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ECONOMISTA DE LA SEMANA

Nueva economía: metas fiscales y de inflación

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Tras implementar con éxito la unificación cambiaria y convalidar una devaluación de 40% del tipo de cambio en un clima de sosiego cambiario, el Gobierno despidió su primer mes de gestión anunciando los objetivos de déficit fiscal primario y las metas de inflación que pretende lograr durante su gestión.
Puede decirse que mientras en el terreno cambiario optó por una estrategia de shock para encarar el desbalance externo, en el plano fiscal/monetario/inflacionario se inclinó por una estrategia gradual para reducir el impacto social de la corrección de los desbalances.

En materia fiscal, apunta a bajar el elevado déficit primario heredado desde el 5,8% del PBI en 2015 en un punto porcentual en 2016 y en 1,5 en los siguientes para alcanzar un virtual equilibrio fiscal en 2019. Asimismo, el Ejecutivo anunció que se comenzará a negociar una solución rápida con los holdouts, clave para acceder al financiamiento externo necesario no sólo para cubrir el bache fiscal, sino también para fortalecer el ingreso de divisas en el mercado cambiario.
En cuanto a la inflación, el ministro Prat-Gay anunció metas que apuntan a reducir la tasa de inflación (hoy en casi 29%) al 20/25% a fin de 2016, hasta perforar los dos dígitos en 2019 con una banda de entre 6% y 3,5%. Con estos anticipos podría decirse que en los primeros treinta días, el Gobierno puso prácticamente todas las cartas sobre la mesa. En otras palabras definió la hoja de ruta de la política macroeconómica que tratará de recorrer durante su mandato.

Ante el escenario que se presenta, resulta fundamental hacer una evaluación del presente y sobre todo de las perspectivas para la economía argentina. El Gobierno está actuando en línea con lo anunciado. Además, los desbalances macroeconómicos heredados (externo, fiscal y de precios relativos) no toleraban continuidad y las correcciones debían apurarse sobre la base de un programa macroeconómico integral para tener chances de éxito. Lo hecho en este primer mes va en esa dirección. Si bien aún no se conocen los detalles de la implementación del Plan Fiscal, sobre todo el ajuste de tarifas que permitirá bajar en 1,5% del PBI los subsidios o cómo se bajará el 0,8 puntos del PBI tocando gastos excedentes, hoy tenemos un sistema de flotación administrada del tipo de cambio como la mayoría de los países normales y el Banco Central ha cambiado radicalmente de rumbo comenzando a aplicar una política monetaria prudente.

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Es cierto que los objetivos fiscales definidos son graduales pero muy desafiantes. Reducir el déficit fiscal un punto del PBI en 2016 luce factible pero seguir bajándolo un punto y medio por año adicional durante los próximos tres –y con elecciones de por medio– es una tarea enorme, inédita en la historia argentina y que exigirá de una conducta y disciplina fenomenal.
Este año, será posible aumentar las tarifas y bajar el gasto en subsidios en 1,5 puntos del PBI. Tampoco es complicado disminuir el 0,8% de gastos “excedentes” considerando los enormes bolsones de ineficiencia heredados. Pero en los ejercicios siguientes, la tarea de avanzar sobre el gasto será compleja.

El cierre. El programa fiscal (y toda la macro) “cierra” si se logra un acuerdo con los holdouts. Esto es un axioma confirmado por el propio ministro, quien anunció, junto con sus metas fiscales, que tratará de alcanzar un rápido acuerdo con los acreedores de la deuda en default. Es que partiendo de un bajo stock de reservas, el Gobierno no puede seguir usando las divisas del Banco Central para pagar sus vencimientos de deuda (que en 2016 son sólo US$ 6.600 millones pero trepan a US$ 12 mil millones en 2017 por el pago del Bonar X) y necesita volver a colocar deuda en los mercados internacionales a tasas razonables.

En este marco, el Ejecutivo dio indicios de que tratará de acordar rápido pero la negociación podría extenderse hasta mitad de año. Mientras dialoga intentará que el juez neoyorquino Thomas Griesa levante la medida cautelar que impide pagarles a los “hold-in” e inhibe la colocación de nueva deuda bajo legislación extranjera por el riesgo de embargo de los nuevos títulos. Logrado un acuerdo con los acreedores en litigio, necesitará que el Congreso (donde no tiene mayoría) derogue la Ley Cerrojo y la Ley de Pago Soberano para implementar el convenio.

Las metas de inflación tampoco serán sencillas de alcanzar. No sólo se requerirá mantener la disciplina fiscal comprometida, sino un gran esfuerzo por parte del Banco Central. En particular respecto de bajar a 20/25% la tasa de inflación en 2016 (que cerró 2015 en torno a 29%), lo que exigirá que se verifique en simultáneo: que la puja distributiva en paritarias no se salga de cauce y que la pauta salarial no se aleje de la meta inflacionaria; que el traslado a precios de la devaluación no desancle las expectativas devaluatorias e inflacionarias; y que el BCRA no emita para financiar al fisco más de lo consistente con la meta oficial.

Las perspectivas para la economía argentina se presentan alentadoras pero el camino no está libre de obstáculos. Las medidas tomadas y anunciadas conforman las bases del Programa Macroeconómico Integral orientado a reducir los desbalances macro y el Gobierno parece contar, al menos por el momento, con credibilidad suficiente para lograr su plan.
En ese contexto, si bien las correcciones tendrán impacto sobre el nivel de actividad en el 1° semestre, hay buenas chances de que, de la mano de una economía menos intervenida, con reglas de juego claras y más integrada al mundo, la actividad económica recobre impulso a partir de la segunda mitad del año, de la mano de un posible impulso de la inversión, una modesta recuperación del consumo y mejores perspectivas para la exportación. Todo en un contexto de relativa estabilidad cambiaria e inflación declinante.

De todos modos, la trayectoria hacia delante no estará exenta de riesgos ya que la implementación de programas de estabilización suelen suscitar resistencias en los actores políticos y sociales, poniendo en riesgo el alcance de los objetivos buscados y es importante advertir que cuanto más gradual mayor es el riesgo de que un programa de estabilización quede trunco. La economía argentina comienza a encaminarse, pero el Gobierno debe asumir que no podrá apartarse del angosto sendero que transita para alcanzar sus metas.

*Director de Abeceb, ex secretario de Industria y Minería de la Nación.