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Obama ama a la Abanderada

Archivo. Barack Obama, ex presidente de los Estados Unidos.
Archivo. Barack Obama, ex presidente de los Estados Unidos. | Sean Gallup/Getty Images

Todas las pestes y las pandemias son atroces, sobre todo cuando el alma tirita deseando que el dedo del infierno apunte en dirección del otro, y las aventuras de la mismidad en la duración del encierro parecen poca cosa comparados con el terror de que el mal no cese. Pero durante su aparición también se vive y se escribe y se pinta y se lee lo que antes no tuvimos tiempo y se ve lo que de otro modo nos habríamos perdido. Lejos de las grandes cumbres, a la hora de lavar los platos acumulados pongo YouTube y escucho las apariciones semanales de Horacio Verbitsky (que adelantan los deseos imaginarios del Gobierno y cada tanto anticipan algunas de sus decisiones) y conferencias y entrevistas de escritores. Estas últimas, que también están en YouTube, las sigo en la terraza, mientras barro las hojas secas o tomo sol. Mis grandes éxitos son a) una charla de Alan Pauls sobre Borges y Bolaño, hora y cuarenta y dos minutos, extraordinaria, llena de asociaciones, relaciones inesperadas, comparaciones, citas, glosas, y por el tono, el tempo. Luego, las siete conferencias que Borges dio en el teatro Ateneo, inigualables, y por último, las clases de Piglia sobre Borges, emitidas por la Televisión Pública, también elogiabilísimas. 

Además, debido a cierta propensión al sobrepeso que instigó la molicie, decidí ingresar (también por YouTube) al algoritmo de la gimnasia virtual. Se ve que sobreestimé mis fuerzas, porque rápidamente pasé de la cardio a la gimnasia para mayores de 65, y del pilates intenso al saludo a la mañana del yoga avanzado, desde el que fui retrocediendo hacia intermedio, caí en principiantes, y como ciertas elongaciones excedían mis capacidades terminé abrazando mi destino de sexagenario y me quedé con un francés que no habla mientras da su clase de chi-kung (movimientos lentos, respiraciones, elevaciones de brazos, todo muy estético).

Ayer a la mañana, en una de sus clases, Piglia aseguraba que Borges inventó la literatura fantástica (no la de fantasmas, que es un rezago del siglo XIX, entre el fin de la religión y el comienzo del psicoanálisis), y que el que inventa un procedimiento es un escritor superior al que escribe una gran obra. El inventor del soneto es superior a Dante, decía, porque inventa una máquina que puede ser usada por el resto de la humanidad para escribir sonetos hasta el fin de los tiempos.

Mientras comenzaba mi clase de chi-kung (alzar los brazos, elevar la mirada al cielo mientras la panza tiembla), me acordé de una reciente conferencia de Barack Obama en la que el ex presidente de los Estados Unidos aseguraba que su país se había extraviado por la incompetencia de un gobierno que no estaba a la altura de las presentes circunstancias, y con eso aludía al modo en que Donald Trump encara la lucha contra el coronavirus. No le hizo falta referirse a los consejos del multimillonario sobre inyectarse lavandina. El video se reprodujo infinitamente, Trump salió a tuitear diciendo más incompetente serás vos y los atletas de las redes virtuales lo cruzaron proponiendo a Obama como candidato a presidente para 2021.

¿Qué se deduce de esto? (Respiración alta, inclinación de cadera a derecha, brazos a izquierda) ¿Por qué Obama, que nunca abrió la boca durante los tres largos años de Trump, sale justo ahora a patearle los tobillos? Muy sencillo, me digo y me estiro, porque justo ahora Joe Biden, que fue su vicepresidente y ahora es el aspirante demócrata a la presidencia, está buscando con quién llenar el cargo de vice. Cierto que Biden dijo que elegiría a una mujer negra o latina (entretanto sobrevino el asesinato de George Floyd por el policía Dereck Chauvin y la explosión de ira en todos los Estados Unidos). Pero, ¿por qué no habría de desdecirse? “Obama”, me digo, “va a ser el candidato sorpresa de Biden. ¿Y de dónde sacó la idea, sino de Cristina Fernández, que hizo lo propio con Alberto ídem? Respiro, hago un movimiento de manos de chi-kung para traer el cosmos a mi pecho. 

Si Obama escribe su propio soneto político mediante el procedimiento que inventó Cristina, habría que extraer alguna conclusión acerca de la idea de Piglia.