Estos once años han ratificado, en infinidad de ocasiones, que el grupo gobernante de la Argentina no es prejuicioso. Se trata de un conjunto de mujeres y hombres que han revelado un escaso nivel de preocupación por la incoherencia o por la incongruencia, y ciertamente, una formidable capacidad para no tener prejuicios. Precisamente, esto queda ratificado, como si hasta ahora no hubiera sido claro, en el nuevo proyecto de ley de telecomunicaciones que ha elevado el Poder Ejecutivo, para que sea despachado, como siempre, de urgencia y a libro cerrado por el oficialismo, Este es el gobierno que hace cinco años viene repiqueteando hasta el hartazgo la idea de que la llamada Ley de Medios era una ley esencialmente democratizadora y des monopolizadora. Ha aparecido, nada menos que en la jefatura del bloque oficial en el Senado, una discrepancia. Estoy hablando del rionegrino Miguel Ángel Pichetto, un hombre que sirvió con lealtad realmente intachable al presidente Carlos Menem, y que lo viene haciendo hace una década extensa a los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner.
Lo que dijo Pichetto fue sencillamente prudente, medido y, precisamente por eso, contundente. Está preocupado por la suerte de los pequeños cable operadores locales, y le dice al Gobierno que sería conveniente hacer, tal vez, algún ajuste, para impedir que estos pequeños cable operadores queden subsumidos por el peso de las telefónicas. Toda la batalla que libró el Gobierno, retórica e ideológicamente, en estos años, estuvo enderezada a asociar al Grupo Clarín con la síntesis de todos los males. El supuesto carácter hegemónico del Grupo Clarín establecía para el Gobierno una diferencia de trato insoportable para los pequeños y medianos. Sin embargo, a la hora de avanzar con esta ley de telecomunicaciones, el Gobierno se ha olvidado de toda mirada anti monopólica. Telefónica de España, por ejemplo, que tuvo una participación formidable en la Argentina desde 1990, según Pichetto, no ha invertido un solo peso desde aquel momento.
Y lo que esto ratifica es que un hombre dúctil, obediente, particularmente astuto, al que no se le puede negar su inteligencia política, como el senador Pichetto, ha dicho de manera muy moderada: “Atención, esta ley deja a Telefónica en condiciones de ventaja comparativa insostenible respecto del resto”. ¿Por qué? Porque Telefónica de Argentina tiene una situación de apropiación de los medios polémica en el país, y como titular del canal TELEFE de televisión abierta, y ser autorizado también a otros negocios de las telecomunicaciones - como el transporte de señales, la emisión de cable - aparece claramente como el beneficiado.
Admito que se trata de un tema técnico que tal vez a muchos les resultará un poquito espeso de digerir. Pero es evidente que esa falta de prejuicios de la que hablaba, ese pragmatismo todoterreno del Gobierno, acá se ha patentizado de una manera muy escandalosa. Porque no se trataba específicamente del concepto de grupo hegemónico o de monopolio.
Este es el gobierno que anunció por la boca de Julio De Vido que “Fibertel dejó de existir”. Afortunadamente no sucedió.
Este es el Gobierno que quiso pulverizar Papel Prensa. Afortunadamente no se le dio.
Este es el Gobierno que vandalizó la sede de Cablevisión, con una serie de forajidos saltando los molinetes para apropiarse de lo que ellos imaginaban que era el tesoro secreto del banco de datos de la empresa.
No les salió bien ni una sola. Eso sí: tuvo el país abarrotado durante años, con una cantidad infinita de operaciones judiciales - amparos, demandas, etcétera - reiterando esa noción casi religiosa de que si era disuelto, pulverizado, subdividido el Grupo Clarín, la Argentina entraría en un círculo virtuoso interminable. Todavía no se animaban a decir que había monopolios buenos y monopolios malos. Monopolios enemigos, en la visión de ellos, y monopolios amigos. Así es como han resuelto con Telefónica de España, como con otros grupos nacionales, beneficiados con 4G, la nueva generación de telefonía celular, en donde la Argentina revela un atraso calamitoso.
Por eso digo y reitero, al subrayar esta conclusión, que no es una cuestión tecnológica, ni siquiera financiera: es un tema de elección de amigos. De los cinco canales de televisión abierta que hoy se emiten troncalmente desde Buenos Aires, cuatro son, de una o de otra manera, amigos, aliados, socios o cercanos al Gobierno. Con la excepción de Canal 13, el único que es propiedad del Grupo Clarín y que continúa, con sus más y con sus menos – a muchos podrá no gustarnos para nada gran parte de su programación, a otros sí - siendo la única voz de televisión abierta, el más poderoso de los sistemas que no controla el Gobierno.
Al beneficiar a Telefónica de España, el Gobierno se está poniendo no uno, sino los dos pies en la boca. Y es una pena, por una empresa de la proyección internacional de Telefónica, de los capitales que maneja, y de su desarrollo tecnológico, que haya terminado en la Argentina, en definitiva, pactando con un Gobierno que le asegura mercado y le asegura presencia, a cambio de convertirse, de una u otra manera, en vasallo de la Casa Rosada. Pero en materia de capitalismo de amigos, el Gobierno de la Argentina hoy sienta cátedra a nivel internacional. Por eso, dicen en la Casa Rosada: “Atención con los monopolios, hay algunos que son buenos”. Pichetto no es un santo. Ha tenido la astucia de advertir que esta ley invalida 11 años de peroratas ideológicas. No es poca cosa.
(*) Emitido en Radio Mitre, el martes 4 de noviembre de 2014.