatoriano, en la Argentina asesora a Mauricio Macri.