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No vale hacer trampa

Es despreciada en público y temida en privado. La inflación resucitó como el principal problema económico argentino.

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Tristan Rodriguez Loredo |

Es despreciada en público y temida en privado. La inflación resucitó como el principal problema económico argentino.
En realidad, nunca murió, como profetizara el ex vicepresidente del Banco Central durante el reinado de Martínez de Hoz, cosa corroborada con las altísimas tasas de 1981 a 1985, las híper de 1989 y 1990 y el caos de 2002. Salvo este último paréntesis, parecía que los precios fueron domesticados desde 1992, pero la intuición del hombre de la calle presintió, de 2005 a esta parte, que algo estaba cambiando.
El INDEC, se supone, no miente o a lo sumo podría equivocarse. Nadie supone su infalibilidad, pero sí su honestidad profesional. Y eso es lo que la política de tapar agujeros personificada en el secretario Guillermo Moreno logró desde que desembarcara su propia tropa en el organismo estadístico oficial.
La idea inicial era que los números pudieran “editarse” puliendo un poco el mecanismo de recolección y procesamiento de las encuestas.
Podría haber funcionado si la inflación se hubiera mantenido en los guarismos pensados, pero la ansiedad electoral (justo en 2007 el gasto público nacional creció 47%) dejó al descubierto la maniobra.
Había dos alternativas: redoblar la apuesta o dar por finalizado el experimento haciendo un pudoroso mutis por el foro.
La historia es conocida: empezó la purga en el INDEC, los técnicos disconformes publicaban sus propias estimaciones (23,6% de suba del IPC para todo el año pasado contra 8,5% del “oficial”). El desfasaje con los datos “percibidos” fue ampliándose al punto tal que empezaron a florecer cifras paralelas, como en las buenas épocas del dólar.
Sobre Moreno se han dicho muchas cosas, pero todos los empresarios consultados arrojaron en un estricto off the reccord el siguiente semblante: es frontal, impetuoso, se muestra como un soldado de la causa pero es insobornable.
Tal enunciación pueder ser vista como un elogio o una crítica al resto de los funcionarios políticos del área económica. Lo cierto es que, imbuido en el traje del cruzado K, le fueron encomendando cada vez más tareas: negociar los acuerdos de precios con las empresas de primera línea, maquillar el IPC, administrar la crisis energética, establecer un pacto con la industria láctea y ahora hacer lo mismo con las proveedoras del sector eléctrico, a pesar de que el ministro Julio De Vido anunciara que no se tocará la política de precios y tarifas (hasta que se toque, claro).
Es decir, pasó de establecer las reglas de juego a tapar los agujeros que esas mismas políticas produjeron. Una innovadora fórmula de reeditar el keynesianismo, tantas veces proclamado como pocas leído; especialmente aquella máxima de que, si fuera necesario, mandar hacer agujeros de día para taparlos de noche, con tal de que no falte trabajo.

Inflación privada. Uno de los que “privatizó” la medición de precios fue la consultora Ecolatina, fundada por el ex candidato presidencial anti K Roberto Lavagna, ahora unido a la gesta del ex presidente por tomar el control del PJ.
La firma elaboró el IPC Ecolatina con relevamientos “que siguen la metodología aplicada por el INDEC hasta fines de 2006”, que para todo 2007 arrojaba 23,9%, más del doble de la cocinada en despachos gubernamentales.
El número no es inocuo: además de los bonistas, también importa al corazón de los defensores de la política oficial: con los datos “privados” los pobres habrían aumentado durante el año pasado en lugar de disminuir, ya que los rubros más distorsionados fueron, justamente, los de la canasta básica.
Ahora lo ofrece a empresas y sindicatos para poder negociar sobre bases ciertas. Quizá le sirva también al Fondo Monetario Internacional, que reclamó por lo que se considera, en esas latitudes, lisa y llanamente una trampa.
Justo en momentos en que se necesita llegar a un acuerdo con el Club de París sin necesidad de pagar contante y sonante. Los acreedores ya jugaron sus cartas: acuerdos comerciales (el mentado tren bala es sólo una punta de lanza) y monitoreo del FMI.
Consecuentemente, los bonos renegociados luego del default, que en una buena proporción sugestivamente ajustan por la inflación, cayeron esta semana
La reciente pirueta política del ex ministro obliga a una doble lectura: ¿el verdadero hombre fuerte del Gobierno habrá contratado a un auditor externo para la marcha de la economía?
De ser así, especie nada descabellada en la lógica K, nadie mejor que un profesional con perfil propio, que salió del redil para lanzar dardos contra lo que consideraba desviaciones al plan original y, de paso, delegar la ingrata tarea de tener que anunciarles a los soldados de la causa el fin de una política.