Gran parte del financiamiento de nuestras investigaciones depende de Europa. No de los países veteromundanos, sino directamente de la Unión Europea, esa entidad que en estos días ha visto trastabillar su precario equilibrio. Por fortuna, nos hemos dicho, el ajustado triunfo de Macron en Francia garantiza que haya Europa por durante cinco años más, por lo menos. Veremos si la guerra no se lleva puesto el poco optimismo que en estos días podemos sostener.
Doy un ejemplo de la precariedad. Estamos, con buena parte de los integrantes de los equipos de investigación que coordino, participando de un par de congresos y algunas estancias. Los dineros para sostener nuestro espartano o monacal tren de vida se depositan en cuentas europeas, más específicamente suizas (que están declaradas ante la AFIP, como corresponde). Pero hace unas semanas el banco suizo nos comunicó que el convenio que sostenía con una empresa líder en el mercado de tarjetas de débito y crédito había sido cancelado unilateralmente por esa empresa.
Luego nos enteramos de que, en realidad, fue una represalia ante la excesiva neutralidad del banco suizo respecto de Rusia y sus magnates. En el medio quedamos como rehenes varias de nosotras, incluido un encantador doctorando santafesino cuyos fondos quedaron atrapados en un banco sin sucursales físicas y sin tarjeta que le permita pagar sus consumos.
No podemos ser ya indiferentes a lo que sucede en el mundo porque, nos guste o no, nos arrastra con él. Y nos conviene que sea en una dirección ascendente.