Vuelvo sobre un tema que ya desarrollé antes aquí. En estos días de recuperación de la presencialidad hemos tratado de fundamentar la necesidad de “leer como negros” (una manera más criolla de decir “filología cuir”). Fundamentamos nuestra perspectiva a partir del librito de Vicente Rossi Cosas de negros (1926), mucho más audaz que la revista Martín Fierro de la que es contemporáneo estricto. Allí, como se recordará, el “Manifiesto” hace malabares intolerables para justificar su rechazo hacia los negros que pretenden cambiarse del lugar que les ha sido asignado histórica, económica y culturalmente (por ejemplo, en Una excursión a los indios ranqueles de Mansilla donde el Coronel amenaza a un “negro borracho” con cagarlo a palos porque le ha hecho una pregunta legítima que él considera “irrespetuosa”). Tantos negros ya no había (el gran chef Antonio Gonzaga, inventor de la parrillada, autor de El cocinero práctico argentino, sin embargo, ya iba camino de la gloria), por eso es probable que Martín Fierro se refiera a esos otros “negros” de provincias, como Ricardo Rojas (tucumano-santiagueño, decano de la Facultad y a partir de 1926 rector de la UBA, inventor de la literatura argentina, etc.), con quien no era el momento de pelearse todavía.
En su libro, Vicente Rossi inventa un mito para explicar la negritud en el contexto del Génesis: negros y negras son, dice, los que huyen de Dios antes de que éste termine su obra. Como sabemos por el Evangelio de Juan que “En el principio fue el verbo...” y que la palabra griega que se traduce como principio es arkhé (“origen” como en arqueología, o “mandato” como en monarquía), bien podría leerse la palabra de Juan como “en el origen, cuando se establecieron las relaciones de dominación” y el mito de Rossi como “el ser negro se caracteriza por la huida de las relaciones de dominación”.
Leer como negros es leer contra las relaciones de dominación.